PropertyValue
rdfs:label
  • Espectros en la piscina: Parte Final
rdfs:comment
  • Esteban y yo no dudamos en dirigirnos al muelle, para asistir a la citada reunión, llevando las extrañísimas imágenes fotográficas guardadas en un portafolio. Sin embargo, cabe destacar que escondimos el portafolio detrás de un poste de luz cercano al muelle, como precaución por si la negociación e intercambio de información con “La amiga” se tornaba brusco. - ¡Andrés! Mira hacia adelante, creo que la organización súper secreta ya llegó -me cuchicheó Esteban nerviosamente, precisamente a las 5:00 PM, en el muelle… Al verla, su belleza me resultó extrañamente familiar… y excitante. - Eso espero…
dcterms:subject
abstract
  • Esteban y yo no dudamos en dirigirnos al muelle, para asistir a la citada reunión, llevando las extrañísimas imágenes fotográficas guardadas en un portafolio. Sin embargo, cabe destacar que escondimos el portafolio detrás de un poste de luz cercano al muelle, como precaución por si la negociación e intercambio de información con “La amiga” se tornaba brusco. - ¡Andrés! Mira hacia adelante, creo que la organización súper secreta ya llegó -me cuchicheó Esteban nerviosamente, precisamente a las 5:00 PM, en el muelle… Tres motocicletas que corrían en dirección a nosotros, estacionaron justamente pocos pasos frente nuestro. De los vehículos bajaron dos chicas y un muchacho; todos aparentemente muy jóvenes, aproximadamente tan solo de 16 años. Una de las muchachas era formidablemente alta y respingada; de rostro moreno y cabello negro azabache. Por otro lado, el muchacho, también alto, tenía cabello rubio, piel blanca, dos ojos verdes encendidos como luceros y un rostro que parecía ser muy amigable. Sin embargo, lo que nos llamó más la atención, fue la otra muchacha restante. Ella era sencillamente una preciosa excelencia femenina, bendecida con un rostro más hermoso que el cielo y las estrellas juntos, especialmente por esos bellos ojos azules como el mar y esos labios rojos, excitantes como píldoras de sangre fermentadas. Al verla, su belleza me resultó extrañamente familiar… y excitante. - Hola, mis desconocidos amigos. –habló clara, fuerte y abiertamente la muchacha alta. Tenía un extraño acento mitad árabe mitad americano- Me alegra que hayan venido. Permítanme presentarnos. Mi nombre es Natasha. - My name is Marco. Nice to meet you, guys. – comentó el muchacho rubio amistosamente. - Disculpen a Marco, el no sabe hablar muy bien español, -nos informó entre risitas, la chica hermosa y cautivadora que vimos antes- Yo puedo traducirlo. Él dice mucho gusto, al igual que yo. Mi nombre es Angie, soy italiana, espero que podamos ser buenos amigos... Esteban y yo también nos presentamos educadamente, un tanto extrañados por la plurinacionalidad presente en aquellos intrigantes personajes. ¿Qué carajos estaba haciendo un gringo de mierda, una excéntrica chica árabe y una preciosa princesa Italiana reunidas en nuestra humilde tierra latina? - Bien, ahora que ya nos conocemos, empecemos a hablar de negocios –dijo Natasha, que parecía ser la líder del grupo- Ustedes tienen las fotografías… ¿Estoy en lo correcto? - Si, las tenemos –corroboramos Esteban y yo al unísono. - Pues bien, entregádnoslas, y a cambio, les daremos 7 000 dólares en efectivo… Perdí el equilibrio de mis rodillas y estuve a punto de desmayarme de la emoción. ¡Siete mil dólares por tres insignificantes fotitos! ¡Qué suerte! - ¡No acepto! Guárdense su sucio dinero para su apestosos bolsillos de extranjeros multimillonarios –gimió Esteban, un tanto molesto con nuestros anfitriones.