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  • Tus días están contados
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  • La luna llena caía sobre mí. Las tijeras de la cocina en mis manos. En mi ropa y en mi cara, salpicaduras de sangre. Esa noche era fría, y yo no podía volver a casa después de apuñalar con las tijeras a mi padre. En mi teléfono, mi hermano me había llamado varias veces, pero no se lo cogí. Fui a una fuente y lavé mis tijeras e intenté limpiarme un poco. Estuve un buen rato pensando en el banco de un parque y recordé lo que pasó esa noche. Mi padre, metiéndose con mi madre a la hora de comer, y yo, perdiendo la paciencia. -No le hables así a tu padre. -Padre es el que cría, no el que engendra.
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  • La luna llena caía sobre mí. Las tijeras de la cocina en mis manos. En mi ropa y en mi cara, salpicaduras de sangre. Esa noche era fría, y yo no podía volver a casa después de apuñalar con las tijeras a mi padre. En mi teléfono, mi hermano me había llamado varias veces, pero no se lo cogí. Fui a una fuente y lavé mis tijeras e intenté limpiarme un poco. Estuve un buen rato pensando en el banco de un parque y recordé lo que pasó esa noche. Mi padre, metiéndose con mi madre a la hora de comer, y yo, perdiendo la paciencia. -Todo esto es culpa de tu madre. Siempre te estuvo poniendo en mi contra -dijo borracho. -El que me ha puesto en tu contra, has sido tú. Muy normal no es que una niña de seis años pase la infancia en un maldito bar. Tampoco que le quites dinero a tus hijos y tampoco es de muy buen padre que sólo tengamos que llamarte nosotros o venir a verte. -No le hables así a tu padre. -Padre es el que cría, no el que engendra. Estuvimos peleando un buen rato. Más tarde, por la noche, mi padre siguió la conversación. -Eres un maldito clon de tu madre. -Prefiero ser un clon de mamá, que una cobarde como tú. -¿Perdona? -Está usted perdonado. Se levantó hecho una furia. Se acercó a mí y me pegó. A lo que me levanté de la silla de un salto y me puse a la defensiva, muy enfadada. -Ni se te ocurra volver a tocarme. -¿O qué? Soy tu padre, tengo derecho a hacer lo que me dé la gana contigo. -Vuelve a pegarme si te atreves, cobarde. Me pegó otra vez. Directamente me dirigí a la cocina y cogí unas tijeras y salí al comedor otra vez. Mi padre me miró confuso, con la botella de cerveza en la mano. En ese momento se me revolvieron las tripas. Me daba arcadas mirarle. -¿Qué estás haciendo? Guarda eso. -No puedo aguantar la tentación... -Dije jugando con las tijeras. -No seas tonta Elizabeth, guárdalas. Pude ver el miedo en sus ojos. Qué bella sensación. Me acerqué a él y le miré con una leve sonrisa un tanto macabra. -¿De qué te ríes? -Me parece gracioso no tener nada de paciencia. -¿Qué? -Que... -Le miré sonriente- Tus días están contados, papi... Después de apuñalar a mi padre, apareció mi hermano, que me venía a buscar. La miré, mientras tenía las tijeras en mis manos, y salí corriendo de allí. Ahora me siento extraña. Un poco triste, por no poder volver con mi hermano que siempre me ha ayudado, pero me siento bien por el simple hecho de haberme quedado a gusto. Mi cordura me ha abandonado. Ahora estoy completamente sola. Sólo me alivia apuñalar a la gente con estas simples tijeras de cocina. Después de haber aguantado palizas, voy a poder desahogarme. Voy a hacer lo único que he esperado todo este tiempo.