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  • ¿Por qué no solo te largas?
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  • El ruido que produjo el golpe fue ensordecedor. No fue algo demasiado fuerte, pero era pasada la media noche, a esa hora en la que cualquier paso retumba como un trueno en mitad de la nada. Me desperté, sobresaltado, y me escondí debajo de las cobijas, intentando no respirar muy fuerte, pero ya no se escuchó nada. Asomé la cabeza. Al lado de la puerta había una silueta alta y delgada, que se tambaleaba suavemente de uno a otro lado, y entonces comprendí que eras tú. Miro el reloj; llevo como veinte minutos rogándote, y sigues aquí… De verdad te gusta molestarme, ¿verdad? No importa, tengo otro.
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  • El ruido que produjo el golpe fue ensordecedor. No fue algo demasiado fuerte, pero era pasada la media noche, a esa hora en la que cualquier paso retumba como un trueno en mitad de la nada. Me desperté, sobresaltado, y me escondí debajo de las cobijas, intentando no respirar muy fuerte, pero ya no se escuchó nada. Asomé la cabeza. Al lado de la puerta había una silueta alta y delgada, que se tambaleaba suavemente de uno a otro lado, y entonces comprendí que eras tú. ¿Por qué tienes que hacerme esto? ¿Por qué a mí, tu amadísimo hijo, que nunca quiso hacer nada para lastimarte? ¿Por qué no solo te largas, y me dejas dormir tranquilo, al menos por esta noche? No te pido que desaparezcas de mi vida, ni que me lleves a vivir con mi padre… no, solo quiero que me dejes solo, para yo poder dormir a gusto. No me importa que mañana por la mañana me vuelvas a gritar, como siempre lo haces cuando te peleas con mi papá, igual que anoche. Solo dormir, es todo lo que te pido: lárgate, haz lo que quieras y déjame tranquilo. Necesito descansar: de ti, de mi padre y todas sus discusiones: esas discusiones en las que él viene y te encierra en una habitación, y el té grita que te calles y tú le ruegas que te suelte, y la mañana siguiente me buscas y me pegas, pero nunca quieres decirme por qué. Miro el reloj; llevo como veinte minutos rogándote, y sigues aquí… De verdad te gusta molestarme, ¿verdad? Me da igual todo: tomo uno de mis juguetes y te la aviento, pero le doy a la pared. No importa, tengo otro. ¡Di en el blanco! Lo escuché perfectamente, y sé que no me equivoco. No sé si en un brazo, pierna o incluso en la cara; lo que importa es que te pegué, y con eso me basta. ¿Con eso no te basta? Bien, trataré de ignorarte, a ver si te arrepientes y te vas por tu cuenta. El castigo será doble mañana, pero por lo menos lo intenté. Ya es hora de dormir. Es de mañana. Suena mi despertador, pero lo apago y me duermo de nuevo. Te obligaré a despertarme tu misma, solo para molestarte, y no me importan las consecuencias. Me desperté unas horas más tarde esta vez por mi cuenta. Ya son casi las once de la mañana, tengo hambre y quiero ir al baño… si mojo la cama, me pegarás, y luego me obligarás a bañarme. Eso ya no me conviene tanto, así que decidí levantarme, aunque con lágrimas en los ojos, sabiendo lo que me espera. Me dirijo a la puerta, y ahí estás tú, mirándome fijamente. ¡Jamás pensé que fueras tan tonta! Las lágrimas se borran, y me empiezo a reír. Parece que después de todo si eres una buena madre, esperando toda la noche fuera de mi habitación, tan solo para que te viera así vestida. Te perdono, y te pido disculpas por lo que te dije anoche. ¡Esto lo compensa rodo! Pareces un payaso, con tu ropa de vestir rota y manchada de rojo, los brazos,piernas y un ojo en distintos tonos de rojo y morado, y con esa cuerda que te pusiste en el cuello en lugar del collar que te regaló mi tío, bien apretada y con un extremo tensado hacia arriba. ¡Si hasta pareces un mago, flotando a dos palmos del piso! Eso me tranquiliza. Voy al baño y regreso. ¿Aún estás aquí? ¿Por qué no me preparas el desayuno? Tengo cada vez más hambre, y tú ni si quiera te has movido. Intento bajarte, pero un niño de ocho años no puede cargar a un adulto, y tienes los pies y las manos frías. Las cajas de cereal están muy arriba, y no las voy a alcanzar, ni si quiera con la silla que dejaste tirada afuera de mi habitación.