- Yo y Andrés no queremos plata. - ¿Qué mierdas estás diciendo, Esteban? –le recriminé enfadado- ¡Son siete mil dólares! ¡Claro que los queremos! - Recuerda, lo que dijo Jesucristo alguna vez “No solo de pan vive el hombre” –me sermoneó el molestosamente talentoso aprendiz sacerdotal. Luego, dirigió su mirada en dirección a los tres jóvenes frente nuestro- Disculpen, pero yo no vine aquí para recibir dinero de ustedes, yo solo busco saber la verdad acerca de las féminas satánicas en las fotografías... Creo que ustedes, al igual que nosotros, tienen la información que requerimos. - Mmmm, entiendo lo que deseas, mi querido amigo –respondió Natasha, la muchacha árabe- Pero no podemos decirles nada acerca de este asunto. Ya les dije que somos una institución secreta, es preciso mantener esa calificación… - Creo que deberán decirnos lo que saben, si quieren las fotografías… por supuesto –repuso Esteban valerosamente- Así que, te digo, que si no nos dices la verdad de todo este asunto, no podrás ver las fotos.... Natasha olvido repentinamente la educación y torció el gesto de forma muy grosera hacia nosotros. - Creí que serían más inteligentes… Y entonces, ante nuestro asombro, Natsha sacó una poderosa pistola de su chaqueta y nos apuntó violentamente. Justamente durante ese instante, Angie también desplomó un cuchillo de su chaleco, y Marco un imponente bate de beisbol. Los muy malditos habían venido preparados… Y lo pero era que solo estábamos a diez pasos de su alcance. - ¡Denme esas malditas fotografías o de lo contrario les vuelo la cabeza de un solo tiro! -exclamó Natasha mientras nos apuntaba. Repentinamente, sentí como si el cielo se estrellara contra mi corazón, todo por la insoportable agonía de vivir una situación tan punzante y peligrosa como esa. - ¡Por favor! No nos hagan daño –supliqué mientras dejaba escapar lagrimas colmadas de desesperación– Mi amigo y yo no hicimos nada malo… - ¡Deja de lloriquear como un bebe o te asesino ahora mismo! ¡Maldito imbécil! –bufó Natasha furiosamente. - ¡Hijos del demonio! Ustedes nunca tendrán esas fotografías… –grito Esteban fervientemente, con un valor sobrehumano solo capaz de provenir del mismísimo Dios de las alturas. – Yo y Andrés no vamos a sucumbir ante sus deseos, ¡Díganos la verdad o mátennos! –mire a Esteban estupefactamente. ¿Qué acaso ese temerario hombre no le temía a la muerte? - Pues si así lo quieres… -dijo Natasha mientras apuntaba definitivamente a Esteban con su arma… - ¡Espera, no dispares Natsha! –interrumpió Angie, la hermosa chica italiana, justo cuando Natasha estaba a punto de soltar el gatillo – Si disparas, el ruido del arma alertara a la vecindad y llamaran a la policía… Déjame asesinarlo yo misma, así será mucho más seguro y menos ruidoso. - De acuerdo, hazlo si quieres –concedió Natasha. Entonces, Angie comenzó a acercarse a Esteban a paso lento, con el cuchillo en sus manos. Las lágrimas iniciaron a volar desesperadamente por mi deteriorado rostro cuajado de miedo. Ver como Angie se aproximaba sádicamente con el arma asesina en manos resultaba un castigo insoportable… ¿Por qué a mi buen amigo? ¿Por qué tenía que sufrir el más bueno de todos? Angie recorrió la poca distancia que le quedaba con velocidad depredadora, y ante mi asombro absoluto, levanto su brazo airadamente e incrustó su filosa arma contra el cuello desprotegido de mi amigo. Esteban lanzo un aullido ensordecedor y lleno de angustia, para luego a retorcerse de dolor en el suelo. De su cuello emanaba un mar de sangre que caía desmesuradamente al piso y a sus ropas como una cascada color rojo. Era un escenario sanguinario