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  • Sala de cines
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  • Ocurrió por vez primera un sábado de verano del 1979, en un pequeño pueblo de Madrid. No pasaba de los cuatro mil habitantes, pero sin embargo se construyó un modesto cine en las afueras; tres salas en que se proyectarían las más exitosas películas meses después de su estreno. Naturalmente, la gente se volvió loca con la idea y las primeras semanas llenaron las salas. -Deme una entrada para ______. -Oh, así que ______. una gran película, si señor. ¿Va solo? -Así es. De todas formas aquí no conozco a mucha gente. -Bueno, aquí tiene, son __ pesetas. Disfrute de la película.
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  • Ocurrió por vez primera un sábado de verano del 1979, en un pequeño pueblo de Madrid. No pasaba de los cuatro mil habitantes, pero sin embargo se construyó un modesto cine en las afueras; tres salas en que se proyectarían las más exitosas películas meses después de su estreno. Naturalmente, la gente se volvió loca con la idea y las primeras semanas llenaron las salas. Poco a poco la población comenzó a acostumbrarse, hasta que por primera vez alguien fue al cine sin compañía alguna. Se trataba de Julián, un universitario que pasaba los fines de semana en el pueblo, haciendo compañía a su pobre y solitaria madre. Por aquellas fechas eran fiestas del pueblo, y nadie se acordaba ya del cine excepto él, que prefería evadirse de todo. -Deme una entrada para ______. -Oh, así que ______. una gran película, si señor. ¿Va solo? -Así es. De todas formas aquí no conozco a mucha gente. -Bueno, aquí tiene, son __ pesetas. Disfrute de la película. Julián cogió su entrada y entró al cine. Había tres puertas, cada una con un número. Entró a la 3. La sala aún estaba oscura ya que faltaban como diez minutos para el comienzo de la proyección. Sin pensárselo mucho, Julián eligió una de las primeras filas y se acomodó en uno de los asientos. De repente, escuchó el sonido de la puerta al abrirse. Se giró y comprobó con sorpresa que estaba totalmente abierta, pese a que él mismo la cerró después de entrar. Lo encontró muy extraño, pero no le dio mucha importancia y se volvió hacia la pantalla, que ya comenzaba a proyectar la película. Mientras pasaban los créditos iniciales, Julián volvió a oír la puerta de la sala. Se giró y lo que vio le inquietó profundamente. Alcanzó a distinguir la silueta de una niña pequeña, como de cinco años, entrando a la sala y cerrando la puerta tras de sí. Lo que le impactó es que no distinguió ninguno de los rasgos de la niña, es más, su silueta era incluso más oscura que las paredes de la sala. Julián, aterrorizado, se volvió otra vez hacia la pantalla, cerró los ojos, respiró hondo, y se levantó de su asiento para inspeccionar más detenidamente el lugar. No, definitivamente no había nadie allí aparte de él mismo. Ya más aliviado, se concentró en seguir el argumento del film. Una hora más tarde, Julián ya se olvidó de la inquietante niña y disfrutaba con la película. Pero, de repente, casi le da un ataque al corazón; una mano le rozó su brazo izquierdo, una mano pequeña, sin duda infantil. Había alguien sentado a su lado. Julián quedó paralizado; sin poder mover ningún músculo y no atreviéndose a averiguar quién estaba allí, se limitó a mirar la película pero incapaz de concentrarse en ella. En cierto momento cercano al final del film, donde no había música ni diálogos, Julián escuchó una respiración a su lado. Una respiración fuerte, agitada, casi diabólica, que no se correspondía de ninguna forma a la de una niña. Sin poder aguantar más, el universitario giró bruscamente su cabeza hacia su izquierda esperando ver qué era aquello. Fuera, el taquillero se tomaba una cerveza mientras escuchaba la radio. De repente, le pareció haber oído un grito, un grito horrible, infernal, inhumano, que le puso la piel de gallina. Alarmado, cogió su linterna y fue corriendo a la sala 3. Con el potente haz de su linterna, inspeccionó cada rincón de la sala mientras llamaba al que fue su único cliente aquella sesión. Comenzaron a aparecer los créditos finales de la película, y el taquillero no encontró nada. Julián fue buscado por la policía durante dos semanas. El taquillero y propietario del cine, temeroso a quedarse sin clientes, declaró que la última vez que vio al joven fue cuando se marchaba hacia casa. A partir de ese sábado, cada vez que alguien entra solo a alguna sala de aquel cine, y tienen el valor de mirar a "ella" a la cara... son arrastrados a una infinita y cruel oscuridad. Escrito por: Tviruz Categoría:Fantasmas Categoría:Lugares