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  • Amor prohibido
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  • El mar estaba nervioso, las olas adornaban el paisaje azul de la noche con su espuma blanca al romper contra los espigones, la noche tormentosa adornaba la tragedia y yo como siempre aposté por leer junto al fuego una de las más bellas historias de Edgar Allan Poe, como no Anabel Lee. Si, aquella historia dulce de dos amantes que hasta el cielo posó su envidia sobre ellos y quitó la vida de Anabel Lee cuando aún era tan solo una niña. Pues bien, a mí me pasó casi lo mismo, mi vida era perfecta, la chica que adoraba era tierna, sensual, alegre, humilde y además hermosa. Pero mi amor fue castigado y no como castigó el cielo a Anabel Lee pero si de otra forma.
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  • El mar estaba nervioso, las olas adornaban el paisaje azul de la noche con su espuma blanca al romper contra los espigones, la noche tormentosa adornaba la tragedia y yo como siempre aposté por leer junto al fuego una de las más bellas historias de Edgar Allan Poe, como no Anabel Lee. Si, aquella historia dulce de dos amantes que hasta el cielo posó su envidia sobre ellos y quitó la vida de Anabel Lee cuando aún era tan solo una niña. Pues bien, a mí me pasó casi lo mismo, mi vida era perfecta, la chica que adoraba era tierna, sensual, alegre, humilde y además hermosa. Pero mi amor fue castigado y no como castigó el cielo a Anabel Lee pero si de otra forma. Yo era de clase humilde, ganaba el pan con mi trabajo, me adoraban mis padres, me querían mis amigos, pero ella y sus padres eran inmensamente ricos. Nos veíamos a escondidas sin que ellos lo supieran hasta que el padre por medio de un amigo se enteró de que rondaba a su hija. El padre un viejo demonio, avaro, triste y deprimido quería que su hija se casara con un chico de la ciudad que tenía por así decirlo su misma categoría. Una noche salí del trabajo y al doblar una esquina me asaltaron dos encapuchados y me subieron a un carruaje de caballos tapando totalmente mi cabeza. Me di cuenta de que era un carruaje porque en mi oscuro letargo sentía el trotar de los caballos y los baches del antiguo París. Cuando me bajaron, me propinaron una brutal paliza y destaparon mi rostro. Allí estaba en un lucernario de una casa que parecía ser de alguna familia acaudalada o algo así, cuando de pronto vi salir por una de las puertas al padre de mi amor. Empezó a reír a carcajadas cuando vio mi cara ensangrentada y tiró unas monedas de oro junto a mí acompañadas de un...."no te atrevas a rondar jamás a mi hija, coge esas monedas y vete no quiero volver a verte jamás" No cogí las monedas y salí corriendo como un cobarde con una sola idea en mi cabeza..."nadie me separaría de ella jamás." La encerraron y unos días después me enteré que la obligarían a casarse con el chico de su misma clase. No, no crean que busqué al padre para matarlo, sin embargo el día de la boda me planté en la catedral de Charres para ver como moría mi corazón. Estaba preciosa como nunca la había visto, aunque a la vez parecía ceñirse sobre ella una tristeza fuera de lo común. El párroco comenzó con la misa hasta llegar al "si quiero”, cuando le preguntó al novio él dijo sonriente con cara de triunfo...."si”, dejó pasar unos segundos y soltó...."quiero". Ella estaba llorando y cuando el párroco fue a preguntarle, sacó un pequeño puñal de su escote, miró al padre con cara de desprecio y se dirigió a él diciendo las siguientes palabras.... "padre has muerto para mí y lo mismo que has roto mi corazón, ahora romperé yo el tuyo".thumb|292px Empuñó el puñal frente al altar mirando el crucifijo que se alzaba sobre él y lo clavó en su corazón produciéndole la muerte.