traumático y tremendamente shockeante para mí, que había conocido al buen muchacho desde que era el chiquillo gordito, piadoso y con lentes cuadrados en el jardín de infantes… Pero ahora, solo era un alma torturada y maltratada, sufriendo la ferocidad de un castigo inmerecido totalmente horrible. - ¡Esteban! ¡No! No, no…. ¡Por qué!!! –gemí alarmado y shockeado, mientras me arrodillaba al suelo en procura de ayudar a mi compañero. - Andrés… -dijo él con dificultad – No les des las fotografías… ellos son de una secta satánica muy peligrosa… lo sé por los signos grabados en sus motocicletas… ¡Por nada del universo les entregues las fotos! ¡Promételo! - Por supuesto, mi amigo. Jamás, jamás lo haré –le corroboré mientras lloraba angustiosamente. - Siempre fuiste mi mejor amigo, Andrés. Nunca te olvidaré, y estaré velando por tu salvación cuando vuelva a los palacios de mi padre… Nos vemos en el reino de los cielos, hermano… Adiós. - No te vayas… esteban… ¿amigo? NOOOO!!! Era muy tarde, Estaban había exhalado su último abrazo de aire, y luego su cuerpo sin vida lo exhalo. - ¡Eh! ¡Pelotudo! Si no quieres sufrir las mismas consecuencias que tu amigo, danos esas fotografías ahora mismo –grito Natasha, mientras me apuntaba con su arma nuevamente. Entonces sentí como las fuerzas del inframundo tomaban comando de mi enfurecida alma humana, colmándola de rabia, ira y cólera contra esos despiadados seres que mataron a mi amigo. - ¡Malditos hijos de puta! ¡Natasha perra, negra, malparida, chúpame la verga maldita pelotuda! No les voy a dar sus cojudas fotos, ¡Yo mismo me voy a encargar de quemarlas bajo sus putos cadáveres! ¡Malditos sean! Por la furia que sentía en esos momentos, no paré de escupirles maldiciones, insultos y blasfemias desesperadamente. Estaba loco de la ira, pero consumido por la desolación de perder un pedacito de mi corazón muy importante… mi incansablemente buen amigo, Esteban. Bendito sea… - Ok, lo que tú digas –concluyó Natasha, un tanto frustrada – Todos elegimos nuestro propio destino… ¡Angie! - ¿Qué desea, señora? –respondió la Italiana. - Encadena al muchacho, lo llevaremos a nuestra base y lo tomaremos como esclavo –dijo Natasha. Luego me miró a mí, y dibujó una sonrisa maliciosa – Puesto que ustedes, los hijos de la iglesia, no quieren cooperar y tampoco le temen a la muerte, tendremos que servirnos de otra clase de presión para conseguir nuestros propósitos. Te torturaremos durante horas, días, o meses, si es necesario; con métodos inhumanos y estrictamente ligados a la crueldad. ¿Escuchaste, maldito perro faldero? Te sugiero que te prepares, porque en nuestro taller, poseemos herramientas especiales para llevar las almas al máximo nivel de sufrimiento sobrehumano. - Natasha, ¿Qué haremos con el cadáver? –preguntó Angie mirando despectivamente el cuerpo inerte de Esteban. - ¿No recuerdas por qué elegimos el muelle como lugar de reunión? Tíralo al mar de inmediato, no queremos que la policía se meta en nuestros asuntos… - Por supuesto, mi señora. –terminó Angie obedientemente –Sin embargo, para empezar las torturas del preso… ¿Qué le parece si obligamos al muchacho a comer los intestinos vivos provenientes del cadáver de su amigo? Sería algo memorable- dijo la siniestra Angie con una sonrisa felina. Los ojos de Natasha se iluminaron al escuchar tan macabra idea. Yo me estremecí… - ¡Por supuesto! Genial, Hagamos eso ahora mismo… - Mmmm, será mejor que lo haga yo sola, mi señora. Soy una experta con el cuchillo, y se me será más fácil extraer correctamente los intestinos del cadáver en soledad... -Natasha meditó un poco la idea de Angie, y