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  • Paseos Subconscientes (Parte V)
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  • Cambie de opinión. No podía decirle nada, no tenia sentido. Ella no me creería, yo lo sabía. Todo lo que vi era cierto, pero no podría convencer a quien no había visto lo que yo. Le dije esto a Javier. El pensó que deberíamos intentarlo. -Creo que no deberíamos decirle que sabemos lo del profesor. Sería demasiado agresivo confrontarla con eso a primeras. Eso no cambiaria nada- yo lo creía así. Ester siempre tuvo un concepto cursi y gastado del romance. Ella creía en esas cosas de: el amor lo vence todo. El amor es ciego. Nada importa, solo el amor. Para menciona unos cuantos. -¿Y qué hacemos? ¡No podemos quedarnos aquí sentados!- Javier siempre era un manojo de nervios. Se pone tan maniático. Ahora estaba caminando de un lado a otro frotándose las manos. Mientras, yo estaba sentada en el p
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  • Cambie de opinión. No podía decirle nada, no tenia sentido. Ella no me creería, yo lo sabía. Todo lo que vi era cierto, pero no podría convencer a quien no había visto lo que yo. Le dije esto a Javier. El pensó que deberíamos intentarlo. -Creo que no deberíamos decirle que sabemos lo del profesor. Sería demasiado agresivo confrontarla con eso a primeras. Eso no cambiaria nada- yo lo creía así. Ester siempre tuvo un concepto cursi y gastado del romance. Ella creía en esas cosas de: el amor lo vence todo. El amor es ciego. Nada importa, solo el amor. Para menciona unos cuantos. -¿Y qué hacemos? ¡No podemos quedarnos aquí sentados!- Javier siempre era un manojo de nervios. Se pone tan maniático. Ahora estaba caminando de un lado a otro frotándose las manos. Mientras, yo estaba sentada en el piso trazando con rapidez en un papel. -Tengo una idea mejor. ¿Has visto esa tienda de antigüedades que esta por el colegio? -¿La que tiene un rotulo en forma de tucán? -Sí. ¿Crees que puedas encontrarla? -Creo. ¿Eso que tiene que ver?- paro de caminar. -Quiero que vayas y le enseñes al encargado esto- dije mientras le entregaba un boceto de la daga de mi visión. Se quedo grabada en mi cabeza. El profesor Castro había sido apuñalado por su padre con ella. Eso casi hacia que sintiera lastima por él, casi. -¿Por qué estas interesada en ella? -Si vamos a resolver esto necesitamos información de verdad. Las visiones no las entendemos. -No vamos a sacar mucha información de esto. -Tal vez, pero es lo mejor que tenemos. Solo anda, hace lo que digo. Pero, primero llévame a la casa de Ester. -¿Qué vas a hacer allá?- se estaba poniendo muy ansioso. -La voy a detener. Los escuche decir que el profesor la recogería a las siete, son las cinco con cincuenta. Su casa esta como a veinte minutos, así que solo voy a tener que estar allí como una hora. Si yo estoy allí ella no se va a poder ir con el profesor Castro y después de que me vaya tampoco, porque su madre sabrá que no dormirá en mi casa. No hay nada de qué preocuparse. -Bueno, voy a hacer lo que digas. Sos tan calculadora. -¿Y no te gusta? -Lo decía como un cumplido. Solo parece que lo tienes todo resuelto- ¿Yo? Eso era tan alejado de la realidad. -¡Para nada! Estoy tan perdida como todos. Deberíamos irnos- la verdad no quería hablar de ello. Nos fuimos. Javier me dejo enfrente de la casa de Ester.N o esta b a muy segura delo que iba a hacer. Ester obviamente intentaría deshacerse de mí, tenia que encontrar la forma de permanecer allí al menos una hora. Toque el timbre. La