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  • Relato Oficial Inquisición: El Prisionero
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  • [[Archivo:Gideon.png|thumb|300px|El Inquisidor Gideon Lorr del Ordo Hereticus, acompañado por las Hermanas de Batalla.]] - Necesito verlo de inmediato -exclamó el Inquisidor Gideon Lorr, bajando las escaleras de la sala de observación que conducían a la celda del hereje. Cuatro Guardias Imperiales armados con Rifles Láser, custodiaban las puertas del habitáculo donde guardaban al prisionero. Al ver al Inquisidor, se separaron dándole paso, y abriendo las puertas neumáticas de la sala. El teniente Barak, al mando de la estación, le siguió. - Es un hereje, mi señor -contestó el teniente Barak.
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  • [[Archivo:Gideon.png|thumb|300px|El Inquisidor Gideon Lorr del Ordo Hereticus, acompañado por las Hermanas de Batalla.]] - Necesito verlo de inmediato -exclamó el Inquisidor Gideon Lorr, bajando las escaleras de la sala de observación que conducían a la celda del hereje. Cuatro Guardias Imperiales armados con Rifles Láser, custodiaban las puertas del habitáculo donde guardaban al prisionero. Al ver al Inquisidor, se separaron dándole paso, y abriendo las puertas neumáticas de la sala. El teniente Barak, al mando de la estación, le siguió. - Denoto estrictas medidas de seguridad -murmuró el Inquisidor mientras entraba en la habitación. - Es un hereje, mi señor -contestó el teniente Barak. La celda donde residía el hereje estaba fría, debido a la refrigeración que la celda recibía por el clima sórdido e infernal que había fuera de la estación de avanzada imperial de Golgotha, un puesto de observación rara vez preocupado situado en una roca tostada flotante en el espacio. Estos puestos estaban totalmente aislados, y por ello los custodios de dichos puestos estaban en completa soledad, así que los informes de herejía solían ser frecuentes, provocados más bien por el aislamiento y la locura de este solitario lugar. Gideon había sido convocado por la autoridad del Ordo Hereticus, por lo que la alerta de herejía, fuera cual fuera, debía ser investigada. Gideon se acercó al herético prisionero. Lo habían golpeado repetidas veces. Su ojo izquierdo era una masa de carne pulposa y no podía abrirlo. El prisionero presentaba un aspecto desnudo hasta la cintura, presentando un brillo sudoroso, a pesar del frío existente en la metálica sala. Gideon Lorr se agachó y miró profundamente a los ojos del hombre con cierto escrutinio. Desde dentro de los voluminosos pliegues de su capa sacó un psicorrastreador. El psicorrastreador era un dispositivo metálico de forma circular, con una flecha de bronce en su centro la cual señala una lectura que sólo un Inquisidor entrenado puede comprender. - ¡Lo vé! ¡Es un hechicero, una bruja! -dijo el teniente Barak tras la espalda de Gideon. El teniente gestionaba la estación, y había ordenado el encarcelamiento de los condenados cuando unos libros heréticos habían sido encontrados durante la inspección de sus habitaciones. Dos días antes de la llegada del Inquisidor, el capitán de la estación se había suicidado, y se creía que el prisionero era la causa ese horrible acto. Gideon Lorr no contestó. Volvió a mirar el psicorrastreador, y tras esto desenfundó con brío su Pistola de Plasma. - Bien, entonces cree usted, teniente Barak, que el prisionero manipuló la mente del capitán entonando el contenido de los libros heréticos encontrados y causando su repentino suicidio, ¿no es así? -dijo el Inquisidor mientras introducía el psicorrastreador en la boca del prisionero. - Ciertamente -respondió Barak desde atrás. El Inquisidor se percató de que otros Guardias Imperiales del puesto de avanzada estaban entrando en la habitación. [[Archivo:Inquisidor_gideon_lorr._ordo_hereticus.jpg|thumb|left|350px|Miniatura del Inquisidor Gideon Lorr.]]- Interesante -dijo Gideon tranquilamente, sacando el psicorrastreador de la boca del soldado mientras se ponía en pie-, ¡ya que este hombre no tiene lengua! -Gideon dio un giro inesperado, dándose la vuelta repentinamente y ejecutando a dos de los Guardias Imperiales que habían entrado en la habitación. Con un salto, derribó a otro de los Guardias que había delante del teniente Barak, mientras esquivaba el fuego láser que el último Guardia disparaba, siendo dichos disparos absorbidos por el campo de energía que generaba el Rosarius del Inquisidor Gideon. De inmediato, el restante Guardia y Barak se abalanzaron sobre Gideon, esquivando este el primer golpe, y engañando con los rápidos movimientos de su gabardina a sus contrincantes cuyos golpes y culatazos daban al aire. El último de los Guardias consiguió coger al Inquisidor por la garganta, pero Gideon ya apuntaba a su cabeza con la Pistola de Plasma, cuyo disparo dejó un olor a carne quemada en la sala. Un agujero chamuscado e irregular recorría la cabeza y parte de su pecho viéndose el otro lado a través de las heridas. Barak se lanzó sobre el Inquisidor, pero este lo inmovilizó en el suelo sin apenas esfuerzo apuntando con su Pistola de Plasma, humeante aún, en su cabeza. - ¿Me trajiste aquí para matarme, ¿correcto? Barak maldijo a Gideon Lorr. - ¿En serio creías que no estaba al tanto de la treta que tú y tus heréticos infames teníais planeada contra mí? Desde el principio estaba al tanto de todas vuestras heréticas actividades aquí en Golgotha, no obstante, gran fallo el vuestro creer siquiera por un instante que podríais asesinar a un Inquisidor. - ¡No temo a la muerte! -respondió desafiante el teniente Barak. - Hay cosas peores que la misma muerte, teniente Barak -respondió el Inquisidor Gideon Lorr mientras sacaba de su gabardina los afilados excolmulgadores de tortura.