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  • Lauren The Slayer
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  • Ella no quería hacerle daño a nadie… Tiempo pasado. Tal vez no era la típica chica popular, pero tampoco la típica antisocial que todos pisoteaban con facilidad. Era una estudiante ejemplar, era la hija que todos los padres quisieran. Sus amigas la apreciaban demasiado, la necesitaban. Claro, nadie lo sabía pero, ella amaba el terror, eso no le quitaría la imagen que todos tenían de ella, sin embargo, quiso callarlo. Un día que estaba chateando por su computador con una de sus amigas y buscando algo de gore por internet, su madre le grita desde la cocina y Lauren acude a su llamado.
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  • Ella no quería hacerle daño a nadie… Tiempo pasado. Tal vez no era la típica chica popular, pero tampoco la típica antisocial que todos pisoteaban con facilidad. Era una estudiante ejemplar, era la hija que todos los padres quisieran. Sus amigas la apreciaban demasiado, la necesitaban. Claro, nadie lo sabía pero, ella amaba el terror, eso no le quitaría la imagen que todos tenían de ella, sin embargo, quiso callarlo. Un día que estaba chateando por su computador con una de sus amigas y buscando algo de gore por internet, su madre le grita desde la cocina y Lauren acude a su llamado. – ¿Qué sucede, mamá? – dijo Lauren sentándose en el suelo. – Hija, levántate, te ensuciarás. Lauren se levantó y se recargó en la pared, ya que estaba realmente cansada. Bostezó. – Emmm… ¿Cómo te digo esto? Después de tu fiesta de fin de año, nos vamos a mudar. “¿Qué? ¿Ahora qué voy a hacer? ¿Mis amigas? ¿Qué les digo? ¿Por qué no me lo dijeron antes? ¡No es justo! ¡Yo no quería irme! ¡Seguramente lo hacen para poder estar cerca mi hermano! ¿Por qué no pueden dejarlo? ¡Los odio!” pensó ella, estaba muy enojada. – ¿M-Mudarnos? Está bien, mamá. – dijo lo más calmada posible. – Me alegro que te lo tomes bien, ya puedes irte, sólo era eso. Lauren regresó a su habitación más enojada que nunca, aunque frente a sus padres era la hija ejemplar, sabía que preferían a su hermano, Roger. En navidad, él era el que recibía los regalos más bonitos, invertían mucho más dinero en los cumpleaños de él, él tenía la habitación más grande en la casa ¡Todo era para él! Ella estaba harta de eso, odiaba a su hermano, despreciaba ligeramente a sus padres. Ahora, que irían con él, volverá a ser lo mismo que antes. Sin amigos, incluso, cada persona que pisaba la casa, terminaba haciendo amistad con Roger en vez de Lauren. Apagó la computadora sin despedirse de su amiga, se fue a dormir sin importar la hora. Sólo tenía 3 días para sus amigas, pero sólo se encerró en su cuarto hasta la mudanza. Sólo comía por la tarde, y el día de la fiesta, fingió un dolor de estómago para no ir. En la mañana del día siguiente, Lauren bajó “animadamente” las escaleras con unas maletas en mano. Se llevaba todas sus pertenencias, su computador, su ropa, todo, pero lo extraño era que no había ningún camión para trasladar los muebles. “Seguro los llevarán más tarde” pensó ella, pobre ilusa. Subió al auto de su madre. Empezó a conducir, ella se dio cuenta de que no estaba su padre a bordo. – Mamá, – dijo ella rompiendo el silencio – ¿Y papá? ¿Nos alcanzará al rato? – Lauren, tal vez no te lo dije. Te quiero mucho al igual que tu padre, pero tú sabes qué sucede cuando los papás dejan de quererse, se separan. Nos divorciamos hace una semana, no te lo dijimos porque no queríamos que te enteraras, pero ahora es el momento. – ¿Y ahora a dónde vamos? ¿Qué vamos a hacer? – Iremos a vivir con tu hermano, yo buscaré