cuadra era muy bonita, a ella no le parecía pero a mí sí. La calle estaba como en redondel con las casas alrededor. La de ella era la última de izquierda a derecha. Cuando las construyeron todas las casas eran iguales. De una planta, con techos triangulares y puertas de madera sobre las que tenían malla. Los dueños de varias casas les habían hecho mejoras. Ampliaciones, las habían pintado o agregado portones. La de Ester estaba bastante igual, solo la habían pintado hace unos años de un estridente amarillo combinado con café. La madre de Ester me abrió.-Hola, Martha- ella siempre insistía en que la llamara por su nombre. Decía que no era lo suficientemente mayor para que la llamáramos ¨Doña Martha¨. Era de esas que tienen cuarenta y se niegan a aceptarlo. Siempre estaba experimentando con su cabello, originalmente era negro como el de Ester pero había pasado por varios colores. Ahora era rubio. No me gustaba mucho así, no contrastaba bien con su tez morena. -¡Cariño! Pensé que Ester iba a ir a tu casa mas tarde. -Sí, pero hay un problema. La tubería del baño de arriba se rompió y está inundado así que hoy no podrá ser-fue lo primero que se me ocurrió. -¿En serio? Ay nuestras tubería también son un desastre, pasa cuando son viejas- -La van a arreglar- era lo único que se me ocurría. -Bueno, entra. ¡Ester, tu amiguita esta aquí!- se fue a la cocina. Siempre pensé que la madre de Ester estaba un poco loca. Creía que todavía tenía veinte y además nunca me llamaba por mi nombre. Nunca Ariana o Ari siempre era ¨amiguita¨. Me decía cariño cuando tenía que dirigirse directamente a mí.Ester salió de su cuarto. Me miro con extrañeza, claro, no me esperaba. Definitivamente iba a ver al profesor. Traía puesto su vestido favorito. Ester tenía muchos, a ella le gustaba vestirse así. Tenía muchos, pero siempre se ponía ese preciso vestido en ocasiones especiales. Era bastante sencillo, de tirantes y color verde. Tenía tres botones en la parte de atrás. Siempre me pareció que le favorecía mucho. Y el perfume, lo podía oler. Era lo que más la delataba. -¡Ari! ¿Qué estás haciendo aquí?- dijo con tono alto. -Yo solo quería venir- tenia que inventar algo rápido- Solo me preguntaba por qué no me contestabas el teléfono. -No lo oí sonar. ¿Viniste hasta aquí solo por eso?- dudaba de mi historia, pero no había manera de que sospechara, simplemente ella no era tan observadora. -Bueno ibas a verme de todos modos. ¿Verdad? Tu mamá me dijo- podía usar su mentira en su contra. -Sí, la verdad, si. Pensé que te había dicho, pero supongo que se me olvido- mentiras, mentiras y mas mentiras. Nunca la creí capaz de mentirme descaradamente, pero lo estaba haciendo. Yo también mentía, pero por una buena razón. ¿Cómo podía hacerlo? Ester odiaba las mentiras. Una vez se enojo conmigo por toda una semana porque le dije que tenia gripe solo porque no quería ir a una fiesta con ella. Odio los lugares públicos y solo pensar en estar en un cuarto con olor a cigarrillos y sudor junto con muchas personas que se frotan entre sí cual animales. ¨Bailan do¨ al son de ese patético ruido que consideran música, me da nauseas. Ester me dijo que yo necesito salir más. Pero yo se que solo lo decía porque ella quería ir a ver al idiota que le gustaba en ese momento. Ni siquiera me acuerdo de su nombre, solo que tenia una voz ruidosa y molesta con la que solo decía estupideces. Era todo un cavernícola, pero a ella le gustan de ese tipo. O al menos, eso pensé pero el profesor Castro era otro tipo de idiota. Ella decidió no ir y se