frunció el ceño. - Está bien, hazlo sola. De todas maneras, no quiero verlo, acabo de comer. Toma esta pistola, por si el tipo quiere escaparse –Natasha le lanzó el arma a las manos de la italiana- Yo y Marco vamos a casa. Cuando termines de torturarlo, debes ir tú también. El señor Baginber esta aguradandonos… - Nos vemos allí… -se despidió Angie. - Adiós. ¡Marco! We have to leave. –Dijo Natasha. - Let´s go. –respondió el gringo. Natasha y Marco subieron a sus respectivas motocicletas y despegaron rápidamente. Pronto ya no había rastro de ellos… Solo quedaba mi siniestra torturadora, el cuerpo muerto de Esteban, y yo… Aunque estaba aterrado por el sufrimiento inhumano que debería resistir futuramente, mi corazón me recordaba algo mas afanoso e importante “Por nada del mundo les des las fotos, prométemelo…” Jamás iba traicionar mi promesa. El sacrificio de Esteban debía ser honrado… Con una fortaleza abrasante, y con una valentía plagada de apoyo divino, miré a mi futura castigadora a los ojos mientras sostenía el rosario ensangrentado de Esteban en mis manos. - Hagas lo que me hagas, juro solemnemente por Jesucristo y por mi amigo Esteban en el cielo, que ustedes jamás tendrán lo que quieren… -ella dibujo una sonrisa llena de dulzura y malicia, para luego acercarse a mí con una mirada hirviendo de pasión. - Ahora ya tengo lo que quiero, gracias a ti, mi amor – Se abalanzó sobre mis brazos sorpresivamente, sellando mi boca con la superficie de sus húmedos labios rojizos. Yo me arrebaté al sentir su beso, pero no alcance a pensar en nada más que en su deliciosa boca después de unos segundos. Sentí como mi alma era elevada a la octava dimensión de placeres mágicos incalculables; al momento en que la princesa Italiana decidió hacerse la reina de mi castillo. Instintivamente, empecé a friccionar su cintura con pasión animal, mientras ella enganchaba sus brazos dulcemente sobre mi cuello, mejorando mil veces el momento. Sin embargo, durante un instante dado, mi mente volvió repentinamente a la realidad y me solté de ella apresuradamente. - ¡Carajo! ¿Qué rayos estás haciendo, maldita perra? –grité enfurecido y sorprendido por la impulsiva actitud loca europea. Ella me miró divertida, y empezó a reírse un poco. - Besándote con todo mi amor, creo… ¿Hay algún problema? - En realidad no… pero… ¡Por qué! ¿Qué rayos está pasando aquí? ¿Por qué no estás torturándome? ¡Por qué estás haciendo esto! - ¡Tranquilo! Tienes que relajarte… -dijo Angie con tono tranquilizador. Luego, me dedico una hermosa y enloquecedora sonrisa – Digamos que no soy como Natasha y Marco… estoy de tu equipo –me guiño el ojo coquetamente y se arrodillo para mirar el rostro de Esteban – Tranquilo, tu amigo no está muerto… - ¿Qué dices? –grité tan asombrado que casi me desmayo por un segundo… -Él no está… ¿Muerto? - En lo absoluto. Yo jamás mataría a nadie, jajaja… Lo único que hice fue golpear con el mango del cuchillo una zona de su cuerpo estratégica, para de esa forma inmovilizarlo durante un par de minutos. - ¿Y qué hay de la sangre? –bufé enfadado sin creerme la mentira. - Tenía que ser convincente para Natasha y Marco… así que tuve que cortarle un buen tajo de carne. Espero que algún día me perdone. - ¿Cómo lograse darle con el filo del cuchillo y el mango al mismo tiempo? - Mmmm, años de práctica, soy experta en artes marciales y uso de armas. Aunque fui entrenada usando la espada, supongo que eso también me sirvió con el cuchillo… - ¡Pero es un corte demasiado profundo! –dije yo, un tanto molesto, pero infinitamente reconfortado por enterarme que Esteban aun estaba con vida. - Por