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  • Paseos Subconscientes (VI)
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  • Yo lo agarré de vuelta y lo apreté por un buen rato. Sí, sabía que estaba de vuelta en la realidad, pero mi corazón no quería aminorar la velocidad a la que latía. Javier trató de hacer que hablara, pero yo solo podía decir incoherencias. Nos quedamos allí un buen rato. Yo estaba histérica y si yo no estoy calmada, Javier mucho menos. Podía sentir que estaba temblando, él no puede lidiar con estas cosas. Pude hablar después de un rato. -Yo solo pienso que mis preocupaciones son solo mías. No quiero molestarte a vos ni a nadie más con ellas. -¿Vos me estás diciendo que soy desconfiado? ¡POM!
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  • Yo lo agarré de vuelta y lo apreté por un buen rato. Sí, sabía que estaba de vuelta en la realidad, pero mi corazón no quería aminorar la velocidad a la que latía. Javier trató de hacer que hablara, pero yo solo podía decir incoherencias. Nos quedamos allí un buen rato. Yo estaba histérica y si yo no estoy calmada, Javier mucho menos. Podía sentir que estaba temblando, él no puede lidiar con estas cosas. Pude hablar después de un rato. Le conté a Javier lo que había visto y especialmente lo de Horacio. Él trató de ocultarlo, pero yo supe que estaba muerto de preocupación. No sabía porque él nunca quería que yo lo viera preocupado. No era como su hiperactividad de todos los días, no, cuando se preocupaba su semblante se tornaba severo y se ponía muy callado. Siempre se sentaba a morderse las uñas y no hablaba por un buen rato. Siempre me pareció que cuando estaba así era muy hermoso. Era algo en sus ojos, se veían tan vulnerables y sinceros. Dicen que los ojos son la ventana al alma, yo podía creer eso solo viendo sus ojos preocupados. Yo lo había visto así, pero siempre que se pone de tal manera trata de alejarse de mí y de todo el mundo. Ahora estaba sentado en mi cama, tratando de contener el impulso de morderse las uñas. Yo llevaba años tratando de averiguar porque no le gusta mostrarme sus preocupaciones, pero nunca encontré razón alguna. Nunca me había atrevido a preguntar, pero últimamente todo ha cambiado. Así que lo hice. -Yo solo pienso que mis preocupaciones son solo mías. No quiero molestarte a vos ni a nadie más con ellas. - ¿De dónde sacas eso? No me molestas, nunca- Él es la única persona con quien me siento cómoda todo el tiempo, no tengo ese vínculo ni con Ester. Solo con él. -No, yo te molesto demasiado. Siempre estoy con vos y me la paso en tu casa. Hablo demasiado y te molesto con mis problemas todo el tiempo- me estaba mirando con su mirada de preocupación, no puede evitar contemplarlo por mucho tiempo. -Que semejante estupidez la tuya. Nunca me han molestado esas cosas. Me gusta que estés aquí todo el tiempo y que me hables sobre cosas importantes para vos. -Yo no sé…- no pudo seguir hablando. Cuando se pone muy nervioso no puede sacar palabra. -Creo que tu vida sería más fácil si confiaras más en las personas que te rodean. Ni siquiera me hablaste de lo de tu abuelo hasta ahora. -¿Vos me estás diciendo que soy desconfiado? -Yo sé que no soy el mejor ejemplo de alguien confiado, pero no te lo digo con mala intención. Es por tu bien. -Está bien, yo sé que no lo dices con mala intención. Pero es que no puedo, es cosa mía. No me gusta ser tan abierto. Y además, no podía decirte lo del abuelo porque él me dijo que no lo hiciera. -Te entiendo- me puse a pensar. Sí lo entendía, yo soy la reina de la desconfianza. Ester me molesta diciéndome así a veces, pero tenía razón. Yo no confiaba en nadie, ni siquiera en ella. Había muchas cosas que jamás le dije. Demasiadas, la verdad. Y Javier, sí confiaba más en él, pero tampoco le había dicho cosas que tal vez debían ser dichas, solo una la verdad. Pero era tan importante que contaba como si fueran mil. Desconfiar es muy humano. Todo el mundo desconfía de las personas a su alrededor. ¿Verdad? Para mí era normal, era un instinto de auto preservación. No es posible confiar completamente en alguien, sería una estupidez hacerlo. Tampoco me gustaría que alguien confiara completamente en mí, seria demasiada responsabilidad. No podría estar a la altura de eso, fallaría con seguridad y los decepcionaría. No me gustaría decepcionar a alguien ni que me decepcionen a mí. Por eso no se confía, para que nadie salga lastimado. No soy la persona más grande ni experimentada pero todo lo que he visto en mi vida me hace llegar a esa conclusión. -Ari, espero que no te hayas enojado por eso. Perdón yo… -No, está bien. Solo estaba divagando otra vez, ni siquiera era sobre eso. Digo enserio que entiendo lo que dices. Solo déjalo así- le interrumpí. -Bueno, no tenemos que hablar de eso si no quieres- dijo y me abrazó. -¿Por qué siempre me abrazas? -No sé, me gusta. Y si yo no te abrazara nadie lo haría porque nunca dejas que nadie más lo haga- dijo él con algo de dificultad, nunca imagine que se pondría nervioso por eso. - Creo que debería alistarme, porque tenemos que ir a ver a ese hombre. El de la daga. -Sí, anda- me levante con algo de vergüenza porque no quería que viera mi estúpido camisón amarillo con fresitas- Ah y tu mamá dijo que pusieras unas