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  • Naily
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  • Aún recuerdo, por trágica que sea, aquella noche, la noche en que perdí a mi familia, y a mis únicos amigos. Crecí en un orfanato, donde conocí a varias personas. Personas que jamás podrían entenderme, o incluso creerme, pero aun así me amaban. Tenía varias compañeras con quien pasar el tiempo durante las clases, pero no tomaba la decisión de quién sería mi mejor amiga. Durante las noches, y con frecuencia, pesadillas torturaban mis sueños. Siempre era la misma. El monstruo que asesinó a mi familia venía por mí, para terminar lo que empezó. Como si no fuera suficiente verme sufrir. Pero en otros casos sufría otra pesadilla, una donde estaba en una habitación, sin alguna manera de comunicarme con el exterior. Me encontraba en el centro, con mi uniforme, y junto a mí había una cabeza. Pero p
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  • Aún recuerdo, por trágica que sea, aquella noche, la noche en que perdí a mi familia, y a mis únicos amigos. Crecí en un orfanato, donde conocí a varias personas. Personas que jamás podrían entenderme, o incluso creerme, pero aun así me amaban. Tenía varias compañeras con quien pasar el tiempo durante las clases, pero no tomaba la decisión de quién sería mi mejor amiga. Durante las noches, y con frecuencia, pesadillas torturaban mis sueños. Siempre era la misma. El monstruo que asesinó a mi familia venía por mí, para terminar lo que empezó. Como si no fuera suficiente verme sufrir. Pero en otros casos sufría otra pesadilla, una donde estaba en una habitación, sin alguna manera de comunicarme con el exterior. Me encontraba en el centro, con mi uniforme, y junto a mí había una cabeza. Pero parecía que fuese arrancada, junto con la espina dorsal, de alguna forma violenta. Ante esta imagen tan desagradable, tan repugnante y morbosa, mi rostro no expresaba nada. Puedo recordar, con algo de esfuerzo, una tarde. Mis compañeras hablaban de una noticia reciente. Varias personas habían desaparecido en el bosque cercano, sin dejar rastro. Entre los desaparecidos había más niños, de entre 5 y 13 años, pero también adultos. Los indicios de cómo habían desaparecido eran escasos, por no decir nulos. Se hablaba de un hombre vestido con traje, que merodeaba los alrededores del bosque, e incluso dentro. Lo curioso era, decían mis compañeras, que todas las personas que llegaron a verlo, desaparecían. Una semana después de que la noticia hiciera sensación entre la ciudad, todo volvió a la normalidad. Nadie había desparecido, pero tampoco habían encontrado a los otros, y se temía lo peor. Tampoco se volvió a ver, o incluso comentar algo acerca del “Hombre del traje”, como lo llamábamos. Aunque, para mí no todo era normalidad. Los días pasaban, y mis pesadillas volvieron. Pero se hicieron más reales, como si las estuviera viviendo… Y se repetían una y otra vez. Durante las noches no podía dormir, no quería dormir…Era realmente aterrador. Una tarde de verano, mis compañeras planearon acampar en el bosque donde tantas desapariciones ocurrieron, y debido a eso, no estaba a gusto con la idea. - ¡Van a acompañarnos los muchachos! – repuso una ellas al notar mi desagrado- ¡Y los guardabosques vigilarán la zona cada dos horas! Además, eres fuerte, ¿verdad? Podrías protegernos- esto último era verdad, algunos decían que eran tan fuerte como un chico. Me convencieron. Nos preparamos, y luego partimos al bosque. Todos hablaban de lo emocionados que estaban. Por mi parte, sólo miraba el exterior de la ventanilla, y escuchaba música con mi celular. Luego de 40 minutos, que podrían ser los más aburridos de toda mi vida, me dormí. No tuve pesadilla alguna durante aquella siesta, pero admito que aun así no me hubiera importado. No obstante, incluso en mi sueño, me sentía extrañamente inquieta, con un augurio de mala muerte. Aunque no podía medir el tiempo durante mi descanso, pero me atrevo a asegurar que pasaron varias horas. Fue entonces cuando me desperté, o mejor dicho, me despertaron. Sentía una leve inclinación en el suelo, que me obligaba a estar apoyada contra la pared. -¿Qué sucedió?- pregunté a los presentes. -Se pinchó una rueda… -contestó uno de los presentes.