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  • La Rave de la Navidad
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  • Líquidos rojos y transparentes. Espuma por todas partes ¿Podría pedir más?” Pensaba Juan tumbado entre la espuma de la discoteca. La espuma ya se había disminuido bastante y los cadáveres se iban apreciando más y más. Juan que portaba con él una AK-47 en la mano derecha tenía una expresión de felicidad increíble. Tenía a una muchacha de no más de quince años que su cabeza estaba destrozada y parte de sus sesos se habían pegado a los testículos de Juan. En la boca de ese cadáver, aparte de sangre, iba saliendo un líquido blanco y pegajoso. Juan beso la mejilla de aquella muchacha y se levantó. Aunque le costó lo suyo, Juan pudo levantar su obeso cuerpo del suelo y dejo el cadáver de la muchacha como si tratara de basura.
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  • Líquidos rojos y transparentes. Espuma por todas partes ¿Podría pedir más?” Pensaba Juan tumbado entre la espuma de la discoteca. La espuma ya se había disminuido bastante y los cadáveres se iban apreciando más y más. Juan que portaba con él una AK-47 en la mano derecha tenía una expresión de felicidad increíble. Tenía a una muchacha de no más de quince años que su cabeza estaba destrozada y parte de sus sesos se habían pegado a los testículos de Juan. En la boca de ese cadáver, aparte de sangre, iba saliendo un líquido blanco y pegajoso. Juan beso la mejilla de aquella muchacha y se levantó. Aunque le costó lo suyo, Juan pudo levantar su obeso cuerpo del suelo y dejo el cadáver de la muchacha como si tratara de basura. - Ha sido divertido mientras duro. – y dicho esto empezó a reírse a carcajadas. – siempre quise decir eso. Miro hacia la mesa de sonido subiendo unas escaleras de cristal. Empezó a subirlas y una loca idea le aterro ¿Podrían aguantar su peso? Ya daba exactamente lo mismo, ya había llegado hasta la mitad. Tal vez fuera una burla del destino o simplemente una leí de la resistencia pero justo cuando llego hasta el final, los escalones cedieron ante el peso de Juan y cayó hasta el suelo junto a una lluvia de cristales que le cortaron gran parte de la ropa y la piel. El horrendo asesino sin embargo, no sentía dolor alguno, sino placer, esbozo una sonrisa y los recuerdos de la mañana anterior invadieron su pensamiento… Juan se encontraba en un parque espiando a una muchacha de quince años. De por sí, la diferencia de edad entre ellos dos era gigantesca, Juan aun teniendo treinta años, no había consumado nunca una relación sexual y tampoco había sabido obtener siquiera una relación sentimental. Su cuerpo obeso y piel sudorosa no ayudaban a que pudiera tener ningún encanto, su pelo aceitoso y nariz grande como una patata solo lo hacían menos atractivo. Sus ojos negros tampoco le daban una buena imagen (de hecho, algunos pensaban que eran como los de una rata), siendo el único encanto que tenía era la perilla bien afeitada, la cual se dejaba en el olvido cuando su voz grave y chirriante se escuchaba al hablar. Pero esa vez sería diferente. Ya no sudaría al intentar hablar, mucho menos huiría al intentar mantener una conversación con nadie. Esa vez no haría amigas, tampoco quería tener una novia, solo habría sexo. El mango de la navaja le sudaba pero la sujetaba con fuerza, esa vez Juan tenía claro que hacer. Eran las 08:03 de la mañana, 24 de diciembre. Aunque alguien hubiera salido a comprar, nadie se daría cuenta. Juan miro a los alrededores, ya era hora de ir a por esa “pequeña”, hacía semanas que él la había estado engañando en un foro de dibujos “fan-art” donde se había estado haciendo pasar por otro “quinceañero” con imágenes falsas de un perfil de un adolescente atractivo. Ella se hacía llamar “Black