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  • Estrella vespertina, Libro duodécimo de 2920
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contenido
  • ord Glavio, disculpándose por el estado del camino que cruzaba el bosque, fue el primer emisario en recibir a Vivec y a su escolta cuando llegaron. Una línea de esferas ardientes decoraba los árboles sin hojas que rodeaban la villa, meciéndose en la suave brisa nocturna. Dentro se podían escuchar las celebraciones y una triste melodía. Eran las canciones invernales tradicionales de los akaviri. Versidue-Shaie recibió a Vivec en la puerta principal. "Me alegro de que recibieses mi mensaje antes de llegar a la ciudad", dijo el potentado, llevando a su huésped a una gran y cálida habitación. "Pasamos por un momento difícil de transición, es mejor no discutir nuestros asuntos en el capitolio". "¿No hay heredero?", preguntó Vivec. "No, no hay ningún heredero oficial, pero hay varios primos lejanos que se disputan el trono. Mientras se resuelve el tema, la nobleza ha decidido que sea yo quien actúe en nombre de mi difunto señor", Versidue-Shaie hizo una señal y los sirvientes trajeron dos cómodas sillas y las pusieron cerca de la chimenea. "¿Prefieres firmar el tratado ahora o quieres comer algo antes?" "¿Pretendes honrar el tratado del difunto emperador?" "Pretendo hacer todo igual que mi emperador hizo en vida", dijo el potentado.
  • l sol de la mañana de invierno brillaba a través de la escarcha de su ventana cuando Almalexia abrió los ojos. Un anciano curandero le pasó un trapo mojado por la frente, sonriendo con alivio. Dormido en la silla junto a su cama estaba Vivec. El curandero se ausentó por un instante y volvió con un poco de agua. "¿Cómo te sientes, diosa?", preguntó el curandero. "Como si hubiese estado dormida durante mucho tiempo", dijo Almalexia. "Y lo has estado. Quince días", dijo el curandero tocando el brazo de Vivec. "Maestro, levántate. Está hablando". Vivec se levanto de repente, y cuando vio que Almalexia estaba viva y despierta le apareció una amplia sonrisa en la cara. Le besó la frente y tomó su mano. Por fin su piel era cálida como antes. La tranquilidad de Almalexia se interrumpió de repente: "Sotha Sil..." "Está sano y salvo", dijo Vivec. "Trabajando en una de sus máquinas de nuevo en algún lugar. Se hubiese quedado aquí también, pero sabía que era de más ayuda si continuaba con sus investigaciones". El capataz del castillo apareció en la puerta. "Perdona que te interrumpa, maestro, pero quiero comunicarte que tu mensajero más rápido partió anoche hacia la Ciudad Imperial". "¿Mensajero?", preguntó Almalexia. "Vivec, ¿qué ha pasado?" "Debía ir a firmar una tregua con el emperador el día seis, así que mandé un aviso de que se posponía". "Ya no puedes ayudarme aquí", dijo Almalexia, levantándose con esfuerzo. "Pero si no firmas esa tregua, pondrás Morrowind de nuevo en el campo de batalla, quizás durante otros ocho años. Si partes hoy puede que llegues a la Ciudad Imperial solo con un día o dos de retraso". "¿Estás segura de que no te seré útil aquí?", preguntó Vivec. "Sé que Morrowind te necesita más".
