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  • La cruda realidad
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  • Estirando el brazo para alcanzar el enchufe sin levantarse, conectó el laptop a la toma de corriente. Estaba tan concentrado escribiendo, que poco le había importado el aviso de batería descargada. Llevaba la PC siempre con él, desde aquella vez que la inspiración lo sorprendió sin lugar donde plasmar las ideas. Media hora antes, un pensamiento le inyectó vigilia y con sumo cuidado para no despertarla, palpó en la oscuridad hasta alcanzar el desconocido baño. Arrimó la puerta de la manera más silenciosa que pudo, encendió la computadora y sentado en el frío wáter comenzó a escribir.
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  • Estirando el brazo para alcanzar el enchufe sin levantarse, conectó el laptop a la toma de corriente. Estaba tan concentrado escribiendo, que poco le había importado el aviso de batería descargada. Llevaba la PC siempre con él, desde aquella vez que la inspiración lo sorprendió sin lugar donde plasmar las ideas. Media hora antes, un pensamiento le inyectó vigilia y con sumo cuidado para no despertarla, palpó en la oscuridad hasta alcanzar el desconocido baño. Arrimó la puerta de la manera más silenciosa que pudo, encendió la computadora y sentado en el frío wáter comenzó a escribir. Cuando regresó a la habitación, la luz de la portátil estaba encendida y ella lo esperaba recostada en una pila de almohadas fumando un cigarrillo de marihuana. _¿Una pitada? _Hace tiempo que no fumo porro -respondió. Era la primera noche que pasaban juntos y personalmente se habían conocido unas horas antes en un café céntrico de la ciudad. La charla fue placentera y estuvieron de acuerdo en continuar el encuentro en un pub bailable ya avanzada la madrugada. Ella estaba feliz de conocer un hombre tan encantador. Se había prometido que nunca más concretaría una cita a ciegas por chat, pero fue tan galante e interesante que la sedujo en su fibra más íntima. No estaba desilusionada, sino todo lo contrario. Era atractivo, bien hablado y ácidamente jocoso. Luego de unas copas de más, contando anécdotas en trabalenguas, tambaleantes y riendo, caminaron por las calles del antiguo barrio. No pensaba tener sexo con él en la primera cita, pero la enterneció como contuvo a un desvalido perro que se les cruzó en el camino. _Es adorable –pensó. Alguien que le habla al oído a un perro callejero, es un tierno. Se besaron por primera vez en el taxi. Ella tomó la iniciativa y le pareció más excitante aún. Él no era como los demás. Otro se habría aprovechado al reconocerla ebria. Tomó su mano y la apoyó en sus pechos. Él no desaprovechó la oportunidad, pero cuidó que el conductor no los observara. _¿Quieres tomar un café? –dijo ella buscando las llaves. _Me encantaría -respondió, cerrando la puerta del taxi. Lo que sucedió desde el corredor hasta el dormitorio, fue puro desenfreno. Oleada de orgasmos de sexo inesperado. Ella no recordaba la última vez que se había entregado de esa manera. Las desilusiones habían calado hondo en su corazón. Ahora, aunque fuera por la borrachera, sentía esperanzas de olvidar a su amor perdido. Tal vez por ello despertó con los pies helados y sobresaltada por la ausencia. El ruido que provenía del baño la calmó. Encendió la luz, sacó una bolsita de marihuana de la mesita, la desarmó con paciencia y preparó un cigarro. Fumando aguardó que regresara. Unas pitadas después reían de todo. Se miraron a los ojos, se besaron e hicieron el amor una vez más. Ella se sentía contenida como nunca y temió enamorarse perdidamente del extraño. ¿Cómo explicaría esto a sus amigas? ¿Enamorada de un completo extraño? Sonrió escondida. Ya habría tiempo para las explicaciones. Ahora no podía dejar de observarlo mientras escribía en la computadora. Curiosa, miró el monitor recostándose en su pecho. _¿Se puede ver? –preguntó. _Dame un segundo. Escribo el gran final y lo podes leer –respondió mientras tecleaba. No le molestaba que escribiera en la cama. En realidad le resultaba sexy su dedicación. ¿Cómo podría incomodarle si por ese medio lo había conocido? Recordó que la casualidad los unió en el chat. Él buscaba una vieja amiga perdida por una discusión sin sentido. Un error en una dirección de correo digitada de memoria los destinó a horas de inesperada charla escrita. Una invitación velada y la soledad que padecía ella, cuajaron en una cita. Por una vez sintió que la suerte estaba de su lado. _Ya podéis… –dijo él, pasando el laptop a su falda. La escudriñaba atentamente no solo porque disfrutaba de su delicada belleza, sino porque quería descubrir en sus ojos el momento en que leyera el desenlace. Cuando el terror surgió de la mirada, él rodeó su cuello con el cable de la PC. Charly la observó y sintió que era aún más bella sin vida. Pero lo invadió una profunda añoranza, ya que extrañaría los deliciosos comentarios que dejaba en su blog. Blog en el cual cada día, había menos comentaristas.