Heart” pero su verdadero nombre era Nerea. Rubia, ojos marrones y nariz pequeña. Según la descripción de su perfil, la joven dibujante decía que le gustaba la música Rock (concretamente el Nu-Metal) y que su animal favorito eran los gatos. Pero ya no era relevante para Juan. Él solo estaba interesado en una cosa, que sería vulnerable. Bajo la excusa de ir a tomar un café, Juan la había invitado para ir y reunirse en un parque, allí a esas horas no habría ni padres ni críos, a esas hora estarían en víspera de la festividad. Nerea estaba buscando en dirección al este a su “amigo” internauta mientras Juan estaba dirigiendo a ella desde el oeste. Treinta metros. Veinte metros. Cinco metros. Un metro, Juan sentía como la excitación y el nerviosismo se apoderaban de su mente y como las ganas de vomitar por la presión se iban a cumplir. Entonces Juan fue corriendo, ya no había escapatoria para ella, la cogió del brazo, ella se giró y al ver al hombre grueso grito, él puso su mano derecha en la garganta de la muchacha y se percató de algo. Su navaja no estaba. - ¿Quién coño eres? – Pregunto agresivamente Nerea mientras se soltaba con facilidad del brazo fofo de Juan. Juan estaba asustado, sudaba y apenas sabia siquiera que hacer, mucho menos decir. Su mente estaba congelada y su cuerpo se sentía duro como una estatua. - ¿Eres Calico18? – Pregunto Nerea. Como si estuviera ante una profesora y tuviera que confesar una travesura, Juan en un tono infantil afirmo con un “Si” muy agudo. Nerea aun estando horrorizada de ver cómo era en realidad “Calico18” tuvo el ánimo para decirle que si aún le apetecía ir a tomar ese café. Juan extrañado por la actitud de Nerea se alegró y acepto gustoso el ir. "Tal vez en los baños de la cafetería podría hacer algo." pensó Juan. Durante el tiempo que estuvieron conversando en la cafetería, Juan mintió diciéndole que normalmente no conseguía amigos por su aspecto físico, teniendo un gran complejo con su obesidad y por eso no fue sincero en un principio. Nerea le confeso que tampoco había sido del todo sincera en varias cosas, como por ejemplo que en realidad apenas leía libros, solo relatos cortos. A medida que Juan iba conociendo a Nerea, fue abandonando la idea de cometer el crimen. Para él, Nerea ya no era un cacho de carne y poco a poco, su amor por ella creció tanto que ahora era incapaz de hacerle ningún daño. Hasta que apareció él. Un chico de no más de dieciocho años vestido de Papa Noel se acercó a ellos y les saludo. El muchacho, les pregunto animado si tendrían alguna comanda más para él. Nerea le observo de cerca y rio tímidamente. Él se presentó como Antonio y le dijo a Juan que tenía una hija preciosa. Entonces Nerea negó que Juan fuera su padre y le explico que era un amigo de internet de una web de dibujos. Entonces Antonio empezó a interesarse sobre el tema y quiso saber más y les pidió si podían esperarle ya que su turno se acabaria en cinco minutos. - ¿Te apetece que le esperemos Juan? – pregunto Nerea. - Claro, cuantos más seamos mejor – mintió Juan. Dentro de la cabeza de Juan, sus temores y rabia fueron incrementando. El perverso pensamiento de violar a Nerea había vuelto a florecer junto con otro. Matar a ese joven. Pero tenía que cambiar de planes. Cuando Antonio salió, los tres se fueron al parque y estuvieron hablando sobre los dibujos de Nerea, también que había empezado a dibujar un comic de fantasía y poco más. Antonio explico entonces que él estaba estudiando un bachillerato de dibujo artístico y que su meta era llegar a ser dibujante de comic. A medida que su plática iba avanzando, los dos dibujantes parecían tener muchas cosas en común y prácticamente parecían íntimos amigos, pero a los ojos de Juan, parecían prácticamente un matrimonio. El deseo de hacer su plan iba en