-Los repuestos desaparecieron. Luego de una larga charla entre todos, decidimos caminar los últimos diez kilómetros que quedaban. Nadie tuvo problemas con eso, así que tomamos nuestras cosas, y comenzó la larga caminata. Aunque cansador, el caminar era demasiado pacífico. El viento soplaba con suavidad en mi rostro, y no se escuchaba otro ruido además del débil sonido nuestras pisadas. Luego de unos cuantos minutos (o quizás horas, todavía no estoy segura), llegamos a una cañada. Nos detuvimos para descansar. Ya todos teníamos los músculos cansados. Pero yo sentía náuseas. Una horrible sensación de náuseas provocada por quien sabe qué. Seguimos caminando, y a pesar de mi pésimo estado, no opuse queja alguna. Algunos compañeros decidieron acampar en acampar, puesto que el sol ya se estaba ocultando. No todos estaban seguros con acampar. Notando esta preocupación, le sugería a mis compañeros que dos de nosotros se dirijan donde se encontraban los guardabosques, y darles nuestra posición. A la mayoría les gustó. Dos compañeros se ofrecieron, y marcharon. Los demás nos quedamos, e instalamos el campamento temporal. La oscuridad consumió todo, y los chicos aún no volvían. Nadie tenía señal para poder llamar por ayuda, y la gran mayoría se sentían incomodos y preocupados. Por mi parte, me sentía observada. El silencio se hizo rey del lugar. Eran las 21:10 PM. La preocupación aumentaba, y decidí dormir. No obstante, una chica se me acercó para pedirme que la acompañara a ir orinar. Supuse que todos se sentían inseguros, y que sería normal estando en la oscuridad de un bosque. Acepte, avisamos a los demás y nos alejamos un poco. Ya a distancia, ella intentó entablar una conversación, pero yo la evitaba. Realmente, no me agradaba nada. Aun me sentía observada, y eso me incomodaba. Ambas escuchamos algo desde los arbustos, y nos alarmamos. Lo que sea que nos hubiera estado observando, se encontraba escondido detrás de los arbustos. Nos acercamos con cautela. Mi cautela cambió a furia en unos pocos segundos. Solo era un chico estúpido intentando mirar a mi compañera mientras orinaba y argumentando que nos estaba protegiendo. Realmente quería que se callara, y justo cuando iba a tomar la palabra, él se calló. Pero no de una forma normal. De una forma casi drástica, pero lo escuchaba toser. Finalmente, visualicé bien la escena. El pecho del chico había sido atravesado en su totalidad, dejando a la vista un gran agujero por donde se podía ver su interior. Al caer muerto, su sangre nos salpicó a ambas. Una gran sombra se extendía por detrás de él. Mi compañera comenzó a gritar, aterrada, y corrió en dirección contraria por donde vinimos. Corrí detrás de ella, suplicándole que no hiciera alguna locura. Tropezó con una roca, y cayó por una pequeña bajada. Debía avisarle a los demás, pero no podía dejar sola. Bajé por ella, sin pensar en aquello que nos perseguía. Ella se encontraba semiconsciente, y podía ponerse de pie con mucho esfuerzo. La llevé en mi espalda. Ahora venía lo difícil; asegurarnos que lo que sea que nos estaba persiguiendo no nos viera. Me arrastré por donde había caído. Caminé durante unos largos minutos, y aún no encontraba el camino por dónde vinimos. Eran las 23:50. ¿Acaso los demás no nos buscaban? Preocupada y aterrada, decidí revisar a la chica que cargaba. No tenía pulso, y estaba fría. Estaba muerta… Todo este tiempo había cargado una joven muerta en mi espalda. Superando el shock, la dejé y me concentré en tratar de pedir ayuda o reunirme con los demás. Me encontraba sola, junto a una oscuridad omnipresente. Solo corría, corría sin mirar atrás. Corría lo más rápido que podía, pero aún así no me cansaba. No sentía miedo, no. Solo odio, e ira. Las lágrimas brotaban de mis ojos. Corría aún más rápido. No escuchaba nada, solo mis pasos contra la tierra. Grité por la ira, y escuché las voces de los demás gritando. Fui al origen de aquellas voces, esos gritos de horror. Estaban siendo sometidos. Pero no por un animal, o una persona. Sino por aquel “Hombre de traje”, que me había salvado de ser asesinada por el monstruo de mis pesadillas cuando era pequeña. Era excesivamente alto, casi tanto como un roble. Llevaba un traje, impecable a pesar de la sangre de su alrededor. No sé si decir “pálido”, pero