eso mismo debes ir al hospital en este instante, antes de que Esteban muera realmente por desangramiento. –metió la mano en su bolsillo rápidamente y extrajo de allí un llavero- Andrés, en serio espero que sepas manejar una motocicleta… - ¿Qué? –grité indignado- Ni siquiera soy muy bueno con mi bici… - Deberás hacerlo, por el bien de Esteban. El hospital San Pedro esta a tan solo seis manzanas de este lugar. ¡Ayúdame a cargarlo! Apenas con la fuerza de los dos, logramos posicionar a Esteban correctamente en la parte trasera de la moto. También tomé el portafolio de fotografías (que como dije anteriormente, habíamos escondido detrás de un poste de luz) y lo deposite en una pequeña maletera. Después de estar preparado; ella me miro a los ojos y me besó en la mejilla. - Confío en ti, se que puedes hacerlo… - Eso espero… Entonces, Angie extrajo sangre del cuello de Esteban con las manos y comenzó a ensuciar sus propias ropas con la substancia… - ¿Por qué estas llenándote de sangre? –pregunté. - Le diré a Natasha que tú lograste quitarme el cuchillo, luego me atacaste y te robaste la motocicleta. La sangre en mis ropas será la cuartada perfecta… - ¿Vas a volver junto a Natasha? –le cuestioné un tanto alarmado. - Soy un agente infiltrado, Andrés. Seré mucho más útil dándoles información desde el campamento enemigo… - ¿Dando información a quién? - A los hijos de la iglesia… son la organización blanca -dijo Angie seriamente – Sé que es un tanto confuso, pero te juro que te explicaré todo. Solo encuéntrame mañana en el restaurante de comida rápida McDonald a las 3 AM… - ¿Por qué a las tres de la mañana? - Es la hora más segura en la que puedo huir de Natasha y el señor Baginber… Estaba a punto de preguntar quién carajos era el pelotudo señor Baginber, pero justamente un gemido lastimero de Esteban me alertó… estaba despertándose. - Solo trata de no acelerar tanto, y ten cuidado en la esquina de la calle Eglington. –me animó Angie, adivinando mis pensamientos. - ¿Qué tiene todo esto que ver con las chicas que veía por las noches? - Todo absolutamente, todo. Como ya te dije, te explicaré el asunto después… - Te veré hoy mismo a las tres. –dije mientras me subía a la motocicleta, y arrancaba el motor del acelerador. – ¡Ah! no olvides ordenar una hamburguesa para mí. –Angie se rió por mi inapropiada broma, para luego darme un pequeño, pero tierno abrazo - Cuídate, Andrés… ¡Ah! y no olvides que… Yo…Te amo. –me dijo entrecortadamente. Pise el acelerador de los nervios y la motocicleta avanzó por su cuenta, alejándose del muelle… Pero, aun con la moto corriendo a toda velocidad, decidí mirar hacia atrás para ver por última vez a esa italiana que ya estaba empezando a emocionarme… Y cuando lo hice, sentí una potente y profunda ráfaga de miedo quemarme el corazón… Vi el rostro infinitamente hermoso de una muchacha sonriéndome a lo lejos… Una sonrisa preciosa, excitante, y familiarmente diabólica… Exactamente idéntica a la sonrisa que observaba en el rostro nadadoras de la media noche… Fue entonces cuando mi cerebro comenzó a analizar posibles conexiones entre la emotiva y hermosa chica italiana que me había besado, con las misteriosas, y diabólicas mujeres sirenas satánicas que me cautivaron antes… Pero, por más conmovido y engatusado que me hallara, por supervivencia natural mi cabeza humana sólo podía concentrarse en una cosa a la vez, y durante esos vitales segundos, mi mente se hallaba tan solo enfocada en controlar esa indomable bestia metálica; y dirigirla correctamente hacia el hospital, antes de que sea demasiado tarde para Esteban… Categoría:Fantasmas