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  • Sueños de Destrucción
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  • ¡Rescate!El Ta-Matoran llamado Sarda no tenia duda de que estaba viviendo sus últimos momentos. Él y sus amigos habían sido capturados por Pridak, líder de los Barraki, y encerrados en una cueva marina. Cuando Pridak se empezó a molestar porque se negaban a dar información, él agarró a Sarda y lo arrojó fuera de la cueva, justo en el medio de un cardumen de hambrientos tiburones Takea. Sarda no tiene duda de lo que va a pasar a continuación. Él no sería capaz de detener una horda de tiburones por más de un par de momentos. Es de esperar que el final, al menos, sea rápido.
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  • ¡Rescate!El Ta-Matoran llamado Sarda no tenia duda de que estaba viviendo sus últimos momentos. Él y sus amigos habían sido capturados por Pridak, líder de los Barraki, y encerrados en una cueva marina. Cuando Pridak se empezó a molestar porque se negaban a dar información, él agarró a Sarda y lo arrojó fuera de la cueva, justo en el medio de un cardumen de hambrientos tiburones Takea. Sarda no tiene duda de lo que va a pasar a continuación. Él no sería capaz de detener una horda de tiburones por más de un par de momentos. Es de esperar que el final, al menos, sea rápido. Algo se precipitó hacia él - pero no fue un tiburón Takea. Se trataba de una figura enmascarada en un trineo mecánico de mar, portando una espada. En un instante, el recién llegado se había puesto en el centro del cardumen, dispersando a los tiburones. Antes de que pudieran reformarse, unos chorros de agua los lanzaron girando lejos del lugar. Aturdido, Sarda vio a su rescatador acercarse. ¿Había algo familiar en él? Sarda no estaba seguro. Pero ciertamente parecía como si el extraño conociera a el Matoran. "¿Sarda?" dijo. "¿Eres realmente tú?" "Por supuesto que soy yo", respondió Sarda. "Y ahora mismo, tengo amigos en esa cueva que necesitan se rescatados. Si eres bueno con la espada, podría venirme bien tu ayuda." El recién llegado miró la boca de la cueva, y luego en la distancia, donde los tiburones estaban ya para un ataque. Entonces él regresó a Sarda. "Alguien me dijo una vez que el conocimiento es un arma más filosa que una espada. Antes de entrar en una pelea, me vendría bien un poco más de eso.”. Algo con las palabras del extraño desencadenaron un recuerdo en Sarda. Él se forzó estrechamente en la inesperada llegada. ¿"Toa Lesovikk?", Preguntó Sarda, casi con miedo a la esperanza en lo cierto acerca de la identidad del recién llegado. "Pero… no puede ser… ¿cómo puedes estar aquí?" El Toa destellaba una triste sonrisa. "Sí… Soy Lesovikk, aunque nadie me ha llamado Toa en mucho tiempo. En cuanto a cómo llegué aquí… es una larga historia, amigo mio.”