era blanco. Blanco como el papel, como si fuera un ángel. Un ángel sin rostro. Pero era diferente, esta vez era diferente. De su espalda salían tentáculos, o al menos una clase de ellos. Eran negros, y viscosos. No puedo describirlos con claridad. Pero, los usaba para estrangular a varios de mis compañeros. Estrangularlos y luego golpearlos contra el suelo, provocando la ruptura del cráneo y la muerte instantánea. Con sus dedos, largos y blancos, cubiertos de sangre, arrancaba los globos oculares, como si fueran simples pelotas pequeñas, y la lengua, como si fuera una ramita, a una de las chicas. Y comenzaba a tener un “rostro”. No tenía ojos, pero las cuencas se marcaban en su “rostro”, y su boca era una gran mandíbula, de la cual brotaba sangre, y un líquido negro como la noche, corrosivo. Aquel líquido negro provocaba que la carne se desprendiera de la joven. Se desprendía por trozos, enormes trozos negros y rojos. Observé como los asesinaba. Eran simples muñecos de trapos, y él un niño inquieto, con mucha energía. Los golpeaba con fuerza inhumana, pero dejándolos vivos. Y los desmembraba para hacerlos sufrir. Los sujetaba con fuerza, y los lanzaba contra los árboles cercanos, y también las rocas, tiñendo todo de un rojo oscuro, y dejando todo con el olor a muerte. Incluso arrancaba miembros de sus cuerpos con sus tentáculos. Y yo apreciaba la mórbida escena, en silencio. Contemplando cómo un monstruo asesinaba a mis compañeros de las maneras más perversas. Luego de la masacre, dirigió su mirada hacia mí durante unos segundos. Posó entonces su mirada en una joven que aún seguía con vida, y la arrastró por el pelo hacia mí. Mientras hacía esto, volvía a transmutarse en un hombre con traje y sin rostro. La joven suplicaba por su vida, mientras que yo me encontraba frente a él. Extendí mis brazos, y escuché una voz en mi cabeza. “Debes terminar con la miserable vida de esta joven…”. Abrió su boca, y dejó caer el líquido negro en mis brazos. Con sus dedos me hizo heridas, y las fue sellando con dicho líquido. Entonces, mis manos se tornaron de un color negruzco, mis uñas se extendieron hasta parecer dagas rudimentarias o piedras bastante filosas. Por último, mi pensar ya no era el mismo. Decidí terminar con la vida, el sufrimiento, de aquella pobre chica. La arrastré desde su brazo izquierdo, y sin mucho esfuerzo, la puse contra un árbol. -Púdrete en el infierno…-dijo. La tomé por la cabeza, y acomodé mi rodilla en su pecho, de forma que quedará justo en el esternón. Y empujé. Tiré su cabeza, arrancándola de su lugar junto con su espina dorsal. Lo logré, y su cuerpo calló de rodillas delante de mí, mientras una fuente de sangre estallaba. Había muerto. El hombre de traje había desaparecido, y yo me encontraba sola. Decidí volver al orfanato. Llegué más rápido, pues ya no soy lo que era. Pude saltar y correr de formas imposibles. Cuando llegué todo se encontraba sumido en silencio, y todos dormían plácidamente. Eran las 3:55 AM. Fui a mi cuarto, y tomé una placentera ducha para limpiar la sangre y la ropa. Me coloqué mi uniforme, pues era mi única prenda limpia. Mis manos volvieron a su normalidad. Bajé a la cocina, pero estaba cerrada. Una de mis manos se tornó negra nuevamente, y con un simple movimiento, destruí la cerradura. No tuve que esforzarme, y tampoco sentí dolor. Abrí todas las hornillas de las estufas y los hornos, y recogí algo de comida en mi mochila. En la enfermería, vacié todas las botellas de alcohol por los corredores, y por último, por la oficina de donaciones. Tomé todo el dinero, y un encendedor que había sobre el escritorio. Volví a la salida. Di un último vistazo a la hora en mi celular: 6:59 AM. Lo lancé con fuerza hacia la pared, rompiéndose, y encendí el mechero. El orfanato se convirtió en un infierno en un segundo. Una gran bola de fuego, caliente y letal. Las personas que quedaron dentro del orfanato gritaban por auxilio, para luego morir sofocadas por el humo, o quizás rostizarse vivos. Creo que no quedaron sobrevivientes, pero si los hay, nunca explicarán qué o cómo sucedió. Ahora solo queda una última interrogante… ¿Quién soy? Solo sé que me llamo Naily… Pero mis manos dicen otro nombre... __FORZARTDC__ Categoría:Mentes trastornadas Categoría:Sueños/Dormir Categoría:CC