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  • La noche más oscura
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  • Viajábamos con el frío quemando nuestros pulmones. Hacia horas que no parábamos de caminar. Era el mes de enero de 1945; formaba parte de un grupo de cuarenta soldados perteneciente a la segunda división de infantería del ejército de los Estados Unidos. El objetivo se encontraba a quince kilómetros de distancia, lo hacíamos a pie, puesto que aún existía algo de resistencia Nazi y era necesario neutralizar las tropas enemigas que encontráramos en el camino. Algo se movía, acercándose desde los árboles. Lo miré durante un rato, pero era imposible obtener una impresión clara a través de las ramas.
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  • Viajábamos con el frío quemando nuestros pulmones. Hacia horas que no parábamos de caminar. Era el mes de enero de 1945; formaba parte de un grupo de cuarenta soldados perteneciente a la segunda división de infantería del ejército de los Estados Unidos. Nuestra misión era llegar al campo petrolífero de Edelweiss al norte de Stutthof, donde las tropas alemanas habían puesto cargas explosivas en los pozos de petróleo con la finalidad de hacerlos estallar en cuanto llegaran los efectivos de la coalición, acatando las órdenes de Führer convirtiéndolos en “tumbas de fuego” creando caos y destrucción. Nuestra misión consistía en desactivar los explosivos y asegurar el área antes de que las fuerzas del dictador alemán lograran su cometido. El objetivo se encontraba a quince kilómetros de distancia, lo hacíamos a pie, puesto que aún existía algo de resistencia Nazi y era necesario neutralizar las tropas enemigas que encontráramos en el camino. La marcha se hacía pesada debido al equipo y armamento de dotación que portábamos. El cielo estaba plagado de nubes negras, aun así se podían escuchar los motores de los aviones volando a gran velocidad sobre el espacio aéreo alemán. El frío era inclemente pero; pese a esto, nos movíamos con rapidez. Enfrente, a tan solo unos centenares de metros, el cielo se iluminaba con los fogonazos de las bombas y misiles que dejaban caer los aviones. A lo lejos, las lenguas de fuego de algunos pozos que se encontraban ardiendo despedían nubes de humo negro que hacían que el cielo se hiciera aún más oscuro, el olor del combustible quemado inundaba el aire y lo hacía casi insoportable. La resistencia era en efecto mínima: un reducido número de soldados y algunos niños que fueron obligados a enlistarse. La incursión no duró más que un par de minutos, hasta que el ruido de los disparos cesó. Nos ordenaron comprobar si quedaban sobrevivientes, quede pasmado al contemplar lo que quedaba del enemigo; el espectáculo era dantesco. Cadáveres desmembrados, carbonizados, órganos diseminados por doquier, cuerpos incendiados proyectados contra las paredes de la trinchera, otros describiendo posiciones grotescas, inauditas producto de las ondas expansivas que les hacían parecer marionetas. El color púrpura teñía por doquier el lugar, como si una mano gigante se hubiera sumergido en una piscina de sangre y la había sacudido en ese sitio; el olor a muerte reinaba en el ambiente. Nos tocó limpiar el lugar y enterrar los cadáveres, no hubo compasión para los heridos. Después, todo quedo en penumbras. Nuestro oficial al mando nos dijo que pasaríamos la noche allí. La noche había llegado con su manto de negrura para ocultar aquel escenario de desolación. Me dieron las tres de la mañana sin poder dormir. El viento soplaba con fuerza y las copas de los árboles se estremecían agitadas por la fuerza incontrolable de la naturaleza. Alce la vista y vi a unos cuantos soldados patrullando los alrededores. Hacíamos turnos para vigilar el perímetro, el mío había terminado hace tres horas y solo faltaban dos para continuar con nuestra avanzada. La peor parte de todo es que desde donde estaba, podía ver las tumbas de varios niños abatidos; montones de tierra, apilados con piedras y todo. Se podía asumir que no los habían enterrado demasiado profundo y además, eran tumbas a la mitad de la nada; así que por supuesto que mi atención estaba fija en ese punto, por mucho que quisiera desviar la vista hacia otro lado. Vi a uno de los soldados corriendo directamente hacia a mí, su rostro estaba desencajado, pálido, tembloroso, presa del pavor que sentía. Solo se quejaba y decía cosas sin sentido, intentamos calmarlo pero era inútil. Había sangre en su ropa, le preguntamos de quien era pero lo único que hacía era cogerse la cara y sollozar. No estaba herido así que fue fácil suponer que no era de él, había matado a su compañero en un ataque de locura y desesperación. O bueno, eso es lo que mayoría pensaba. Nos dividimos en grupos de cinco para encontrar el cuerpo, era más que seguro que después de eso nuestro oficial le destaparía la tapa de los sesos. Estaba rodeando el campamento, tenía a mi espalda las tumbas y al frente el bosque. De pronto sentí un escalofrió recorrer todo mi cuerpo. El soldado que estaba a mi costado tenía la mirada perdida, intentaba hablar pero por el miedo no podía. Y entonces vi la peor cosa que he visto en toda mi vida. Algo se movía, acercándose desde los árboles. Lo miré durante un rato, pero era imposible obtener una impresión clara a través de las ramas. Por