  • l emperador Reman III estaba sentado en su trono, observando la sala de audiencias. Era espectacular; de las vigas colgaban lazos plateados, había calderos con finas hierbas ardientes en cada rincón y mariposas pyandoneanas revoloteaban por el aire cantando su canción. Cuando las antorchas se iluminasen y lo sirvientes comenzasen a abanicar, la habitación se transformaría en un reino de fantasía. Ya se podía oler la cocina: especias y asados. El potentado Versidue-Shaie y su hijo Savirien-Chorak se adentraron en la habitación, con exuberantes peinados y joyas tsaesci. No había rastros de sonrisa en su dorada cara, pero se sentía en la mirada. El emperador recibió a su consejero con entusiasmo. "Esto debería de impresionar a esos salvajes elfos oscuros", bromeó. "¿Cuándo se supone que llegarán?" "Acaba de llegar un mensajero de Vivec", dijo el potentado solemnemente. "Creo que sería mejor si lo recibieses a solas, majestad imperial". El emperador dejó de bromear e hizo una señal a sus sirvientes para que se retirasen. Se abrió la puerta y lady Corda entró en la habitación, con un pergamino en la mano. Cerró la puerta tras de sí, pero no miró al emperador a la cara. "¿El mensajero ha dado la carta a mi querida?", dijo Reman, incrédulo, levantándose para coger la misma. "Esa es una manera bastante poco ortodoxa de entregar un mensaje". "El mensaje en sí ya es bastante ortodoxo", dijo Corda, mirándole a su único ojo sano. Con un rápido movimiento, puso la carta bajo la barbilla del emperador. Sus ojos se abrieron y cayó sangre a través del pergamino en blanco. En blanco, así es, excepto por una pequeña mancha negra, el símbolo del Morag Tong. La nota cayó al suelo y dejó ver la daga que escondía detrás, la misma que ella ahora retorcía y le cortaba el cuello de lado a lado. El emperador cayó al suelo, soltando un alarido. "¿Cuánto tiempo necesitas?", preguntó Savirien-Chorak. "Cinco minutos", dijo Corda, limpiándose las manos de sangre. "Si me puedes proporcionar diez, te estaré doblemente agradecida". "Muy bien", dijo el potentado mientras ella huía de la sala de audiencias. "Tenía que ser una akaviri, el modo en que maneja la daga esa chica es excepcional". "Debo ir a establecer nuestra coartada", dijo Savirien-Chorak, mientras desaparecía por uno de los pasajes secretos que solo los más allegados al emperador conocían. "Recuerdas, majestad imperial, hace casi un año...", decía el potentado con una amplia sonrisa, mirando despectivamente al moribundo. "Cuando me dijiste que tuviese siempre presente que 'vosotros los akaviri realizáis movimientos muy vistosos, pero con tan solo uno de nuestros golpes, todo se acabó para vosotros'. Yo sí que me acuerdo". El emperador escupió sangre y de algún modo dijo: "Serpiente". "Sí, soy una serpiente, majestad imperial, todo mi ser. Pero no mentí. Había un mensajero de Vivec. Parece que se va a retrasar un poco". El potentado se encogió de hombros antes de desaparecer por el pasaje secreto. "No te preocupes, estoy seguro de que la comida no se desperdiciará". El emperador de Tamriel murió en un charco de su propia sangre, en la decoradísima sala de audiencias prevista para el baile. Su cuerpo fue encontrado por su guardaespaldas quince minutos después. Corda había desaparecido.
  • n las humeantes catacumbas bajo la ciudad donde Sotha Sil creaba el futuro con sus arcanos artilugios para medir el tiempo, algo extraordinario ocurrió. Una aceitosa burbuja saltó de una transmisión que no se cambiaba desde tiempos inmemorables y se salió de su curso. Inmediatamente, la atención del hechicero se fijó en ella y en la cadena que esa pequeña acción había desencadenado. Una tubería se desplazó un centímetro hacia la izquierda. Un manguito saltó. Una espiral se rebobinó sola y empezó a retorcerse en dirección contraria. Un pistón que había estado trabajando izquierda, derecha, izquierda, derecha durante milenios de repente cambió el ritmo a derecha, izquierda, derecha, izquierda. Nada se rompió, pero todo cambió. "Ya no hay nada que hacer", dijo el mago para sí. Miró hacia el cielo de la noche a través de una grieta que había en el techo. Era medianoche. La Segunda Era, la edad del caos, había comenzado.