aumento y entonces recordó algo, “su regalo de navidad”. Juan les pregunto a ellos dos que si tenían planes para esa noche, los dos afirmaron que no y Juan les explico que había quedado con “unos amigos” de primaria en una discoteca para divertirse. - Pero yo soy menor… - Dijo Nerea de forma tímida. - No te preocupes, no notaran la diferencia ¿Y tú Antonio, que me dices? – Dijo Juan. - La verdad es que no soy mucho de discotecas. – Contesto este. Aun así, Juan logro convencerlos al final. Después de estar platicando un buen rato, Nerea se percató que tenía que ir a su casa a por varias cosas y al final dejo a los otros dos muchachos solos. Antonio que realmente no le apetecía estar mucho con Juan, le conto una excusa para irse del parque. Juan que tampoco tenía mucho interés en ese muchacho, dejo que se fuera. Pero Antonio jamás saldría con vida de ese parque. Juan miro al suelo y encontró entre la tierra un pedazo de metal. Lo cogió y se dio cuenta que era su navaja. Fue corriendo hasta Antonio, el joven se giró y al ver a Juan no lograba entender el motivo de su corrida hacia él, para cuando se percató del cuchillo ya era demasiado tarde, sintió el frio tacto de la navaja en sus tripas. La navaja salió del cuerpo y Antonio vio horrorizado como le brotaba sangre del abdominal. Miro sorprendido a Juan y empezó a gritar implorando auxilio a cualquiera que hubiera en la zona. No había nadie. Juan le pego otra puñalada, esta vez en la espalda. Después otra en hombro, Antonio asustado se calló al suelo y empezó a gritar. Esta vez le rajo la cara, Antonio se trató de luchar, ya era demasiado tarde, había perdido mucha sangre y agresor le superaba en peso. Otra puñalada, debajo del pecho, cerca del corazón. Aun Antonio trataba de vivir. Otra puñalada, la agonía de Antonio frente al dolor era una tortura injusta, el muchacho no lograba comprender el porqué del ataque de su agresor. Entonces Juan agarro del pelo a Antonio y le degolló el cuello. Soltó el pelo de Antonio y miro lo que quedaba del cuerpo de su primera víctima. La sangre que salía del cuello rápidamente empezó a formar un charco de sangre en la tierra y pronto llamaría la atención de algún viandante. Juan debía irse a su casa, debía preparar “su regalo”. Dos horas después, Juan había logrado montar con éxito un fusil de asalto AK-47 en su casa. Había sido fácil conseguirlo, solo había tenido que acceder a un servidor de exportación de armas estadounidense de la Deep Wep, él se movía con facilidad por foros y sabia donde y como preguntar. ¿Por qué un arma de fuego? Era sencillo, desde siempre; primaria, secundaria y bachillerato, siempre había sido marginado por todos sus compañeros de curso, él siempre había fantaseado con masacrar a un día a toda su clase pero nunca había tenido el valor para hacerlo. Ahora que Antonio ya no estaba en su camino, podría hacer toda suya a Nerea. Tenía la loca fantasía de convencerla para ayudarlo en su venganza enfermiza para masacrar a todos sus antiguos compañeros, a los que había logrado reunir ese mismo día en la discoteca bajo una falsa promoción navideña en una discoteca. Los dueños del local tampoco sospecharían nada, directamente Juan había obtenido el control de los ordenadores que gestionaban la discoteca, también las cámaras de seguridad y hasta las canciones que se escucharían ese día. En un principio, Juan tenía en mente poner una bomba pero eso le hubiera quitado el gusto de la venganza y él deseaba que sufrieran. Mientras Juan estaba metiendo dentro de una mochila su fusil, reviso su móvil. Entonces vio que tenía un mensaje de Nerea y lo leyó esperando algo amoroso, sin embargo su humor cambio al leerlo. “Buenas Juan ¿Te importa si me traigo a mi novio? Es un sol y seguro que simpatizáis bastante” Juan miro con rabia