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  • Escondiéndose
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  • La fiesta transcurría en un salón enorme de una mansión gris, imponente y alta. La gente formaba pequeños grupos, y en ellos se hablaba fervientemente sobre política, o se conversaba sobre temas frívolos y aburridos que hacían bostezar. También estaban los grupos que criticaban a todos mirando sobre el hombro. Los camareros recorrían el salón con rigidez ceremonial, mientras equilibraban en la mano bandejas llenas de copas y bocadillos, que la mayoría rechazaba gentilmente. Los niños que estaban allí aprovechaban la vastedad del salón para escapar de las miradas vigilantes de sus padres; y se habían asociado y jugaban por todas partes.
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  • La fiesta transcurría en un salón enorme de una mansión gris, imponente y alta. La gente formaba pequeños grupos, y en ellos se hablaba fervientemente sobre política, o se conversaba sobre temas frívolos y aburridos que hacían bostezar. También estaban los grupos que criticaban a todos mirando sobre el hombro. Los camareros recorrían el salón con rigidez ceremonial, mientras equilibraban en la mano bandejas llenas de copas y bocadillos, que la mayoría rechazaba gentilmente. Los niños que estaban allí aprovechaban la vastedad del salón para escapar de las miradas vigilantes de sus padres; y se habían asociado y jugaban por todas partes. Entre esos niños estaba Franco. Cuando andar bajo las mesas ya no fue tan entretenido, a alguien se le ocurrió jugar a las escondidas, y la idea fue aprobada por todos con gran entusiasmo. Al empezar el juego Franco salió disparado, y tras esquivar a varias señoras dobló en un corredor. Con una sonrisa en su cara, dobló varias veces, sin prestar atención hacia donde iba; lo importante era que no lo encontraran. Se detuvo para recuperar el aliento (la mansión era realmente inmensa). Allí vio una puerta entornada. Se asomó y miró. En la habitación solo había un enorme ropero, nada más. Miraba el inmenso mueble cuando observó que una de sus puertas se iba abriendo, y desde la oscuridad de su interior salió una manito diminuta, y luego la cara de un niño. - Ven aquí, aquí nadie te va a encontrar - dijo el niño del ropero, sonriendo extrañamente. Franco le hizo caso y entró al ropero; nunca más lo encontraron. Categoría:Fantasmas Categoría:Lugares