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| - Debido a mi apariencia extravagante y a que vivo en los bosques, me suelen llamar Fox Killer. Sí, amo los bosques, los habito día tras día y en los troncos huecos de sus pinos duermo, ¿por qué? La curiosidad me atormentaba como la sed. Me atraía terriblemente el hechizo de sus árboles, la penumbra bajo sus hojas, el color de sus rocas. Esa tarde no pude soportarlo más, tras meses indefinidos de tortura psicológica, y fui adentrándome en lo profundo de su sombría espesura. Cuánto tiempo me llevó, lo ignoro. Pero un fuerte disparo me despertó de mi ensimismamiento, mientras una bandada de pájaros levantaba el vuelo. ¿Por qué me precipité aún más en el bosque? Sentía que me protegería, que sus ramas nudosas y el cielo azulado atravesado de sombras me serían un consuelo. La noche cayó. Pero la noche miente. Tampoco puedo explicar por qué un frío extraño y horrible me atravesó la espalda, como un cuchillo que corta sin piedad. Luego un mazico golpe a la cabeza me dejó inconsciente. Aún entre las sombras del sueño sin sueños, pensé que aquel que había "disparado" me había encontrado. ¿Por qué lo pensé? No lo sé. Cuando volví en mí un gran dolor invadió mi cuerpo. Mis miembros estaban mutilados, esparcidos mis intestinos, y la piel arrancada de mi rostro podía palparla, descascarada, mustia, la carne al rojo vivo. Él o ella..., ¿por qué? Nuevamente anduve desorientada... Caminé y caminé hasta no poder dar un paso más. ¿Cómo podía hacerlo sin piernas? No lo sé. Me tendí sobre el suelo musgoso: a mi lado yacía el cadáver de una zorra. Una bala le había dado muerte. ¿Por qué tomé sus despojos ensangrentados y comencé a unir sus miembros con los míos, su extinto ser con el mío? Mis huesos se estiraron, adquiriendo la consistencia de los restos del animal, prolongando piel velluda y músculos. Sus colmillos ocuparon mis mandíbulas, la cola surgió de mi rabo y las orejas puntiguadas asomaron por entre mi cabello hirsuto. Sabía que mi anatomía era semihumana, pero el porqué, aún el cómo, no. No muy lejos hallé la guarida de la zorra, repleta de cachorros de zorro. Los había olfateado, experimentaba el olor de sus pieles, los sentía parte de mí. Me decidí a criarlos. Movida por instintos maternales, les entregué mis antiguos miembros arrebatados. Los pequeños royeron los huesos, bebieron de mi sangre, saborearon mi carne. Con el curso de las estaciones, la juventud los tornó ágiles, fieros y astutos. Arrasamos pueblos pequeños cuando las presas escasearon. Nuestros manjares favoritos eran los bebés humanos. Pero pronto los pueblos pequeños fueron cubiertos por la bruma de lo fantasmal y lo desierto. Desde remotos parajes llegó una turba de hombres armados, deseosos de justicia, alertados por las noticias de los pocos sobrevivientes a las masacres diarias: "Fox killer, fox killer tiene hambre, siempre tiene hambre". Mis hijos y yo los aguardamos ocultos en las sombras. Ninguno opuso resistencia por mucho tiempo. Y la fama de mi nombre se propagó por sus pueblos y más allá, donde se pierde el sol. Desde entonces nos resignamos a los roedores y a uno que otro animal grande desprevenido, porque los hombres evitaban mis bosques. Paralelamente a estos sucesos, al ascender la luna en el cielo, oía ese disparo, seguido del rumor de las aves; entonces sentía ese frío en mi espalda y el dolor que me causó fusionarme con la zorra. Y mi amor por los bosques aumentaba y mis instintos me pedían carne y sangre. ¿Por qué? No lo sé. Una noche, en que se cumplían tres años desde el comienzo de mi nueva vida, la vi. Una vieja repulsiva, demacrada y de largos cabellos ceniza. Hablaba palabras incoherentes y farfullaba sinsentidos al aire, que resonaban como disparos. Creo que era una bruja. Yo la vi ciertamente, y ella me devolvió la mirada, riendo maliciosamente. -Mis conjuros siempre aciertan, monstruo. Así se saldó una cuenta pendiente con tu difunto padre. Agradece que te ofrecí un destino peor que la muerte. Así interpreté esos sonidos ensordecedores y siniestros. ¿Cómo? No lo sé. Sentí un odio mortal hacia el bosque, hacia mis hijos, hacia lo que me había convertido. Mi odio incendiaba mi corazón, mis músculos vibraban. Salté sobre la vieja arrogante, quien me aguardaba con un cuchillo fino y pulido. La hoja fría que ya conocía penetró mi pecho, pero aún pude destrozar su vientre y arrancar sus intestinos. Y aunque ella, en su agonía, me apuñaló numerosas veces, yo, ebria de ira, mutilé sus miembros y le arranqué con los dientes la piel de su rostro. Moribunda luego me recosté sobre la hierba, desangrándome terriblemente. Una locura, fue una locura lo que me llevó a tomar los despojos de la bruja... Han pasado los días. Bajo la luz de la luna elevo mi voz confusa y como el viento. Esta tarde mis embrujos han atrapado a una joven ingenua. Categoría:Animales Categoría:Brujería/Hechicería
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