apareció de improvisto en mi casa. Se dio cuenta de que mentí y se disgusto. Me dijo que era una lunática, egoísta y patética. Yo no lo tome a mal, pero me sentí terrible por mentirle. Ahora, después de todo ese teatro, ella me mentía descaradamente. Era increíble cuan fácilmente traiciono sus ideales. ¡Oh hipocresía! Nunca pensé encontrarla en Ester. -No podemos ir a mi casa, le explique a tu mamá que la tubería del baño se rompió. Y si se rompió, así que quedémonos aquí. -No se… -¿Rentamos una película? Hay una tienda de esas en la plaza que está cerca de aquí. Podemos caminar- le interrumpí antes de que trata de echarme. -Mejor solo lo dejamos para otro día-estaba muy tensa. Ester no sabe mentir, siempre que lo hace se pone nerviosa y hace una mueca con su rosada boca, la mueve hacia la izquierda. Lo había estado haciendo durante toda nuestra conversación y su alteración había estado aumentando. -¿Ya hiciste planes?- dije, esperando que su desesperación la llevara a aceptar lo de la película. -Mira, Ari te voy a decir. Pero no digas nada- entramos en su cuarto. Pensé que me confesaría lo de su amorío con el profesor. -Yo iba a ir a una audición. No quería decirle a mi mamá porque exagera y me hace sentir incomoda- mas mentiras. Realmente estaba desesperada si pensó que yo me creería eso. Ester amaba cantar y tenia una linda voz. Pero, era muy tímida con ello. Nunca dejaba que nadie la oyera cantar, ni siquiera yo. Solo la había oído pocas veces. Una vez en mi cumpleaños me canto mi canción favorita. Y las otras veces han sido en su casa, cuando piensa que no estoy cerca. Nunca podría creer que supere su timidez de un día a otro. ¡Era ridículo! -¿Enserio? ¿Vas a cantar para personas desconocidas?- dije sarcásticamente. -Bueno, voy a tratar. -Entonces voy a ir con vos -No, está bien. Preferiría ir sola- dijo mientras miraba el reloj que estaba en su mesa. Eran las seis y media. -¿Por qué’? Yo podría ayudarte. ¿No sería mejor si hubiera alguien conocido allí?- prácticamente la estaba torturando, pero era necesario. -Bueno, ya se me hizo tarde. Es que no te esperaba. Podría ir mañana. Iré mañana. -Si eso es lo que quieres está bien. -Tengo que ir al baño- dijo y se fue rápidamente. Probablemente iba a llamar al profesor. Yo me quede sentada en el piso de su cuarto, su infantil cuarto. Me recordaba a mi infancia. Ester tenía una colección de muñecas impresionante. Yo traía las mías, no eran muchas porque era muy difícil que me gustara una. Jugábamos por horas. Las muñecas ya no estaban, pero quedaban algunos animales de peluche. Las paredes estaban pintadas de un rosado fuerte. Siempre habían sido de ese color, aunque Ester había mencionado una vez que quería redecorarlo pero no lo había hecho. En ese momento me di cuenta de que su cuarto había estado bastante igual por los últimos diez años. Ya no tenia juguetes y Ester había agregado algún os afiches de muchachos bonitos que cantan mal. Pero, eso era todo. Las cuatro paredes seguían siendo rosadas, su cama todavía estaba junto a la ancha ventana con marco de caoba y su tocador seguía en la esquina opuesta a la cama, dándole la espalda. En su tocador estaba la infalible caja musical que le había regalado su padre cuando cumplió ocho años. Siempre le había encantado. Era rosada con florecitas azules pintadas por todas partes y tenia forma de corazón. La abrí y la bailarina que tenia en su interior empezó a bailar al ritmo de ¨para Elisa¨. Aun recuerdo su cara cuando la recibió. Nunca he visto a alguien tan feliz y por algo tan simple.