algunos minutos pude asumir que se trataba de un par de caballos muy pálidos, algo así como andando entre los árboles, uno al lado del otro. Pero entonces la luz de la luna lo iluminó, y vi que no eran dos cosas sino una sola. Un torso ancho con forma humana. Finalmente lo pude ver bien. Me pareció contar seis patas. Su textura debe de estar entre la de un caballo y una araña; dos brazos justo en donde cualquier persona debería tenerlos, pero más o menos un metros más largos de lo que nadie podría, cabeza calva… su cara era un bulbo enorme, raro, con un entrecejo deforme y una nariz parecida al pico de un pájaro… no tenía ojos, la piel simplemente se le hundía en donde debieron haber estado. Parecía que tenía una boca más o menos normal debajo de todas las enormes deformidades que le cubrían el rostro… Se movía con gracia y a cada paso de sus patos provocaba una especie de golpecito suave sobre el suelo. Habrá medido unos dos o tres metros. Cuando está cerca, comienza a acercarse a las tumbas y es entonces cuando finalmente salgo del trance en el que estaba metido y abro fuego. Le grito lo más fuerte que puedo a mi compañero para que haga lo mismo pero cuando lo hace no parece comprender lo que está mirando. La cosa se inclina y comienza a escarbar en la tumba de uno de los niños con las manos. El grupo corre rápidamente al escuchar los disparos y entonces él soldado que antes habíamos interrogado comienza a gritar como una niña, corre con todas sus fuerzas gritando: “¡volvió, está allá afuera, volvió!”. Cuando vuelvo a mirar la cosa se encuentra escarbando furiosamente en la tumba del niño, la tierra salta como si fuera lanzada con paladas; escucho al resto disparando a ráfaga, pero eso no lo inmuta en lo más mínimo, la cosa mete las manos en el agujero y saca de la pierna lo que parece en comparación, un muñeco de trapo. La cosa arranca y comienza a galopar de vuelta al bosque, puedo escuchar como a su paso se rompen ramas y justo en ese momento lo escuchamos, podemos escucharlo todos. Un niño llorando, desesperadamente, en la dirección en la que el monstruo desapareció. No recuerdo que ni siquiera nos hayan dado la orden de perseguir esa cosa, corríamos y disparábamos a la vez, cuando nos dimos cuenta ya nos habíamos adentrado lo suficiente para no reconocer el camino de vuelta. Escuche a nuestro oficial soltar unas maldiciones, todos lo hicimos con él. Todos estábamos muy asustados, unos más que otros, como yo. Sentía que me faltaba el aire, me dolían las entrañas y encima empezaba a tener arcadas. Y justo cuando empiezo a creer que estamos lo bastante jodidos empieza a llover. Uno de los cabos nos da una señal para reagruparnos, apenas y puedo sostener el rifle. De la nada, un grito hace eco en todos nosotros. Me negaba a creer lo que mis ojos me mostraban, pero estaba allí, delante de mí, con sus nosecuantas patas bien asentadas en la tierra, había matado a cuatro al instante. Fue una masacre, éramos juguetes para él. Ni siquiera tenía el más leve rasguño. El miedo se apoderaba de mis sentidos, estaba paralizado ante la especie inédita, mi pulso empezó a temblar, lo pude comprobar cuando lo fijé en la telúrica mira de mi rifle. Lentamente el monstruo se iba aproximando. Sus patas toscas y gruesas daban el primer paso hacia mí, me sentía aterrado, emití un pequeño chillido mientras mi cuerpo se estremecía al saberme presa. Cuando la bestia empezaba a tomar velocidad en su pasos, solté un disparo que al parecer dio en el blanco, una explosión de sangre salpicaba los troncos de los árboles, a continuación un lastimero alarido emanaba de su ser, el sonido me hizo soltar el rifle y cubrir mis oídos con ambas manos, me doble del dolor. Cuando el dolor cesó, un concierto de lamentos se hizo presente. El escenario estaba teñido de sangre. Algunos de los soldados se retorcían de dolor, hombres sin brazos, piernas, uno solamente conservaba un brazo, con el que trataba de arrastrarse sin lograrlo, los gritos de dolor y los sollozos de los heridos eran inaguantables. Trate de levantarme como pude, con mucho esfuerzo lo logré. Entonces pude ver la maldad, el tiempo había dejado de existir. Sólo existían los ojos. Dos enormes globos blancos brillando en la oscuridad absoluta. Estaba sentado con las piernas cruzadas sobre el pecho de un cadáver y me miraba fijamente a los ojos. Olía realmente mal. Tenía el cuerpo un poco hinchado y los músculos muy rígidos. No podía saber si había sido el niño que había desenterrado esa cosa, ya no importaba. Solo podía lamentar no estar muerto. De pronto un grupo de sombras se hizo presente, en un instante me vi rodeado de ellos. Todos y cada uno llevaban velas, un extraño símbolo decoraba su oscura vestimenta. Con sumo cuidado se agacharon en frente del niño en medio de rezos y balbuceos incoherentes. Y vi el mal. Lo que vi me impacto tanto que quise arrancar aquellas imágenes de mi mente como fuera. En un último acto me lleve el pulgar y el índice a ambas manos, hundiéndome las uñas hasta quedar completamente ciego. Hice mi noche más oscura y pensé que había puesto fin a mi lamento. Bajo la lluvia, en medio de sangre y carne, el bramido de la bestia me da a conocer la respuesta a mi pregunta. Categoría:CO Categoría:Demonios Categoría:Brujería/Hechicería Categoría:Lugares
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