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  • Neizan
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  • Aquel chico de mirada triste, tez pálida y pelo negro, estaba sentado en una de las bancas del aula, parecia estar dibujando algún animal, su nombre era Neizan Jackson de 17 años, de repente, una maestra mayor de edad se le acerco con una mirada molesta y ceño fruncido le dijo: Sin decir nada, asintió con la cabeza, se retiro de su banca y se dirigió afuera, el tiempo pasó y la clase se termino; recogió sus cosas y fue hacía su casa la cual estaba ubicada en el denso y espeso bosque. “¿Que tal esta la comida, la prepare bien? dijo sonriendo. “...”
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  • Aquel chico de mirada triste, tez pálida y pelo negro, estaba sentado en una de las bancas del aula, parecia estar dibujando algún animal, su nombre era Neizan Jackson de 17 años, de repente, una maestra mayor de edad se le acerco con una mirada molesta y ceño fruncido le dijo: Sin decir nada, asintió con la cabeza, se retiro de su banca y se dirigió afuera, el tiempo pasó y la clase se termino; recogió sus cosas y fue hacía su casa la cual estaba ubicada en el denso y espeso bosque. Antes de llegar, un extraño sonido proveniente de unos arbustos captó su atención parecía gruñidos y el movimiento de las patas de aquel animal. Poco a poco fue perdiendo el interés y se concentro en llegar a casa, ya que era muy común escuchar ruidos de animales alrededor, una gran cabaña de madera le impedía el paso, había llegado, sin pensarlo dos veces abrió la puerta, una suave y dulce voz lo recibió. Era su madre ella estaba cubierta de cicatrices en su cuerpo, las cicatrices daban una sensación de seguir sangrando estando cerradas, eso parecía o era la imaginación de Neizan, pero a pesar de todo su madre tenia una mirada alegre y dulce era incómodamente extraño. Se sentó y comenzó a comer, pero antes dirigió su mirada a un gran hombre sentado, este le devolvió una mirada sombría y cruel, era su padre. El finalmente había regresado de unos de sus viajes por trabajo. Su madre se dio cuenta de esto y distrajo ambas miradas llamando su atención. “¿Que tal esta la comida, la prepare bien? dijo sonriendo. “Si, esta bien tan solo que te pasaste un poco con la sal ” su padre hablo con una ronca voz. Termino de comer se levanto sin decir alguna palabra, su padre rápidamente lo regaño y tras eso golpeo uno de los hombros de Neizan. “Deberías agradecer que tienes que comer mientras que otras personas no tienen alimento” “Gracias por la comida” su mirada se ensombreció un poco. Sin decir nada en absoluto subió las escaleras de madera vieja, abrió la puerta de su habitación y comenzó hacer los deberes del colegio. Una vez terminados, se sentó en la cama y toco la gran cicatriz que recorría su cuello siempre se preguntaba como había llegado ahí, parecía haber olvidado el accidente de tantos que le causo su padre, sin embargo parecía haberío más que quisiera recordar no podía. Ya olvidando su cicatriz se recostó, sentía sus ojos pesados y estaba comenzando a quedarse dormido lo ultimo que vio antes de dormir era la hermosa y redonda luna que adornaba la triste y oscura noche sin estrellas. Durmiendo plácidamente, comenzó a despertarse por la voz de alguna persona afuera de la cabaña. Asomándose lentamente en la ventana vio que alguien llamaba a la puerta, mirando mas detalladamente se dio cuenta de que era algún tipo de cartero. Se dirigió hacia fuera bajando las escaleras una vez más, abrió la puerta de la entrada. El hombre se quedo mirando por unos segundos a Neizan, se fijo únicamente en la cicatriz de su cuello. Diciendo esto el cartero le entrego un extraño paquete de gran tamaño. El se quedo pesando que era eso por un instante. “Ojala que así sea y no me hallan llamado aquí sin ninguna razón” hizo una mueca de disgusto. Coloco el paquete sobre la mesa de la sala subió las escaleras y regreso a dormir, no tardo mucho en quedarse dormido sin embargo a los pocos minutos un desgarrador grito provenía de afuera. Salto de la cama y se dirigió hacía la ventana. Segundos después de asomarse observó la enorme figura de un algún tipo de lobo de gran tamaño con el cráneo descubierto, de su boca una extraña luz de carmesí salia, parecía más el alma de aquel ser, su enmarañada y tosca piel estaba cubierta de sangre, de sus dientes la sangre le goteaba y se podía escuchaba el fluido caer lentamente en la fría tierra y el pasto, estaba flaco y se le podía distinguir claramente las costillas. A pesar de carecer de ojos y que únicamente su cráneo estaba en estado de descomposición, no apartada su silenciosa y penetrante mirada de el. Poseía el sonido familiar de el animal moviéndose entre la hierba y los arbustos no había ninguna comparación ya que eran idénticos, gruñidos salían de su hocico junto con un aliento de muerte y desgracia. A los pocos minutos de aparición de aquel terrible ser, Neizan se encontraba paralizado por el miedo, por más extraño que parezca le daba una sensación familiar de haber estado con esa cosa antes. Lo único que podía hacer era mirar a esa cosa y escuchar el agitado latido de su corazón, por unos instantes se quedo congelado, momentos mas tarde reacciono, se froto los ojos, esa cosa se había esfumado, no había rastro de eso era como si nunca hubiese estado ahí, sin embargo había dejado sus huellas en la tierra junto con la sangre de su hocico. Fue olvidando a aquel ser, y dedujo que era algún tipo de alucinación por falta de sueño, después de todo sabía que estaba equivocado, pero quería tranquilizarse. Se acostó en la cama estaba temblando, sus pupilas no se movían en lo absoluto, el sueño lo invadió rápidamente y comenzó a dormir. Todo parecía bien hasta que al cabo de varias horas comenzó a tener pesadillas, podía oír los gritos de varias personas entre otras cosas identendibles para el. Despertó con el fastidioso ruido del despertador, lo dejo caer fuera de su comida, dos grandes ojeras rodeaban sus cansados ojos. Fue a abajo a desayunar y su madre lo recibió abrazándolo y con su típica sonrisa. “...” No dijo nada, su silencio lo contesto, Tan rápido como pudo termino de comer, se vistió con el blanco uniforme, recogió su maleta y se dirigió al colegio. Al cruzar el bosque y llegar a la calle se llevó una gran sorpresa al encontrar a la policía, estudiantes de su colegio y personas de aquel barrio rodeaban a la victima de un sangriento asesinato. No era nada más ni nada menos que el pobre cartero de la otra noche, las cartas y paquetes estaban revueltas por su cadáver, su cuello había sido cortado, uno de sus brazos había sido arrancado de su cuerpo, el cadáver poseía marcas de garras y mordidas de algún animal, en el torso sus vísceras estaban regaban por toda la acera y aquel hombre poseía una mirada de terror única. Aquella escena hizo que Neizan vomitara de asco, mientras que cálidas lagrimas caían en su rostro de pánico, un sentimiento de venganza corría por sus venas.