¿Adónde quedo todo eso? ¿Cuándo se complico tanto la vida? Antes jugábamos felices todo el día. Teníamos nuestros problemitas, pero no nos consumían. Ahora solo había engaños. Ella se acostaba con nuestro profesor y el la llevaría a su muerte si Javier y yo no hacíamos algo rápido. Era demasiada presión, pero había que afrontarlo, no teníamos otra opción. Incluso Javier estaba más agitado que antes y yo no pensaba que eso era posible. ¿Qué haría si fallaba? No sabría cómo afrontar la muerte de Ester. Entonces, vi algo. Era un brazalete de plata, o eso parecía. Nunca lo había visto antes, podría estar equivocada, pero eso me parecía. Era uno de esos brazaletes en que se adhieren dijes. Solo tenia uno, un corazón grande. También parecía ser de plata, cuando le di vuelta encontré una inscripción.¨Amor Eterno¨ Empecé a sentirme un poco extraña y a ver borroso. Cerré los ojos un momento y cuando los abrí ya no estaba en el cuarto de Ester. Estaba sentada en un pupitre del salón de matemáticas. El profesor Castro explicaba algo en la pizarra. Vi a alrededor, Ester estaba sentado junto a mí.-¿Por qué quiere verte después de la clase?- yo se lo pregunte a Ester. No había pensado en ello, solo salió de mi boca. -Probablemente me va a decir que me quede. No me ha ido bien. No le entiendo- contesto ella. -Te voy a guardar asiento en el bus-conteste -Gracias, Ari -¿Te acuerdas de esto?- dijo mi subconsciente. Lo pensé, me parecía familiar. De hecho, había pasado hace unos meses. Ester me dijo que el profesor Castro quería hablar con ella. La espere en el bus pero se tardo demasiado y el conductor se fue sin ella. -¡Exactamente!- dijo mi subconsciente con vehemencia.Ahora podía ver a Ester en la parada de autobús viendo con expresión de desesperanza su reloj amarillo.-¿Ha perdido el autobús, Cáceres? – ella se dio vuelta. El profesor Castro estaba detrás de ella. -Yo…si- dijo Ester con dificultad. Se mostraba tímida con él, incluso más de lo que era usualmente. -¿Adonde vive? -Cerca del centro. -Déjeme llevarla. Yo sé donde esta, solo indíqueme el resto-¡Ese maldito bastardo!Bueno. Espero no incomodarlo- dijo ella mientras se encaminaban a su auto. Vi como se subieron al ridículo auto verde del profesor. Era un autito con forma de huevo de la marca Chevrolet, a mi me gustaban pero él se veía extraño en ese auto. Siempre parecía quedarle muy pequeño, por que el profesor era un hombre muy alto y grueso. ¿Cómo pudo irse con él?Había algo raro. Ester nunca aceptaría un aventón de un profesor. A menos de que…pero no. Eso no podría ser. ¿O sí?-Siempre estuvo justo debajo de tu nariz- me contesto mi subconsciente. ¡Tenia razón! Podía verlo ahora. Ester siempre ponía mucha atención en matemáticas, o eso creía yo. La veía ahora sentada en su pupitre con la mirada clavada en el profesor. Ponía atención, pero siempre le iba mal. No estaba poniendo atención, nunca lo había hecho los otros años y tampoco al principio de este. Fue hace unos meses, casi al principio- No estaba poniendo atención.¡Lo estaba viendo a él! Ya le gustaba, mucho antes de que él se fijara en ella. No era solo en la clase. También le echaba miradas en la cafetería, cuando estaba de turno y vigilaba a los alumnos.