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  • Conversación misteriosa
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  • CONVERSACION MISTERIOSA - Todos tenemos esa esencia placentera, todititos de todititos. Nadie escapa de la inquisición de la vida. Te digo que nuestras vidas arrullan escenas alegres y enfermas. Lo recordaras luego de la muerte, pausado y pujante. Seguro que es así, seguro que Dios hizo el infierno para gente como yo y como tú. No te asustes, pero tenemos que cambiar, ¡ya! Sabes muy bien las tonterías que hemos cometidos, todos los sufrimientos arraigados al prójimo. Recuerda, Anselmo, solo vuelca la mente atrás, seguro te darán puñaladas por la espalda. – su voz se perdía en la oscuridad, haciendo ecos, ecos por la carretera polvorienta. La embriagues de Anselmo se disipaba lentamente, habíase prometido a su mujer llevar las compras semanales de alimento, habían vendido algunos cerdos par
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  • CONVERSACION MISTERIOSA - Todos tenemos esa esencia placentera, todititos de todititos. Nadie escapa de la inquisición de la vida. Te digo que nuestras vidas arrullan escenas alegres y enfermas. Lo recordaras luego de la muerte, pausado y pujante. Seguro que es así, seguro que Dios hizo el infierno para gente como yo y como tú. No te asustes, pero tenemos que cambiar, ¡ya! Sabes muy bien las tonterías que hemos cometidos, todos los sufrimientos arraigados al prójimo. Recuerda, Anselmo, solo vuelca la mente atrás, seguro te darán puñaladas por la espalda. – su voz se perdía en la oscuridad, haciendo ecos, ecos por la carretera polvorienta. La embriagues de Anselmo se disipaba lentamente, habíase prometido a su mujer llevar las compras semanales de alimento, habían vendido algunos cerdos para dar de comer a sus cuatro hijos tenidos en casa. Mas no llevaba nada, solo llevaba su jeta embriagada o cualquier escusas como las tantas veces; solo la oscuridad daba su brillo, algunos perros ladraban otros aullaban, Anselmo dirigía sus pasos temblorosos y firmes pensado en las palabras que lo había dicho su amigo, iluminado por la luna tenue. -Carajo, ahora me vienes con esto, ahora ya eres el niño bueno de la película. Ya sé que estoy fregado hasta el cu… solamente todos los años pasados de mataperros y gozos nocturnos, no me han traído caudales queridos. Sabes muy bien porque estoy en este chasco y ahora me vienes como gran pendejo a decirme que hay solución, mas tú no sabes lo que mi familia tubo que atravesar, no sabes cómo aprieta aquí en el estómago cuando uno tiene hambre. -No seas cojudo pues, el trago y las mujeres te han arrastrado al lodo donde estas. No me hechas toda la carga como si fuera el santo señor morado. Yo no viene aquí para recordar pasados asolados, sino para advertirte – exclamo el hombre ya llegando por el medio siglo de vida. Anselmo, ya hace horas atrás saboreaba y movía su cuerpo tísico, observando su cruel realidad. Tomaba a sorbos, tomaba vaso a vaso, ensordeciéndose en la música y revolcando tras sus recuerdos acusadores, meneando y pidiendo más a mas bebidas adormecedoras, adormecía desde las pesuñas a la coronilla; quería apagar la llama que el mismísimo diablo lo atizaba. Sin duda, recordaría las porquerías de la vida, el envés de la una navaja, que cuando es afilada corta a gran rasgo. Recordaría tal vez los rezagos del antaño, las meras alegrías que duraban minutos; luego que pasara se ponía alerta y asustadizo. Fue por esta causa su llegada a la selva, diciendo: <“en la selva no me encontraran, ahí si podre tener una vida digna”>, digna para formar una vida añorada, como nunca lo tuvo. -No me digas nada Gerardo, quien sabe dónde diablos estabas, cuando mas necesitaba un apoyo, todos me daban la espalda, hasta su padre de Rosita me boto de su casa, aunque era mi suegro. Y peor, teníamos que acomodarnos en una finca pequeña sin un cultivo al lado – despotrico Anselmo, dando pasos rápidos, viendo a Gerardo que por veces alucinaba hablar con el viento; con ese viento iracundo, soplando a por doquier. -No te hagas a la víctima, yo también pase penurias. Éxodos igualito como dice la biblia. Acuérdate lo que hicimos con Gustavo Morales, acuérdate lo que paso. Ni si quiera sabes cómo estos veinte años me la pase escapando; quinta por quinta, cuarto a cuarto, lugar a lugar, susurrando y murmurando. Mas tú partiste: a esta zona donde el mismo diablo se pierde. Aquí ya deberías olvidar toditas las cosas, ya deberías progresar – respondió. -Se tenía merecido ese Gustavo Morales. Aquella lacra estafadora se tenía muy merecido. Se nos pasó de la mano y se nos murió, solo