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  • Dulce melodía
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  • De pequeña era muy débil. Sufría de diversas enfermedades heredadas por parte de mi madre, ella murió a causa de esto. Mi padre dedicó su vida a protegerme, aislarme de todo con el pretexto de mantener mi salud. Pasé mi infancia encerrada en una gran casa, de largos e interminables corredores y escaleras en espiral. Los años pasaban, mis hijos crecían, los golpes aumentaban. No soportaba ver llegar a mi marido borracho o con otra mujer en los brazos. Mi única e inseparable compañía era mi caja musical de melodía monótona.
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  • De pequeña era muy débil. Sufría de diversas enfermedades heredadas por parte de mi madre, ella murió a causa de esto. Mi padre dedicó su vida a protegerme, aislarme de todo con el pretexto de mantener mi salud. Pasé mi infancia encerrada en una gran casa, de largos e interminables corredores y escaleras en espiral. Tenía un gran don para el canto. Mi padre dice que lo heredé de mi abuela. Por las tardes solía cantar mientras mi padre tocaba el piano, creo que esos son los recuerdos más lindos que tengo con él. Como era inevitable, mi padre se consiguió otra mujer, mi madrastra. Ella era muy dulce conmigo, el problema era su hijo; lo único que recuerdo de él eran sus ojos azules y sus manos. Pasaron los años, no recuerdo exactamente cuántos. Como era tradición en mi familia a la edad que poseía, era la candidata perfecta para contraer matrimonio. Mi padre rechazó numerosos candidatos, solo se quedó con quien, según él, “cuidaría bien de mí”. Terrible decisión: mi hermanastro fue el elegido. Ya que no éramos parientes de sangre, no le vieron problema y la boda se realizó. De obsequio mi abuela me dio una pequeña caja musical con una pequeña bailarina de marfil que giraba lentamente al son de la delicada melodía, la cual solía ser interpretada por mi padre en el piano. Los primeros años fueron color de rosas, pero después de dar a luz mi primera hija la situación trastornó. El dulce hombre que conocí desapareció. Me trataba de inútil e idiota. Mis condiciones físicas no ayudaban mucho y me era casi imposible realizar las tareas de la casa, me fatigaba muy rápido, no soportaba tanta presión. El día que di a luz a los gemelos casi muero. Permanecí durante días en el hospital; al salir me encontré con el infierno en casa. Mi marido me golpeó de forma brutal, después de la paliza apenas podía estirar la mano, mi piel algo morena se vio colorada de diferentes tonos de púrpura y rojo. Los años pasaban, mis hijos crecían, los golpes aumentaban. No soportaba ver llegar a mi marido borracho o con otra mujer en los brazos. Mi única e inseparable compañía era mi caja musical de melodía monótona. El día que mi marido, borracho, sorprendió a mi hija mayor con un hombre no se contuvo y les disparó a ambos. Recuerdo los gritos de los gemelos, el carmesí que se deslizaba por el suelo, el sonido de objetos que se destruían al impactar violentamente contra el suelo, los disparos posteriores que acabaron con mi hijo menor, incluso puedo verme empuñando el arma y clavándola en la garganta de mi marido. Después de esto, pasé mis últimos años en una habitación blanca y acolchada, atormentada por la melodía que retumba en mis oídos. Apenas puedo moverme, mis brazos están muy juntos en mi camisa de fuerza. No sé qué fue de mi hijo, esté donde esté espero que esté bien. Ya no importa nada, después de todo mis pulmones comenzaron a ceder unos días atrás, los doctores dijeron que no me quedaba mucho tiempo, pero eso ya no importa, me alegra morir junto a mi hija que esta peinando su cabellera en una de las esquinas de la blanca habitación y a los gemelos que juegan como siempre, pero lo que más me hace feliz es la melodía, idéntica a la de la caja musical, cantada por una dama alta y pálida, muy delgada que viste de negro. También ella se ha sentado junto a mí con sus manos frías puestas en mi rostro, y su boca contra mi oído la tararea más y más fuerte.