¿Cómo se dio cuenta el? Yo lo sabía, si lo sabía. Lo veía ahora. ¿Cómo no se iba a dar cuenta? ¡Siempre lo miraba y lo saludaba cada vez que lo veía! No era un saludo común, claro que no lo era. El maldito bastardo se dio cuenta y se aprovecho de sus sentimientos. El siempre se jactaba se ser un¨ ciudadano correcto¨, como él se autonombraba. Siempre trataba de mantener esa odiosa imagen de hombre correcto y señorial. Siempre supe que era un maldito hipócrita, pero no sabía cuánto.Vi algo más. Los vi a ellos besándose apasionadamente en el salón de matemáticas. Se me revolvía el estomago y quise dejar de ver, pero mi subconsciente me obligaba. Dejaron de hacerlo después de un tiempo.-¿Vas a llevarme al cine hoy?- dijo Ester con infantil alegría mientras lo abrazaba por el cuello. -Esa no es una buena idea. No deberíamos arriesgarnos a que alguien nos vea. La gente no entendería lo nuestro- el hombre era un perverso degenerado. -No debería importarnos lo que dijera la gente. Nos amamos- lo beso otra vez. ¿Cómo puede amarlo?Perdería mi trabajo y tus padres no nos dejarían estar juntos. ¿Quieres estar conmigo, verdad? -¡Más que nada!- Ahora si creía que Ester era una estúpida. -No podemos ir al cine, pero podemos ver una película en mi casa. ¿Eso está bien? -Sí, le voy a decir a mi mamá que estoy con Ari- No podía creerlo. ¡Me usaba de excusa para ir a follar con él! -Bueno. ¿Tus amigos no saben nada? -No, jamás nos pondría en peligro así. Ariana no entendería. No le caes bien, pero solo es que no te conoce. Si te diera una oportunidad tal vez lo aceptaría - ¡Yo, nunca!- Javier probablemente querrá ir con la policía o algo así. -¡No les digas nada!- dijo, abandonando el tono galante y calmado que usaba con ella. -No, claro que no- dijo Ester, soltándole- ¿Pero, por qué? - ¿Qué tan bien los conoces? -Desde que teníamos cinco años. No te preocupes, solo voy a hacer lo que me digas. -¿Ariana se comporta extraño?- ¿Por qué querría saber eso? -¿Te refieres a lo de su amigo imaginario?- el profesor escuchaba con atención- Ella antes tenia un amigo imaginario que se llamaba Horacio o algo así. Ella pensaba que era real y tomo mucho para convencerla. Pero, eso fue hace mucho tiempo. Sé que es algo extraña pero es muy buena conmigo. Te va a terminar agradando- el profesor se puso tenso. No era algo obvio, solo era algo en su cuerpo. Pareció ponerse rígido cuando Ester menciono a Horacio. -Te tengo un regalo- dijo mientras sacaba una pequeña caja de regalo de su bolsillo. Ester la abrió y saco el brazalete de ella.-Volví a la realidad abruptamente, como siempre. Me quede viendo el brazalete. ¿Por qué el profesor Castro pregunto sobre mí? El definitivamente sabía algo, probablemente relacionado con Horacio. El no era real. ¿O sí? Ya no estaba segura de nada.-¿Quieres cenar?- Ester entro en su habitación. Verla me provocaba algo de tristeza. Ya no sabía que pensar de ella. Ella era ingenua, pero pensé que sería más lista. Pero se dejo llevar engañar por ese hombre. ¿Por qué? ¿Qué carencias afectivas podría tener Ester? Yo no sabía de ninguna. ¿Qué clase de poder tenia el sobre ella? Hay demasiadas preguntas y ninguna respuesta.-Sí, me gustaría. -¿Qué haces? -Solo viendo. Es un lindo brazalete- su cara tomo una expresión preocupada. -Si yo lo vi en el mall y tenia que comprarla- dijo mientras lo tomaba de mis manos y lo ponía de vuelta. -¿Cocino tu mamá?