un trabajo y tú seguirás estudiando y teniendo buenas notas. “¡De nuevo con Roger! ¡Este es el maldito colmo! ¡Malditos padres! ¡Estúpido hermano! No sé si pueda contenerme ¡Odio esta maldita situación!” pensó Lauren. Enojada de tener que mostrar siempre una buena cara. Nadie la ha visto enojada por fuera, nadie la ha visto de mal humor. Todo, TODO tenía que guardárselo, ¿Y Roger? Podía ser siempre el maldito niño berrinchudo a pesar de ser mayor de edad ¡Y sus padres se lo permitirían! ¡Y encima lo premiarían! Todo el viaje se lo pasó en silencio, siempre solían ir platicando, o ir cantando, pero ahora sería diferente. La vida no siempre es bella, la vida no siempre te sonríe. ¿Por qué tienes que sonreír, si no hay motivos para hacerlo? Llegaron a la nueva ciudad en la que vivirían de ese día en adelante. Su madre se estacionó enfrente de la casa de Roger. Las 2 mujeres salieron del auto con algunas maletas. Un hombre alto y muy bien parecido salió de su residencia para saludar a sus familiares, era Roger. – ¡Hijo mío! – Exclamó su madre – ¡Hace mucho que no te veía! – rompió en llanto. – Por Dios, madre, lo vimos hace medio año. – Cállate, Laura. – ¡Es Lauren! Su madre la ignoró y abrazó a su hijo favorito. Se separaron y Roger le quitó las maletas a su madre. Ambos se metieron a la casa. Lauren entró y dejó sus maletas en donde le indicó su fastidioso hermano. Esa sería ahora su nueva casa, desafortunadamente, ahí viviría por la eternidad. Salió de casa y fue a dar la vuelta por ahí. Las calles se veían peligrosas, la gente no muy confiable, se sentía extrañamente cómoda. “Tal vez no sea tan desagradable vivir aquí´”. El tiempo se le pasó volando. Presenció 3 asaltos, 2 violaciones, y su favorito, 1 asesinato. – ¡Hey! ¡Si tú! ¡La de cabello café! – le gritaron. ¡Crack! Se escuchó en su cabeza. Esta situación no llevaría nada bueno, pero le llamó la atención. – ¿Qué quieres? – le contestó a aquella mujer rubia con más curvas que una cordillera. – Creo que no nos hemos presentado. Mi nombre es Keith, por si no lo sabes, estos son mis rumbos, y no puedes entrar a menos que te dé permiso. – Mira, genio, ¿Cómo quieres que sepa eso, si nunca he estado aquí? – Roger Griffin es tu hermano, me sorprende que no te lo haya mencionado. – ¿Tú como sabes que es mi… hermano? – Dijo esa última palabra con tanto asco. – Yo se muchas cosas, y ahora que ya te he advertido, ¡Sal de mi propiedad! – Claro, rubiecita hueca. Caminó hacia una tienda para comprar un café, obvio no se iría sólo porque una niña mimada se lo ordena. Al salir de la tienda, sintió una sensación muy rara recorrer su cuerpo. Frente a sus ojos, estaba esa misma chica trastornada, esperándola. La chica iba acompañada de un chico más grande que ellas, daba miedo incluso. Lauren se preguntaba por qué estaban ahí. – Te dije claramente que te fueras, no obedeciste mi orden, este es tu castigo. Ella no entendía, ¿Por casualidad el terreno que pisaba era propiedad de su familia? – Pete, haz lo tuyo. Aquel chico la tomó fuertemente y se la llevó a un callejón oscuro. Lo primero que hizo fue golpearla fuertemente en la nariz, ocasionando que empezara a sangrar. A Lauren le dolía, claro, pero no mostró su dolor ante él. Se limitó a reír. Pete la miró extrañado por esa actitud. Ella aprovechó y sacó una navaja que llevaba en el bolsillo por si sucedía algo. Antes de que Pete pudiera hacer algo, ella le enterró su navaja en el estómago. No quiso hacer nada más, sólo salió corriendo de ahí. La próxima vez que entrara a esos rumbos, tendría más cuidado para no toparse con Keith. Llegó a su casa y fue directo a dormir. Pasaron sus vacaciones, era el primer