al texto. Contesto al mensaje con “claro, será divertido :)” y después tiro su móvil al suelo y lo aplasto de un pisotón. - ¡Pedazo de zorra, voy a matarte! – Grito Juan. Juan llego a la portería de la discoteca y sin mediar palabra saco su AK-47 y disparo una ráfaga de balas al segurata, cuatro en el pecho y dos en el cuello. Entro y disparo a la recepcionista un tiro en la cabeza. Cuando Juan entro en la pista, vio a todos sus antiguos compañeros de clase. Casi parecía un baile de fin de curso, muchos conversaban alegremente sobre sus vidas y otros coqueteaban, nadie se había percatado de los disparos de fuera. De golpe Juan recordó todas las palizas y humillaciones que le habían hecho en su vida y sin embargo, no sentía miedo u rabia, sino que era feliz, la música electrónica le relajaba y las luces le encantaban. - ¡Feliz navidad hijos de puta! – Grito Juan con euforia. Pocos se percataron de grito, mucho menos de los disparos que mataron a tres personas de golpe pero cuando cayeron nueve en la pista y la sangre se notó en la suela de los zapatos de algos, el pánico se desencadeno. Juan disparo a los cañones de espuma del techo y estos empezaron a tirar espuma por doquier. Aquello provoco que muchos se resbalaran, siendo inevitable por el pánico de otros, acabar aplastados y morir. Juan siguio disparando, no solo en la pista, también al piso de arriba, el éxtasis era increíble. Subió al piso de arriba y disparo a los que había. Para sorpresa de Juan, la masacre se había terminado muy rápido y se sentía desilusionado. Entonces se acordó de Nerea y su novio. Desde un principio, Juan pensó que tal vez hubieran muerto en la avalancha (no recordaba haberles disparado) pero tal vez hubiera otra posibilidad, los baños. Juan bajo a la pista, se dirigió a al lavabo de chicas y que sorpresa, ahí estaba, Nerea junto a otra mujer y un chico con dos disparos en el estómago. Juan disparo en la cabeza al muchacho, la chica empezó a gritar y Nerea simplemente observo asustada a Juan. - Por fa..favor, déjame vivir Ju… - Dijo la mujer pero no pudo formular la frase. La AK-47 se disparó en su cara y prácticamente la dejo como si fuera carne con tomate. Nerea miro horrorizada al cadáver de esa mujer. - ¡¿¿Por qu..e haces esto??! Juan camino hacia Nerea, se agacho y le dijo: - Abre la boca. Nerea obedeció sin discutir pensando en que lo que entraría en su boca le haría vomitar del asco pero al notar que no había ningún tacto de carne en su lengua sino de metal, el terror se apodero de su mente, más ya era demasiado tarde, el subfusil ya se había disparado. Los ojos de Nerea empezaron a llorar sangre y su boca empezó a emitir la misma sustancia. Entonces Juan se llevó el cuerpo de Nerea a la pista de baila, la desnudo y empezó a tocar todo el cuerpo de la joven muerta. Juan beso al cadáver de lo que podía haber sido su mejor amiga y le susurro: - Feliz navidad Nerea. Sin embargo, Juan ya no estaba con Nerea, ahora se encontraba tendido en el suelo junto a fragmentes de cristales. Para él, la perdida de la virginidad había sido tan rápida como la masacre, poco más de un minuto. El asesino necrófilo recordó que con Nerea no le basto y que tuvo que violar también a otras tantas de la discoteca, algunas eran compañeras de clase que lo habían discriminado por su físico, otras simplemente no las conocía de nada. Pero eso ya no importaba, lo mejor era la música electrónica. Juan ni siquiera sabía que canción era pero sabía que le hacía sentir bien, y empezó a reírse a carcajadas. En ese momento irrumpió un cuerpo de asalto en la sala. Al ver a Juan, los agentes no pensaron que se tratara del artífice de esa masacre, simplemente fue confundido como otra víctima y también como él único superviviente del caso “La rave de la navidad”. Autor: Cordura