queríamos robar su dinero del hacendado. Pero se tenía merecido; no nos quería pagar los años trabajados, nos daba solo migajas, gruñendo: “ya, hombres para que necesitan ustedes dinero”. Así nos espantaba, ni lo levantábamos ni una palabra, porque siempre andaba cargado su fusil entre los hombros. Dicen que ha hecho lo mismo con otras personas y era necesario sacarlo del mundo. Sin embargo, Gerardo, no queríamos matarlo ni a él ni a su esposa. Ahora entiendo que matar es malo, es un pecado que Dios no perdona. Por eso nos trajo esta miseria y el mismo odio de los hijos quedados, ellos mismos nos persiguen. -Pues para eso vengo, para acabar con todo y comenzar de nuevo. Para avisarte que lograron ubicarte y vienen por ti. Creo que es momento de entregarse, pidiendo piedad. Se apiadaran de nosotros te lo aseguro, solo tenemos que humillarnos, humillarnos bien tan bien, que tendrá compasión de nosotros. Ya no tienes que esconderte de los huraños, ya no tendrás que beber a escondidas. ¡Ha! Pero eso sí, tienes que cumplir con tus obligaciones de tu familia – seguía exclamando Gerardo, aunque su voz siempre hacia ecos en el aire y los perros de algunas casas ubicados de kilómetros a kilómetros aullaban a tal punto que se persignaban. -Para eso no más viniste, solo para decirme que nos humillaremos entregando nuestro cuerpo a esos salvajes. Luego que! nos golpearían y nos lanzara una balacera, agujereando nuestros cuerpos. Para eso no más vienes, a joder la paciencia. Yo que pensaba que venias trayendo novedades o algún regalo enloado. Ya veo que ni familia tienes. -Pero tú eres mi hermano, tú eres mi familia, lo único que tengo. -Éramos hermanos, los años nos separó. Estas dos décadas me he sentido solo, bien solo. Me he sentido asechado; como un ser indefenso – vocifero Anselmo, obsequiando su mirada al camino. A esa hora ni un carro se asomaba, ya debería ser tan noche, donde todos se dejan dominar por el sueño, nadie se dio cuenta que iban conversando, nadie se percatara del hecho. Que mareo sofocante lo había causado el licor, que mareo absurdo e ingrato translucía en la tierra del revés. Nunca imagino encontrarse con aquel hombre cómplice del asesinato. El solo venia caminando a casa, ya no había ni un carro o moto taxi; la noche estaba en su espesura y lo había envuelto a él, a Anselmo. En sus pasos ligeros temblorosos se topó con Gerardo, no lo había reconocido, más la sangre llama a la sangre. Ni lo había tomado importancia, hasta que hablo con Anselmo. Ninguno dio iniciativa de un rencuentro agradable, lo dejaron pasar como pasan todas las cosas, no se apechugaron sus brazos. ¿Quién sabía que Gerardo estuviera ahí? Ni el mismo Anselmo se esperaba, él tenía y entendía a su juicio, que su hermano había muerto en alguna arremetida de los Morales, más bien, así pensaba. --Y a creo que estamos llegando, ahora Rosita ¿Qué me dirá? Me perdonara. El hambre no perdona. No respeta a ricos ni a pobres. Tal vez tú trajiste algo de dinero para que me prestes. - no seas comodín. Anselmo. Sabes bien de mis desgracias pasajeras; lo que no sabes es cuantas veces me salve de morir. El mofletudo de Andrés el mismo de nuestras edades, solo que yo tengo unos años por delante, acuérdate de él. Era el hijo mayor de Gustavo Morales. Siempre me andaba persiguiendo como si fuera la única rata de su vida. Siempre me caía a cada lugar que voy. Apenas me acomodaba, pensando, ahora si nadie me hallara; ya cuando estaba floreciendo económicamente, ya cuando me estaba enamorando. Venia tras de mí, y yo cobardemente huía a senderos más lejanos. Ese maldito me da ganas las mismas ganas me da también con su hermano menor el Tiofilo. De el si te acuerdas bien, tiene tú misma edad. Ellos destruían mis cosas ganadas con esfuerzo, por eso los odio. Aunque escapaba despavorido entre ráfagas de bala; ya no encontraba todo lo conseguido. Por eso vengo a ti, para unirnos y combatir contra los morales, ya es ahora de ponerlo frente, si morimos. Ya no estaremos huyendo, dejando todo, toditito nuestros sudores. Tú, Anselmo, tú si estás bien jodido, a ti ni una mosca te perseguía, solo te demacrabas. Te estas ahogando en los tragos por un pasado correcto. Cuando acabamos con ellos, nuestras vidas serán diferentes, y de seguro ya no volverás a los tragos, daremos nuestras caras al mundo, al mismo mundo que nos quiere enterrar. -Tú también estas mareado. Primero me dices: que hay que humillarnos con el rabo entre las piernas, luego vamos hacerlo frente. Pero la segunda si me convence. Estaremos vigilantes cuando los Morales se asoman y lo desplumamos, lo enterraremos o lo doy a mis cerdos. Así si caramba