día de clases. Se la había pasado en la computadora viendo películas de terror, videos gore y leyendo historias de terror. Su madre ya estaba harta de que su hija se comportara tan grosera de la nada. Le contestaba cuando algo no le parecía, se enojaba cuando algo no salía como quería, “Tiene un carácter muy pesado últimamente” piensa su madre, y la pobre tonta no ha visto nada. Lauren se puso una blusa blanca sin estampados, unos jeans color gris junto con un cinturón blanco y un suéter negro, y sus converse favoritas claro, decidió dejarse el cabello suelto. Bajó las escaleras con la mochila sobre su espalda, su madre la esperaba abajo para despedirse. Su madre la vio. – Hija ¿Segura que llevarás eso? La primera impresión es la que importa. – Se me hace tarde, lo siento mamá, ya será en otra ocasión. Salió de casa, se deslumbró por los rayos del sol, hace mucho que no los veía. Caminó al colegio, se encontró a Keith en la entrada, como si la estuviera esperando… – ¡Pete! Mira quien vino. Pete apareció con una navaja. Su navaja. – Ese día, olvidaste tu navaja, no te preocupes, aquí tienes. Pete intentó clavársela a ella, pero la esquivó. Lauren le soltó un golpe en la cara. Sintió esa sensación nuevamente, le gustaba. Le lanzó una patada en las zonas nobles, tan fuerte que hizo que Pete se retorciera del dolor en el suelo. Le dio varias patadas en el estómago. Todos estaban en clases, Keith se confió y también entró. Nadie los veía, una oportunidad tentadora para hacer lo que siempre ha soñado, torturar un poco a alguien. Tomó su navaja que estaba en el suelo y se la enterró en el pecho, y descendió hasta la altura del ombligo. Tenía su cuerpo abierto, sus órganos expuestos. No sabía que hacer, lo único que se le ocurrió hacer fue explorar un poco, cada órgano que sacaba y tenía en su mano, lo partía para investigar que tenía por dentro. Sus intestinos los sacó, y vio como él quedó inconsciente. Nunca había visto tanta sangre en su vida. Sus manos están cubiertas de sangre, su suéter igual. Empezó a reírse frenéticamente, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Dejó el cuerpo fallecido de Pete en el suelo, tenía cosas pendientes por hacer… – ¿Roger? ¿Lauren? ¿Hay alguien ahí? – preguntaba su madre entrando a casa. La casa estaba a oscuras, todas las cortinas estaban cerradas, el piso estaba ¿Pegajoso? “Tal vez a Lauren se le cayó el jugo” pensó su madre tratando de consolarse. El ambiente se sentía tenso, sombrío, muy pesado. Escuchó unas risas que provenían de la cocina, era Lauren, seguro, pero, su risa era… extraña. – Verónica… ¡Qué bueno que has llegado! – Dijo Lauren con algunos tics nerviosos – ¡Harold y yo te estábamos esperando para jugar a las escondidas! ¡Pero no pudimos esperar! ¡Como cuando era niña! Papá llegaba temprano y nos poníamos a jugar hasta que llegaras de las compras, ¡Después nos divertíamos más! Tú, él, yo, Roger… ¡No importa él! ¡Lo bueno es que llegaste! ¡Papá es pésimo para las escondidas! ¡Lo encontré fácilmente! Viene conmigo ¡Salúdalo! Mostró una cabeza decapitada que escondía detrás de su espalda, esa cabeza era de su padre, a quien horas antes había matado. – Hija… Sé que esto es nuevo para ti… – Retrocedía lentamente – Pero tranquilízate, podemos salir juntas de todo esto… – ¿Salir juntas? ¡No me hagas reír! ¡Esto es venganza! ¡Estoy haciendo justicia! ¡Papá quería un varón! ¡Por eso nunca me trato igual que a Roger! ¡Y lo maté por despreciarme casi siempre! ¡Siempre quiso más a mi hermano! ¡Y tú lo apoyaste! ¡Tú eres su cómplice! Debes pagar por tus acciones… Lo último que se escuchó en esa casa fue el grito de dolor de Verónica, culminando con su vida.