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  • El Serializador
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  • ¿Quién soy? Pueden llamarme El Serializador. Y lo confieso: He hecho cosas terribles e inimaginables. Pero hay una razón. ¿No es, en todo caso, correcto, acabar con quién sólo hace daño al mundo? Supongo que sí. Pero aún así, sólo soy la misma escoria que el resto. Yo era un brillante estudiante, sí, algún día lo fui. Pero no estaba conforme. Quería dejar mi huella en el mundo, y creo que ya lo hice. Sí. Soy un asesino. ¿Y a quién maté? A gente cercana a mí, gente que odiaba, gente que muchos odiaban, como dije antes, los que hacían mal. Pero déjenme contarles la historia completa.
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  • ¿Quién soy? Pueden llamarme El Serializador. Y lo confieso: He hecho cosas terribles e inimaginables. Pero hay una razón. ¿No es, en todo caso, correcto, acabar con quién sólo hace daño al mundo? Supongo que sí. Pero aún así, sólo soy la misma escoria que el resto. Yo era un brillante estudiante, sí, algún día lo fui. Pero no estaba conforme. Quería dejar mi huella en el mundo, y creo que ya lo hice. Sí. Soy un asesino. ¿Y a quién maté? A gente cercana a mí, gente que odiaba, gente que muchos odiaban, como dije antes, los que hacían mal. Pero déjenme contarles la historia completa. Corría el año de 1999, mi hermana y yo íbamos al colegio, y había un profesor, que nos daba clases de química. Él, como podría darse cuenta cualquiera que viese su mirada, tenía un interés en mi hermana. Un interés que se convirtió en obsesión. Y una obsesión que conllevaba un deseo muy grande. Un día, éste le dijo a mi hermana que necesitaba hablar con ella. La esperó en el aula de clases después de la escuela, y mi hermana, ilusa, accedió. Como lo había estado esperando, el profesor vio a mi hermana entrar. Cerró la puerta, y, como podrán darse cuenta, intentó aprovecharse de ella. Yo, como me iba a casa con ella, la busqué por toda la escuela, y, naturalmente, escuché lo que sucedía en el salón de clase. Tras escuchar atentamente, reconocí la voz de mi hermana allí dentro, y pedía ayuda. Entré, y la vi, siendo retenida contra el mesabanco por el maestro. Sin dudarlo, tomé un bisturí que estaba en la mesa de ensayos, y, de un momento a otro, se lo clavé al cuello. Tres veces, en total. Sangraba violentamente, y mi hermana y yo huimos sin decir nada. Llegué muy asustado a casa, y ni yo ni mi hermana dijimos nada. Como era de esperarse, no tardaron en darse cuenta de que el profesor había muerto. Y tampoco tardaron en vincularme a mí, en saber que yo lo había matado. Lo pagué, fui mandado a prisión a la edad de 16 años. Mi hermana nunca dijo lo que el profesor le había hecho, así que cuando mi madre supo que yo maté al profesor, pensó que lo había hecho por algo personal, y perdí su confianza.Allí dentro, en prisión, las noches eran frías y los días eternos. Y allí fue donde se marcó mi destino por segunda vez. Un día, en el patio de la correccional, vi que un sujeto moreno, delgado y de pelo negro estaba molestando a otro chico, quizás de mi edad, aunque claro, todos tenían menos de 18 al ser un tutelar, o sea, una prisión para menores. Yo, sin razón alguna, le dije que lo dejara en paz. El otro sujeto, sin dudar, me lanzó un puñetazo a la cara, y caí al suelo. La ira me controló, y tomé una roca que estaba junto a mí en el suelo, y con ella lo golpeé en la cabeza. Cayó al suelo. Si, lo maté. Todos corrimos fuera de la escena, y nadie supo quien lo mató. Pero el chico, cuando volvimos a las celdas, me dijo "Gracias, te debo una" Aunque me sentía horrible por lo que había hecho, sentí que después de todo no había hecho el mal. Y dentro de mí, creció un pensamiento. ¿Y si acabo con todos los que hagan el mal? Ya no tengo nada que perder, ya estoy aquí adentro. Y esa justificación, para mí, fue suficiente para cometer los actos más horribles y despiadados que puedan haber. Tras un rato, conseguí una navaja, es muy fácil, aunque no parezca, conseguir armas dentro de la prisión. Y sí, me dediqué a matar a todos los internos que no merecían vivir, a los que molestaban a otros, los que expandían el terror, los que abusaban de otros. Allí dentro era el lugar perfecto para limpiar a la escoria humana, entre tantos criminales, era fácil ver que, cuando morían, era el alivio de miles. Los cortaba, les rajaba la yugular, y escondía los cuerpos. Y, dentro de mi desquiciada y enferma mente, me surgió la idea de dejar mi marca. En sus inertes cuerpos, tallaba con la navaja la palabra "Serializador". Nadie se dio cuenta de que fui yo. Y por las noches, al oír conversar a los demás, todos decían que el tal Serializador era un alivio para todos. Y me sentía muy bien. Finalmente, salí de prisión. Y han pasado más de 15 años del primer asesinato, y en el correr de los años, esta idea no puede dejar de atormentarme. Se sabe de mí, yo soy el Serializador. Juzgué a la gente, y acabé con su vida, y quizá lo vuelva a hacer. Pero, después de todo, creo que sólo Dios será el que me juzgue a mí. Categoría:Mentes trastornadas