nos sacaremos la guillotina del cuello. – respondió Anselmo, calculando cuanto tiempo falta para su casa. Ya se estaba disipando su borrachera, más en sus narices penetraba olores nauseabundos como si alguien estuviera pudriéndose. Había caminado sendero a sendero, ciudades a otras ciudades, salvando el pellejo. A echado amores en los caminos angostos, transformándose desdichadamente, lapso tras lapso, faceta a faceta. Que ingrates de Gerardo, pobre de este malhumorado y resentido, resentido con su vida, desconfiado con toditos; hasta la mujer que tuvo lo desconfiaba. Es aquella desconfianza que lo había ayudado sobrevivir años penuriosos de pensamientos enfermos, era ya como un ser de esos que la vida repugna. Nunca sintió ganas por vivir hasta aquel momento tenido, pues será exageración absoluta. Se cansó de escapar, se había cansado ya hace años atrás, años temblorosos y sórdidos. Espero arrullado e incansable, no quería pelear, ni ponerse de machito. Pues ni sabía cómo lo encontraron, si el abolía contactos huraños, husmeaba sigilosamente, tal vez sería el mismo diablo ayudándolo a los morales, diciendo; más bien susurrando <<”por ahí esta>>” <<”mátalo, recuerda como mato a tus padre>>” y echándole más ají a la herida abierta, hincando con sus lanzas incandescentes. Nunca sonrió, su voz lo mantuvo oculta varios minutos, hasta que lo hallaron. Estaba sereno, tenía el sendero libre para correr, ya no quería huir. Se entregó como si estuviera suicidándose. No se apiadaron de él, lo golpearon varios culatazos, amoratando su cuerpo tísico, se dejó golpear; solo alzo su vista clavándole profundamente al adversario tenido. Pobrecito de Gerardo. La luna nueva observaba la cruel realidad, esa luna que muchas veces Teniáse esperanzas dormidas, ahora era su testigo primerizo, el testigo que siempre dilata obsequios al mundo. Sin embargo, el ultimo culatazo de la escopeta, desparramo deseos vividos, se oscureció todo, deformando siluetas rodeadas. Despertó seguía vivo, estaba feliz de desaparecer del mundo y despertó en el mismo lugar, en el mismisimo lugar donde quería morir, por eso no escapo; mas seguía respirando, latiendo serenamente, escuchando palabras carraspeado por los morales <<”que nos diga dónde está su hermano Anselmo y lo matamos” “tiene que hablar”>> Así lo estrellaron en la pared entablada, murmurando decir ya lo dicho. Hablo gimiendo, envolviéndose de dolor torcido. Y fue así, triste y macabro. Su cuerpo lo tiraron en el barranco, como cuando desechan un perro muerto. -Yo los avise Anselmo, que tú estabas por aquí. Pues por eso no mas vengo, a ponerlo frente. La luna pasada seguro pensaba que me mataron, pero no, aquí estoy vivo bien vivo. – dijo Gerardo. Esa hora canto un gallo. Ya era muy de noche, donde el frío arreciaba algo inesperado. Anselmo recobro la serenidad, de una lozanía sin licor, recobro aquellas cosas de esta oscuridad interminable. Se dio cuenta ¿Por qué los perros aullaban? Mostró su raciocinio a pensar, pues porque miran almas o cosas parecidas como: condenados, jarjachas, almas penando, demonios… Entonces sucedió. -Carajo, tu estas muerto. – exclamo Anselmo, poniéndose alerta. El cuerpo entero reacciono. Ya lo presentía, cuando la voz del hermano, siempre hacia ecos. Aquellos ecos que remolinean en el aire. No lo tomo importancia, no lo tomo, ni siquiera un poquito; se dejó llevar por el tiempo claustrofóbico. Se estaba dando cuenta, cuando en sus narices penetraban olores nauseabundos, igualitos cuando uno se pudre. Pensaba que el licor trastornaba su imaginación. -Te he dicho que estoy bien vivo, igual que tú. No me mataron Anselmo, no me mataron. – carraspeo, Gerardo viendo distanciarse al familiar. -Estas pudriéndote, ¡santo Dios! Ten piedad de mí. Llévate esta alma al infierno o adonde tú quieras, pero no lo dejes vagando por estos senderos. -¡Anselmo! ¡Anselmo! Porque corres, yo solo vengo a decirte que vienen por ti, para eso no más vengo. Para ponerlo frente. – su voz se perdió haciendo ecos, perdiéndose en la oscuridad. Nadie se había enterado, ni a Anselmo lo dieron la razón aunque contaba una y otra vez. Repitiendo “he hablado con mi hermano”. Nunca quiso salir de noche ni probar un trago. Estaba más asustadizo y huidizo, pensando en los Morales, en las palabras de Gerardo, diciendo <<”vienen por ti>>”. Sabía bien que estaba muerto, ya no tenía esperanzas de un rencuentro, ni una pizca de su lozanía viva. ¿Será tal vez, que en las lunas nuevas, Gerardo va en busca de Anselmo? O solo fue una conversación misteriosa, como las tantas conversaciones que tuvo. KANLEY PICHARU SEONAYA PANGOA -15-10-2012 (AMANTE SIN AMARTE)