- la verdad no quería cenar en casa de Ester, su madre es una terrible cocinera pero tenia que asegurarme de que no vería al profesor Castro. -Se supone que es estofado- me reí, pero Ester no lo hizo. Solo bajo la mirada, ya ni podía mirarme a los ojos.Nos sentamos a la mesa. Siempre me sentía muy incómoda cuando estaba con la familia de Ester, especialmente si tenía que comerme lo que su madre había cocinado. Yo solo sonreía y decía que la comida estaba bien. N o podíamos decirle que era horrible, le romperíamos el corazón. Ella siempre estaba probando recetas y era feliz así. Había mejorado con los años. Al menos ya no teníamos que ingeniárnosla para tirar lo que estaba en nuestro plato, había pasado de ser incomible a apenas pasable. El padre de Ester casi siempre compraba comida, pero a veces su madre insistía mucho en cocinar. Esa no era la única razón de mi incomodidad. Sentía que todos me miraban siempre. Su padre siempre decía algo como:-¡Ariana que sorpresa! ¿Cómo está tu pa? ¿Y la escuela? Espero que nos estés cuidando a esta muchachita- yo nunca sabia que contestarle y no me gusta que me pregunte por mi padre. La verdad no sé como esta y no me interesa. El se fue a vivir a otro lugar con la puta de su secretaria. Pero, claro que no podía decirle eso al padre de Ester.Y su hermanito de diez años siempre estaba tocándome el cabello. Decía que le gustaba su color, mi cabello es de un castaño claro casi rubio, como cincuenta tonos más claro que sus rebeldes cabellos negros. Su madre lo regañaba, pero él no hacía caso. El es un niño muy travieso.Todo esto paso durante la cena. El padre de Ester me pregunto por mi madre esta vez, lo cual tampoco me agradaba mucho. Hice mi mejor esfuerzo por tragarme el ¨estofado¨, estaba pegajoso. Y, claro, su hermanito toco mi cabello cuando termino su cena. No es que su familia me desagrade, solo no tengo la paciencia para ellos.Casi al final de la cena recibí un mensaje de texto de Javier diciéndome que estaba frente a la casa de Ester y que había averiguado algo interesante. Me pase lo último de la comida y ayude a Ester con los platos. Después, me despedí y Ester me acompaño a la puerta. Eran las siete y media.-¿Te veo mañana?- pregunte. -No, creo que probare con la audición- mintió ella. La había detenido por hoy. ¿Pero, que iba a hacer mañana? -Me llamas si quieres que te acompañe -Gracias, Ari. Enserio que si sos una buena amiga. Yo te dejaría acompañarme pero tengo que ir sola- -Habría algún significado detrás de sus palabras? -Bueno, adiós.Salí por la puerta y me subí al auto de Javier. El estaba tan agitado como siempre.-¡No vas a creer esto!- dijo con cierta emoción. -¿Qué? -Fui a la tienda como me dijiste y cuando le enseñe tu dibujo a la señora que atendía y se puso toda rara y me hizo esperar mientras ella hacia una llamada en la parte de atrás- hablaba muy rápido, si que estaba emocionado pero de una buena forma. -Habla más despacio- dije mientras ponía mis manos sobre su boca.Las retire y el hizo su mejor esfuerzo por hablar despacio.-Ella hizo la llamada y después me dijo que para conseguir información sobre esta daga tenía que ir con el viejo sacerdote indio que vivía en la dirección que ella me dio en un papel. -¿Fuiste? -No, ya era muy tarde. Podemos ir mañana. ¿Sabes lo que significa esto? – dijo, elevando su tono en la última pregunta. -¿Qué? -Podría averiguar más sobre la práctica y sobre el abuelo. Siempre he tenido mucha curiosidad y los cuadernos del abuelo ya no se me hacen suficientes. ¡Este hombre podría ayudarme! Hasta podría conocer al abuelo, no hay muchos wata- siempre me pareció que el afán de Javier con estas cosas era simplemente una forma de mantener vivo a su abuelo, el lo amaba mucho. -Tal vez no deberías hacerte tantas expectativas, este hombre podría n o ser lo que esperas. -No seas tan desconfiada, piensa positivamente aunque sea esta vez. -Bueno, te voy a dejar que tengas tu momento- el acaricio mi cabeza. ¿Qué tiene todo el mundo con mi cabello?Nos bajamos en el edificio donde vivíamos, el siempre había vivido un piso abajo del mío. Cuando llegue a casa mi madre pregunto adonde había estado. Le dije que con Ester, era la verdad y era algo que normalmente hacia. Me reprocho el no haberla llamado pero no reparo mucho en eso.Me fui a dormir. No podía hacer nada más. Hoy había podido mantener viva a Ester, pero mañana podría ser diferente. Lo de la daga era extraño, definitivamente teníamos algo. Mañana era sábado. Me gustan los sábados.