  • orda, polvorienta del camino, se echó a los brazos de la Madre Noche. Durante unos instantes, las dos se quedaron inmóviles, abrazadas, hasta que la Madre Noche comenzó a acariciar el pelo de su hija, besándola en la frente. Finalmente, metió la mano en la manga de su camisa y sacó una carta para Corda. "¿Qué es esto?", preguntó Corda. "Una carta del potentado que expresa su admiración por tu profesionalidad", respondió la Madre Noche. "Ha prometido pagarnos, pero ya le he respondido. La difunta emperatriz ya pagó bastante por la muerte de su marido. Mephala no nos permitiría ser más avariciosos de lo que es necesario. No debes cobrar dos veces por el mismo asesinato, así está escrito". "Él mató a Rijja, mi hermana", dijo Corda en voz baja. "Y por eso fuiste tú quien le dio el golpe mortal". "¿Dónde iré ahora?" "Cuando uno de nuestros colaboradores sagrados es demasiado conocido como para seguir nuestra misión lo enviamos a una isla llamada Vounoura. Está a poco más de un mes de viaje por barco; ya he preparado un hermoso trozo de tierra para que acomodes tu santuario", dijo la Madre Noche y luego besó las lágrimas de su hija. "Te encontrarás con muchos amigos allí, sé que encontrarás la paz y la felicidad por fin, mi pequeña".
  • a línea de Cyrodiil está muerta", anunció el potentado a la multitud que se agrupaba debajo del balcón del orador del palacio imperial. "Pero el Imperio sigue vivo. Los familiares lejanos de nuestro querido emperador han sido calificados como no aptos para el trono por los nobles en los que nuestra majestad confió durante todo su próspero reinado. Se ha decidido que como imparcial y fiel amigo personal de Reman III, sea yo quien reciba la responsabilidad de continuar reinando en su nombre". Los akaviri se callaron para dejar que sus palabras llegasen a todos y que se asimilasen. Simplemente lo miraban en silencio. La lluvia había barrido las calles de la ciudad, pero el sol, por un instante, había dado un respiro a las tormentas de invierno. "Quiero dejar claro que no tomo el título de emperador", continuó. "Yo he sido y seguiré siendo el potentado Versidue-Shaie, un extranjero cordialmente recibido en vuestros lares. Será mi deber proteger mi tierra adoptiva, y prometo trabajar sin descanso en esta labor hasta que alguien más merecedor tome el puesto de emperador. Como mi primer acto, declaro que en conmemoración de este histórico momento, a partir del primer día de Estrella del alba, entraremos en el año primero de la Segunda Era. Así pues, honremos la memoria de la familia imperial y miremos con optimismo hacia el futuro". Solo un hombre aplaudió estas palabras. El rey Dro'Zel de Senchal realmente pensaba que esto era lo mejor que le había ocurrido a Tamriel en toda su historia. Por supuesto, estaba bastante desequilibrado.
  • lmalexia supervisaba la reconstrucción del pueblo. El espíritu de los ciudadanos le inspiraba enormemente, mientras andaba entre los esqueletos de los nuevos edificios que se erguían entre los ennegrecidos restos de los antiguos. Incluso las plantas guardaban un riguroso silencio. Aún había vida en los restos de arbustos que una vez se alienaban a lo largo de la avenida principal. Podía sentir sus latidos. Cuando llegase la primavera, el verde predominaría sobre el negro de nuevo. El heredero del duque, un chico de considerable inteligencia y gran valor dunmer, venía desde el norte para ocupar el lugar de su padre. La tierra haría algo más que sobrevivir, se fortalecería y expandiría. Sentía llegar el futuro con muchísima más fuerza de lo que veía el presente. De todas las cosas que tenía claras, sabía que El Duelo sería para siempre la casa de al menos una diosa.
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  • El último año de la Primera Era
  • Día 22 de Ocaso, 2920 La Ciudad Imperial, Cyrodiil
  • Día 1 de Ocaso, 2920 Balmora, Morrowind
  • Día 14 de Ocaso, 2920 Tel Aruhn, Morrowind
  • Día 19 de Ocaso, 2920 El Duelo, Morrowind
  • Día 6 de Ocaso, 2920 La Ciudad Imperial, Cyrodiil
  • Día 8 de Ocaso, 2920 Caer Suvio, Cyrodiil
  • Día 31 de Ocaso, 2920 Corazón de Ébano, Morrowind
Peso
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  • Sepulcro Crepúsculo
ID
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