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  • Anya, Maestra del Vudú
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  • Anya caminaba tranquilamente hacia la costurería Había salido a comprar parches y tela para tejerle un traje a su hermano menor, en primaria, que tenia que participar en una obra la semana siguiente. Ya era algo noche, pues no había podido comprar los materiales debido a la hora de salida que tenía en la universidad, y no pudo ir mas temprano. Era apenas el primer semestre que cursaba, pero a sus profesores parecía no importarles, y les encargaban cantidades exuberantes de tareas desde el primer día de clases. Entonces tropezó. Cayó de golpe vontra el piso mojado, pero sin soltar sus cosas.
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  • Anya caminaba tranquilamente hacia la costurería Había salido a comprar parches y tela para tejerle un traje a su hermano menor, en primaria, que tenia que participar en una obra la semana siguiente. Ya era algo noche, pues no había podido comprar los materiales debido a la hora de salida que tenía en la universidad, y no pudo ir mas temprano. Era apenas el primer semestre que cursaba, pero a sus profesores parecía no importarles, y les encargaban cantidades exuberantes de tareas desde el primer día de clases. Al salir salir de su casa estaba apenas nublado, pero cuando salió de la tienda empezaba a llover con fuerza creciente, de forma que a un par de calles se vió obligada a correr para no empaparse de más. Lo que más le preocupaba era su cabello; una larga trenza castaña que le llegaba hasta le cintura, y que tardaría horas en arreglárselo si no se daba prisa. Entonces tropezó. Cayó de golpe vontra el piso mojado, pero sin soltar sus cosas. Intentó levantarse, cuando un hombre se acercó a ella y la tomó de la mano. Anya estubo a punto de darle las gracias, pero el hombre, en vez de soltarla, la sujetó con mas fuerza. -Eh, niña, ¿A dónde vas con tanta prisa?- preguntó lel hombre, irritado. -Sí, ¿no sabías que es mala idea andar sola por la calle a estas horas? En cualquier momento puede llegar algún violador pervertido, y hacerte cosas malas que no te gustarían, ¿Verdad, chicos? -Sobre todo tratándose de una muchachita tan bonita como tú.-Corroboró otro a sus espaldas. Anya se debatía con fuerza e intentaba gritar, pero una mano gruesa le sujetaba la boca, dos de los brazos y un par más en lugares indebidos. -No te preocupes, niña, si te portas bien y no opones nada de resistencia, te prometo que te damos un regalo. - A menos, claro, que pasar la noche con nosotros sea suficiente recompensa como para ti. Anya, paralizada de miedo, no halló palabras para responderles (como si hablarles hubiera servido de algo). Giró la cabeza en todas direcciones, en vusca de ayuda, y a un par de calles de distancia, vió a Alexander, su novio. Cminaba despreocupadamente por la calle, y al parecer no la había visto. Los homres la empezaron a arrastrar hacia el callejon, pero ella se devatía. Intentó gritar para llamar la atencion de Alexander, pero un hombre se interpuso ante él y le disparó en la frente. Después de aquello no tuvo fuerzas ni para mantenerse consciente de lo que la rodeaba. Cuando Anya despertó ya no llovía. Estaba en una habitación bastante sucia, con todas las paredes manchadas de sangre, y en el piso había excrementos y basura, y estaba plagado de ratas, algunas vivas y otras no tanto. Intentó levantarse, pero le dolían todos los músculos, y al cabo de unos instantes se dio cuenta de que toda la sangre derramada era suya, o al menos eso pensó por las cortadas que tenía en todo el cuerpo. Brazos, piernas, torso y rostro… parecía como si aquellos hombres le hubieran arrancado la ropa a base de cuchillos, pues ahora estaba completamente desnuda, con manchones de sangre por doquier. Su ropa estaba a un par de pasos de distancia, pero tan rota y sucia que parecían un montón de trapos viejos, y se camuflaban con el resto de la habitación. Se dijo a si misma que si se quedaba donde estaba moriría, si no era desangrada entonces la sed acabaría con ella en un par de días, así que hizo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban y consiguió arrastrarse lentamente hacia su ropa. Cuando a alcanzó vio que al lado estaba la bolsa en la que se había llevado los materiales de costura. Los tomó y empezó a parcharse las heridas, una por una, rezando por que los parches fueran suficientes para sellar todos los cortes. Tardó varias horas en terminar, pues el agotamiento no la dejaba trabajar