-Al profesor también- era mi subconsciente otra vez. Estaba empezando a molestarme. ¿No podría callarse por un momento? Ya había visto demasiado, pero supongo que no era suficiente. ¿Qué quería mostrarme ahora?Las imágenes inundaron mi mente. No eran tan terribles esta vez. Podía ver al profesor Castro de niño otra vez. La verdad se me hacía difícil creer que ese era el profesor Castro. Era un niño rollizo con las mejillas rosadas y cabellos rizados. Ahora se estaba quedando calvo y su cara siempre parecía severa. El niño jugaba con una pelota verde. Estaba en el patio de atrás de la extraña casa en que vivía, ahora podía ver el exterior. Sorpresivamente, el exterior no era completamente blanco como el interior. Estaba pintado de azul celeste. Me volví y le eche un vistazo a la casa. Tenía dos grandes ventanales por los cuales se podían ver la sala de mi otra visión y una especie de comedor, ambos totalmente blancos. También había una puerta de vidrio con marco de madera en el medio de los ventanales.El niño seguía rebotando la pelota en el patio, si a eso se le podía llamar patio. Solo era un pedazo de tierra rodeado por una cerca de madera. No había flores ni arboles. Ni siquiera un deslizador para el niño. Lo único peculiar era la cerca, estaba muy alta. No dejaba ver lo que había al otro lado. Pensé lo mismo que antes. Todo en esa casa era tan impersonal, como si sus ocupantes no tuvieran alma o personalidad.El niño se acerco a mí rebotando la pelota. El no podía verme y me di cuenta de que en la visión yo no era tangible. El solo me atravesó como al mismo aire. Esto me dio una sensación de mareo, pero me repuse rápidamente. Me di la vuelta y note algo extraño en el niño. Traía puesta una camisa de cuello con botones. El segundo botón se le desabrocho de repente y pude ver que había una cicatriz corva en el lado izquierdo de su pecho. Allí es donde había sido apuñalado en mi otra visión. ¿Cómo había sobrevivido? ¿Por qué seguiría en esa casa si su padre había tratado de matarlo? Desvié mi vista hacia la casa. Decidí entrar, la puerta estaba abierta.Esa puerta daba directamente a la sala. Vi alrededor con más detenimiento esta vez. Había dos sillones grandes dispuestos en forma paralela uno del otro y la mesa de vidrio estaba en medio de ellos. Eso era lo único que había allí. Los sillones no tenían cojines y la mesa estaba vacía. Mire en las paredes, pero no encontré nada. Ni una fotografía y menos un cuadro. Estaba tratando de averiguar cómo se veía el padre de Castro. En la visión jamás lo vi. En el primer cuarto estaba muy oscuro y las otras veces simplemente no lo enfoque. Todo lo que vi fueron la casa y el niño. Baje la vista hacia el piso y algo resalto entre tanta blancura.Estaba bastante segura de que era la mancha de sangre que había resultado del apuñalamiento. No la habían limpiado y empezaba a secarse. ¿Cómo era posible? El niño ya tenía una cicatriz, lo que indicaría que había pasado bastante tiempo. ¿Entonces como podía estar algo fresca la sangre? No tenia sentido. Lo siguiente que note era que el equipaje del niño seguía allí. No lo había notado antes porque ahora estaba medio escondido por el sillón de lado izquierdo.