PropertyValue
rdfs:label
  • Glitchgamer: Play Again
rdfs:comment
  • La mejilla roja de su madre le provocaba alegría. La bofetada que le había propinado le suministró un goce que antes no había sentido. Hace unos momentos, Sara había estado jugando sus videojuegos en la computadora, nada fuera de lo común. Pero su madre pronto la llamó para cenar. Entonces, realmente irritada por la interrupción, se dirigió dando pisotones hacia el comedor y dejó completamente marcado el rostro de su madre; le gritó en la cara y se volvió a su habitación. Muchas veces repitió frente a sus compañeros de juego, si llegaban a decir que les aburría: -Sin juegos no hay vida.
dcterms:subject
abstract
  • La mejilla roja de su madre le provocaba alegría. La bofetada que le había propinado le suministró un goce que antes no había sentido. Hace unos momentos, Sara había estado jugando sus videojuegos en la computadora, nada fuera de lo común. Pero su madre pronto la llamó para cenar. Entonces, realmente irritada por la interrupción, se dirigió dando pisotones hacia el comedor y dejó completamente marcado el rostro de su madre; le gritó en la cara y se volvió a su habitación. Lo cierto era que Sara Hess, la famosa "Stalker", como se la apodaba en todos los juegos online que había jugado, amaba de verdad disfrutar aunque sea por unos momentos de ellos. No, por unos momentos no. Sara deseaba posar sus manos sobre los controles y teclas durante horas, días, quizá años; claramente no tenía amigos, y las pocas personas que alguna vez se habían acercado a hablar con ella no estaban tan enardecidamente locos por las consolas, por esos mundos virtuales a los que Sara acudía a diario. Su único amigo se apodaba "Inferno" y vivía en una ciudad vecina, hablando con Sara a través de las redes sociales o empezando partidas casi infinitas con ella... Pero el caso es que nunca, jamás, salía de su habitación. Si tenía la oportunidad de sumirse en los más profundos recovecos de mundos enteramente formados por diminutos píxeles, sin duda la aprovecharía; su apariencia era evidentemente desastrosa, porque no se bañaba, o lo hacía dos veces por mes. Muchas veces repitió frente a sus compañeros de juego, si llegaban a decir que les aburría: -Sin juegos no hay vida. El único que podía estar de acuerdo con eso era Inferno, pues en todo lo relacionado con los videojuegos la apoyaba. Y, de vez en cuando, se juntaban cuando él iba de visita a la ciudad de Sara y se pasaban todo el día en la computadora, o con complicados juegos de estrategia en la vida real tales como el ajedrez, la batalla naval y de guerra. Muy pronto en su vida virtual, empezada a sus once años, utilizó hacks. Hacks que modificaban los juegos online, los arruinaban para algunos players, y para ella le hacían más placentera la partida; justamente por eso casi nunca nadie jugaba partidas contra ella. Muy pocas veces asistía a la escuela, y su madre no había dicho palabra porque conocía a la perfección a su hija y sabía que si llegaba a decir algo más, explotaría. Se quedó en tercer grado de la secundaria, aunque ella ya tenía dieciocho años. Su educación no le importaba en lo más mínimo, ya que todo lo que quería en su vida ya lo tenía. Sus videojuegos, a Inferno y a su hermano. Su hermano se llamaba Jake, y era la única aparte de Inferno que parcialmente comprendía la obsesión insana de ella con los juegos. Numerosas veces jugó contra Sara al ajedrez, y la maestría de ambos era tal, que en algún momento debían dejar de jugar porque si no no terminaría; en los videojuegos online no era muy bueno ya que no tenía oportunidad de pensar detenidamente cada uno de sus movimientos. A la hora de jugar juegos tácticos y estratégicos era el mejor. Por su parte, Sara era apresurada e impulsiva, detectaba cada posible futuro movimiento de su oponente y utilizaba los suyos de manera que pudiera neutralizarlo o volverlo en su contra. Pero, al analizar tan rápido la imagen, no daba lugar a nuevas posibilidades, y por esto tantas veces Jake le había ganado. Quizá su hermano e Inferno eran las únicas personas que a Sara le importaban, pero el día que debió derramar lágrimas, al menos logró sacar una. El día de la muerte de su madre. Al tener ya dieciocho años y ningún empleo, Sara actuó muy egoístamente y se rehusó como a abandonar definitivamente su deporte... no... su vida. Los videojuegos eran su vida. Jake ganaba muy poco dinero con el trabajo que tenía, y la madre también, lo que la llevó a buscar más oficios y terminó muerta de cansancio; jamás durmió, eran al menos 21 horas de trabajo diario. En su funeral, Sara logró no sonreír, y una pequeña gota humedeció su mejilla. Probablemente fue eso lo que ensombreció su juego. Su permanente, infinito y malvado juego. Ella ya no paraba definitivamente de jugar, estaba absolutamente todo el día en la computadora o en las consolas, pero definitivamente nunca movía las piernas más allá de la puerta. Jake se encontraba preocupado, pero decidió dejar a su hermana tranquila porque vivió con ella durante toda su vida, y sabía cómo podría reaccionar Sara... Así fue durante un tiempo. Hasta que llegó la hora de empezar el verdadero juego, el Round 2.