a velocidad normal, pero cuando terminó vio que aún le quedaba material suficiente para arreglarse la ropa, y Anya no tenía intenciones de salir desnuda a la calle, y tomando en cuenta lo que había pasado cuando estaba vestida… Al terminar pasaba del medio día, y cada vez estaba más débil. Salió de la habitación con intención de pedir ayuda, pero no tenía ni idea de en donde se encontraba, y todas las casas parecían abandonadas. Se decidió volver a entrar, pues no sabía si fuera habría algún otro peligro. No tenía ni idea de que hacer, pues no tenia dinero para viajar en autobús o en un taxi, y su débil estado le impedía salir a explorar caminando. Empezó a buscar en la basura, por si llegaba a encontrar algo que le fuera de ayuda, pero solo había trapos y juguetes viejos, incompletos y rotos. Los comenzó a reparar, pes pensó que se sentiría un poco mas segura con alguien acompañándola, aunque solo fueran un par de juguetes medio rotos y deformes. Cuando terminó ya era casi de noche otra vez. Hizo dos muñecos, bastante feos y de pésima calidad, a punto de romperse, pero almenos se sentía acompañada. Aquella sensación de seguridad la reconfortaba, la hacía sentir libre, disminuyendo en parte el dolor que sentía. No supo cómo, pero de un momento a otro estaba en casa de Alexander, recostada en su cama. -No te muevas, aún estas débil. Alexander le pasó un paño mojado por la frente. -Me alegra que despertaras, ya llevabas casi una semana dormida. Intenté quitarte los parches y coserte las heridas, pero parece que se te quedaron pegados a la piel, y no quería continuarte dañando. -¿Qué estoy haciendo aquí? -No podía llevarte a un hospital; ya estabas demasiado malherida como para viajar cinco kilómetros en ambulancia, así que decidí dejarte aquí. -¿Como llegue aquí?- corrigió, al ver que Alexander no entendía la pregunta. -Los muñecos fueron a buscarme, y me llevaron a donde yú estabas. Estabas tirada y medio muerta a mitad de un callejon cuando te encontré. Intenté quitarte los parches, pero creo que se quedaron pegados, quizás para siempre. -¿Qué muñecos? Entonces una figurilla, similar a un títere, pero con el cuerpo aparentemente mutilado, saltó sel piso a la cama para que Anya lo viera. -¡Se mvió!- gritó la chica, horrorizada, dandole un golpe y tirandolo contra la pared, al otro lado de la habitación. El jueguete se levantó se dirigió lentamente hacia su brazo derecho, que se había sedprendido. Intentó ponerselo, pero no entraba, y se tiró al piso, como si llorara. -No...- susurró Anya, dolida, y fue a recogerlo con lagromas en los ojos.- Perdoname... yo no quería... -¿Donde los encontraste?- Preguntó Alexander, poniendole una mano en el hombro. -Yo... creo que yo los hice- respondió su novia con voz temblorosa, abrazando el muñeco. -¿Cuando ocurrió? ¿y por qué estás tan herida? Anya empezó a contarle toda la historia de como fue capturada y maltratada por aquellos hombres, y de como se había parchado la heridas para no desangrarse. -...Los muñecos los hice para sentirme acompañada... para sentirme protegida... jamás pensé que se levantarían y me protegerían de verdad... -No te preocupes, ahora todo está bien, yo... -¡NADA ESTÁ BIEN!- gritó ella, empujandolo y apartandose- ¿Como puede estar bien, luego de lo que me hicieron? Quiero... quiero que los mates a todos. -¿Disculpa? -Quiero que los busques y los asesines... ¡NO! quiero que los tortures... que los hagas sufrir... que el dolor los haga suplicarte por que los mates... quiero... -¿Como esperas que yo, un simple adolescente promedio, lo consiga? -No eres un adolescente promedio.- se acercó a él y lo tomó del brazo, tiró con fuerza y lle arrancó un pedazo... pero no de piel. En vez de piel tenía sobre el cuerpo algo similar a la seda, y, debajo, el brazo era todo de madera. -¿Cómo te diste cuenta?- Dijo Alex, desconcertado.-¿Como supiste que soy un maniquí? -Hace unos días, cuando esos hombres me llevaron con ellos. Yo vi cuando te mataron. Te dieron un tiro en la frente. No sé que más te pasó, pero sé que me puedes ayudar... si tú quieres. -Claro que te ayudaré.- Levantó el brazo izquierdo, del que le habían arrancado la piel falsa, y se pasó la mano derecha lentamente desde el codo hasta la punta de los dedos, reparando la herida reciente.- Nos vengaremos de lo que te hicieron... de lo que nos hicieron a ambos.- Sonrió, dejando entrever decenas de dientes tandelgados y afilados como agujas. No dejaremos ni uno vivo.Categoría:DemoniosCategoría:Muñecos
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