-¡Miguel!- me di la vuelta y mire por la ventana. El niño dejo de rebotar la pelota y fue a atender el llamado de su padre. Unos minutos después entraron tres personas en la sala. La tercera persona era una mujer mayor. Debía tener por lo menos sesenta años. Vestía muy bien y llevaba el cabello encanecido en un moño en lo alto de su cabeza.El niño salió a jugar afuera otra vez.-Aprecio que esté haciendo esto, Francisca. No sé como agradecértelo. Claro que mandare algo de dinero para las necesidades de Miguel- dijo su padre. Tenía una voz profunda y rasposa. Trate de verlo mejor, pero siempre estaba dándome la espalda sin importar en donde me pusiera. Extraño, muy extraño.-Eso no es necesario. Sabes que lo hago por ustedes dos. Un hombre solo no puede criar a un niño. Es lo mejor- Francisca tenia una voz chillona y algo molesta. -Aun así, es lo menos que puedo hacer. La verdad no quisiera mandarlo lejos, pero todo ha sido tan difícil desde que murió Carmen.-También lo hago por ella, yo me encargue de Carmen cuando su madre falleció. Mi hermana, que en paz descanse, me la encomendó en su lecho de muerte. Es justo que haga lo mismo con su hijo. Tendrá la mejor educación de eso no se preocupe. -Se que está en buenas manos. -Claro. Bueno, creo que ya deberíamos irnos. No quiero ser descortés, pero la ciudad está muy lejos.-Sí, sí. Ya tengo todo preparado. Miguel se irá sin protestar, siempre le agrada cuando usted viene de visita y ahora podrán conocerse mejor- ahora si sentía lastima por el profesor Castro. Su madre murió y después su padre lo apuñala bajo circunstancias extrañas y lo manda a vivir con su tía bajo el pretexto de que quiere lo mejor para él. ¿Qué putas estaba pasando?Su padre lo llamo y el niño acudió. El padre saco las maletas y los tres se encaminaron hacia la puerta principal por un pasillo tan blanco y nulo como todo lo que había allí. Vi como Francisca, su tía, miraba alrededor con desconcierto, seguramente a ella también le parecía extraña esa casa. Salieron de la casa. Enfrente no había nada, para variar. Solo un gran espacio con tierra, más allá de él había una carretera estrecha y un paisaje con frondosos pinos y agrestes montañas. Había un auto estacionado en medio de la nada que era el frente de la casa- Era un Cadillac nuevo, en ese entonces. Su padre puso las maletas en el auto. Después se acerco al niño.-Sabes lo que tienes que hacer. Nada paso aquí. Todos estaremos bien si sigues esa simple instrucción- dijo mientras buscaba algo en su bolsillo. -Sí, papá. De verdad lo siento. -Está bien, ambos sabemos que eso ya no importa. Quiero que te quedes con esto. Es un lindo recuerdo- le entrego al niño un pedazo de papel, después de una mejor inspección note que era una fotografía. No pude verla bien.El profesor Castro no dijo nada. Solo la agarro y fue hacia el auto. Su padre se puso a hablar con Francisca. El niño tiro la foto en la tierra cuando nadie lo veía y se subió al auto. Yo la recogí.¡No podía creerlo! ¿Cómo? Yo tenía la mirada fija en la fotografía, me negaba a creer lo que veían mis ojos. No podía ser, pero no todo era posible ya nada era seguro. Era un retrato familiar del profesor Castro de niño, su madre y…y….-Bueno, cuídese mucho Horacio- dijo Francisca antes de irse con el niño. Le di vuelta a la fotografía. Tenía algo escrito: ¨Familia Armijo 1967¨-¡Ari, levántate!- Javier me sostenía por los brazos. ¡Ya era de día!