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  • Disturbing Andrew
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  • Me llamo Andrew (Andrés).Todos dicen que estoy loco, que soy raro, y estoy empezando a creérmelo. Nací con una enfermedad, los médicos no saben de dónde proviene ni por qué, a nadie de este mundo le ha pasado algo así. A veces me descontrolo y empiezo a matar gente, a torturarles, a hacerles daño a ellos y a su familia y amigos más cercanos. Cuando me pasa eso no me puedo controlar, mi mente se vuelve en blanco y mis ojos ven odio y rabia. Aquí mi historia:
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  • Me llamo Andrew (Andrés).Todos dicen que estoy loco, que soy raro, y estoy empezando a creérmelo. Nací con una enfermedad, los médicos no saben de dónde proviene ni por qué, a nadie de este mundo le ha pasado algo así. A veces me descontrolo y empiezo a matar gente, a torturarles, a hacerles daño a ellos y a su familia y amigos más cercanos. Cuando me pasa eso no me puedo controlar, mi mente se vuelve en blanco y mis ojos ven odio y rabia. Aquí mi historia: left|200px Eran las 9 de la noche (21:00).Me fui a comprar pan.Tenia prisa, era Nochebuena, y tenia que ir a casa de mis abuelos rápido porque íbamos a empezar la cena. Yo ahí tenia 14 años. De repente, cuando salia de comprar, en la joyería de en frente, salía un hombre encapuchado corriendo con una bolsa llena de joyas. Una señora empezó a llamar a la policía, pero otro hombre también encapuchado le disparó. Se escuchaban gritos y gente corriendo, la mujer allí, tirada en el suelo, desangrándose, en ese momento sentí felicidad, no sé por qué, y empecé a sonreír sin querer. Me miré al cristal de un bar, donde mi cara se reflejaba, y vi mi cara con una sonrisa perturbadora. Yo no me alegraba, en absoluto, de lo que le pasó a esa pobre mujer, pero mi cara sonreía y yo estaba feliz. De repente uno de los hombres encapuchados me dio un golpe en la cara para que me quitara de en medio de la acera. Por un momento mi felicidad se convirtió en odio y rabia, y fui directo hacia él. Por alguna extraña razón seguía sonriendo, aunque ya no notara felicidad. Cuando los hombres encapuchados escapaban por un callejón oscuro, aproveché y cogí un trozo de cristal afilado de al lado de un contenedor y acuchillé a uno en el cuello, empezó a sangrar mucho y muy rápido, su compañero sacó la pistola y me disparó en el brazo. Yo, lleno de sangre, seguía sonriendo y seguía con furia, mi mente se puso en blanco, y fui corriendo hacia él; me intentó disparar pero no le quedaban balas, me dolía el brazo pero casi ni lo notaba y acuchillé 10 o 20 veces al hombre encapuchado hasta que no tuviera aliento. Seguía sonriendo, me desahogué, por fin, mi rabia desapareció. Por un momento pensé:-¿Qué...? Me faltaba aliento. Volví a casa de mis tíos, sin pan. Pensé:-Me preguntarán qué habrá pasado, que por qué estoy lleno de sangre, como tengo un disparo en el brazo, creerán que es por mi herida.-. Entré. Mi abuela se desmayó, mis padres me llevaron al hospital y mis tíos me acompañaron desde otro coche. Cuando llegué al hospital me durmieron. Al despertar, lo recordaba todo, como si hubiera sucedido hace 2 minutos. El doctor me saludo, y les dijo a mí y a mis padres que el disparo no era grave. Cuando se fue el doctor mis padres me preguntaron qué había pasado. Yo les dije todo, menos que los maté. Si se lo decía a mis padres me llevarían a un psicólogo, y yo quería tener mi vida normal. Después de 2 semanas volví al instituto y no noté nada de rabia, ni estaba enfurecido como aquel día de Nochebuena. El matón del instituto por algún extraño motivo hoy no se metía con nadie, era extraño, todo el mundo hablaba de eso en el recreo. Al salir del instituto, el matón, llamado Carl, me cogió del brazo y me preguntó lejos de la gente:-¡Mi padre está gravemente herido por tu culpa! ¿Qué le hiciste?¿Qué coño le hiciste?-. Ahí despertó, otra vez, mi furia, tenía ganas de acuchillarlo como a su padre y de estrangularlo, pero de repente vino el profesor de tecnología. Preguntó qué pasaba y Carl se fue corriendo, yo le dije:-Nada.-. Eran las ocho de la tarde y estaba en mi cama, sentado, con la persiana bajada casi del todo. Tenía mucha rabia, más que la de aquel día. Otra vez, mi mente se puso en blanco. Les dije a mis padres que iba a salir a dar una vuelta con la bicicleta. Salí de casa y me dirigí al hospital. Cuando llegué vi a Carl con su madre, suponía que iban a visitar al hombre encapuchado que acuchillé 10 o 20 veces, y así era. Esperé a que se fueran, y entré. Estaba en coma. De repente cogí una almohada de un sillón, le quité la mascarilla y empecé a apretar el cojín en su cara, quería ahogarlo. El pulso cada vez era mas débil, hasta que ya no tenía. Paré. Todavía no estaba a gusto, así que me dirigí a casa de Carl. Entré por su ventana, ya que al lado había un muro con plantas robustas en donde podía escalar. No podía abrir la ventana, así que la rompí. Entré. Escuché unos pasos que venían adonde estaba yo, así que me escondí debajo de la cama. Eran los pies de Carl. Aproveché y le cogí de los pies y se cayó al suelo.Me puse encima, él me intentó agarrar del cuello. Yo left|200px le daba puñetazos, uno tras otro, empezó a sangrar por la nariz y por la boca. Saqué el trozo de cristal con el que herí a su padre y a su compañero e intenté clavárselo en el cuello. De repente, alguien abrió la puerta. Era la madre de Carl. Ella me cogió e intenté clavárselo a ella, pero un agente de policía me retuvo. Yo, furioso, intentaba escaparme, pero no pude. Me anestesiaron con una aguja. Me desperté en una camilla, retenido, como si estuviera en un manicomio. Vi a mis padres delante mío, llorando y hablando con un hombre. Ese hombre me dijo que estaba en un manicomio, y que él era mi psicólogo. Fueron mis padres quiénes llamaron a la policía, ya que se preocuparon porque no me había llevado la bici. Mis padres se fueron y me dejaron solo con el psicólogo. Éste empezó a hacerme preguntas, yo respondí con sinceridad. El psicólogo se fue y me dejó solo. Yo sentía mucha furia, y mucha fuerza, mi mente se puso en blanco. Sin saber cómo, me quité las cuerdas que me retenían a la cama. Entraron mis padres y el psicólogo y aproveché y salí corriendo. Empezaron a sonar las alarmas. Me escondí en un callejón. No me encontraron. Y todavía no me han encontrado. Mato a gente sin dejar pruebas ni rastro y no se me quita la furia ni la mente en blanco. Sigo suelto por las calles, con una máscara blanca y sudadera azul oscura. Y no creo que nadie me encuentre nunca. Mi furia es capaz de cualquier cosa para quedar a gusto. No hay quien me pare, ¿y tú, podrás hacerlo? Categoría:Mentes trastornadas