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  • Prisioneros de la oscuridad
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  • Estoy desesperado, al borde de la locura. Ha desaparecido hasta la última gota de optimismo de mi ser, ya me he resignado a salir de esta desagradable situación. Pronto será mi turno. Antes de que se drene la totalidad de mi cordura, dejaré como único testigo estas escrituras. Alrededor de 2 semanas han pasado desde que despertamos en este sombrío lugar, atrapados en viles jaulas de filosas cañas y hiedras retorcidas, privados de nuestro libre albedrío. Desconocemos cómo y por qué estamos aquí, pero algo es seguro: no nos será fácil escapar de esta perturbadora pesadilla.
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  • Estoy desesperado, al borde de la locura. Ha desaparecido hasta la última gota de optimismo de mi ser, ya me he resignado a salir de esta desagradable situación. Pronto será mi turno. Antes de que se drene la totalidad de mi cordura, dejaré como único testigo estas escrituras. Alrededor de 2 semanas han pasado desde que despertamos en este sombrío lugar, atrapados en viles jaulas de filosas cañas y hiedras retorcidas, privados de nuestro libre albedrío. Desconocemos cómo y por qué estamos aquí, pero algo es seguro: no nos será fácil escapar de esta perturbadora pesadilla. Un estremecedor chirrido irrumpe la silenciosa oscuridad de la habitación; sombras y pequeños destellos parecen danzar al ritmo de nuestros acelerados corazones. Un tenue rayo de luz deja ver la silueta de un extraño ser, parecía triplicar nuestro tamaño, con largas extremidades, y aunque de apariencia frágil, su mirada y expresiones difundían desesperación y terror. Se acercó y tomó una de las jaulas; arrastrándola se la llevó fuera de la habitación. Mi cuerpo no respondía estaba paralizado, mi corazón golpeaba con tal fuerza mi pecho que dificultosamente podía respirar, y me desvanecí. Un espeluznante alarido me despertó, agudos gritos de tortura y dolor que me erizaban la piel. No era difícil imaginar lo que tras las puertas pasaba. Se escuchó un fuerte estruendo y los gritos cesaron. Entre risas macabras se escuchaban golpes metálicos, como el de cuchillas penetrando la piel. La situación se tornaba insoportable, al grado de pensar en terminar mi propia vida. Los rechinidos de la puerta anunciaban una nueva víctima. Sabía que pronto sería mi turno. Esta vez pude observar el rostro de la creatura: ojos saltones, piel grasosa, rosada y desprovista de vellos, con una tenebrosa sonrisa. Entonces recordé una vieja leyenda que cuentan nuestros ancianos, no podía creer que estaba frente a frente con estos desagradables y sanguinarios seres, los humanos. Ya lo he decidido los enfrentaré con mis últimas fuerzas cuando osen llevarme.”