cajas que están en la sala en el cuarto que no usan- eso era extraño. -¿Y dónde esta ella? -Fue a trabajar. Dijo que la mujer que deja encargada estaba enferma- mi madre tiene una tienda de manualidades. -Qué raro que no me haya despertado- no pensé mucho en eso. Me metí en la ducha. Mi mente era un desastre. Trabaja demasiado para procesar mis visiones, sueños, pesadillas, lo que sean. Empezaba a sentirme acosada por ellas. No podía cerrar mis ojos un momento, porque entonces empezaba a ver esas cosas tan terribles y confusas. ¿Qué podía hacer yo? Soy solo una niña, tengo dieciséis. Ni siquiera he existido por dos décadas y tampoco he logrado gran cosa. ¿Cómo podría yo cambiar el futuro si no soy nada? Y estaba el tema de Horacio. No estoy loca después de todo. ¡Él sí es real! Salí de la ducha y camine hacia mi cuarto. Cuando pasaba por la sala rápidamente escuche un ruido, como si algo muy pesado cayera al piso. Me paré a ver que era, pero todo parecía normal. Javier estaba de espaldas viendo la televisión. Entre en mi cuarto y me cambie. Fui a la sala a decirle a Javier que nos pusiéramos en camino, pero antes de que pudiera decirle algo escuche ese ruido otra vez pero más fuerte. Escudriñe la sala con cuidado y mi mirada se posó sobre las cajas que mi madre me había pedido que guardara. Se me había olvidado. Las recogí sin mirar adentro y las tire en el cuarto que no se usaba. Nunca lo habíamos usado excepto esa vez cuando mi madre había estado embarazada. Casi nunca recordaba a mi hermanito, porque nunca estuvo conmigo. Pero, ahora que había entrado a su cuarto no pude evitarlo. Probablemente por eso mi madre quiso que yo pusiera estas cajas aquí. Ella nunca entraba, supongo que era duro para ella. Fue hace muchos años, pensé que ya lo habría superado pero al parecer no es así. Yo tenia cinco años cuando anuncio que iba a tener un bebe. Para ser sincera no me gusto la idea, se suponía que yo era la bebe. Pero no dije nada. Mi madre estaba muy emocionada y también mi padre. En ese entonces vivíamos con mis abuelos en otra ciudad, pero mi padre consiguió trabajo en la capital y nos mudamos a este apartamento en el que vivimos ahora mi madre y yo. Tiene tres cuartos, y este iba a ser el suyo. Pasaron unos meses y supimos que iba a ser niño. Mi madre decoro el cuarto ella misma. Lo pinto de azul y le puso ositos en la pared. Mi padre volvió a armar mi cuna y la puso en este cuarto. Yo no entendía porque todo el mundo se emocionaba por un bebe y solo los miraba ir de aquí para allá. Una noche algo paso. Mi madre se puso mal. Estábamos las dos en la cocina, lo recuerdo bien, yo estaba sentada en una pequeña silla de madera jugando con una muñeca y de repente ella soltó el cuchillo con el que había estado picando unos tomates y agarró su vientre. Había sangre por todos lados. Mi hermanito murió. Siempre me pregunto adonde fue. Mi madre nunca fue la misma después de eso, estaba más chillona y más insoportable de lo que ya era. Nunca hablábamos de mi hermanito y ella nunca entro a su cuarto después de esto. Fue mi padre el que apilo todas estas cosas aquí. Algunas eran de él, otras mías y algunas de mi hermanito. Ahora parecía más una bodega que el cuarto de un niño. Aunque nunca habían quitado la cuna. Seguía allí, en el centro de la habitación, pero había cajas dentro de ella en vez de un bebe. El azul de las paredes se estaba decolorando y los ositos se estaban pelando mientras que sus juguetes estaban desapareciendo en una gruesa capa de polvo. ¡POM! Mire alrededor con mirada asustadiza. Exhale con alivio cuando vi que la causante del ruido era una caja que se había caído de la cuna. Parecía que había colapsado el barandal de la vieja cuna, dejando caer la caja y levantando una increíble polvareda. Los contenidos de la caja estaban regados por el piso. Eran un montón de papeles y fotografías. Empecé a levantarlos. Me reí al ver algunas de las fotografías. Me mostraba a mí, Ester y Javier en un cumpleaños infantil. Había una en que todos estábamos viendo un pastel. Pude distinguir que tenia el nombre de Ester escrito con lustre. Martha estaba parada a lado de Javier y encendía una vela con la forma de un siete que estaba en el pastel. Era el séptimo cumpleaños de Ester. Contemplé la fotografía un poco más, pensé que tenia demasiado brillo. Especialmente en el lado en que estábamos nosotros. Eso pasaba con las cámaras viejas, pero este brillo era algo extraño. Era como una curva que nos envolvía a los tres. Me puse a ver las otras. Eran fotografías de nosotros jugando. Siempre estaba ese brillo extraño que nos envolvía. Podría haber sido un defecto de la cámara, pero no estaba segura. Revolví más adentro de la caja y encontré fotografías de mi cuando era pequeña debía tener unos dos o tal vez cuatro años. Fue definitivamente antes que nos mudáramos. Reconocí la casa de mis abuelos. Había varias fotografías de mi jugando y algunas con mi familia. El brillo siempre estaba alrededor de mí. Había una fotografía en que yo estaba parada mirando directo a la cámara con enojo. Al principio me pareció divertida. Me di cuenta de que yo no había cambiado mucho desde ese entonces. Siempre he tenido el mismo ¨carácter difícil¨, como lo llamaba mi madre. Deduje que el motivo de mi enojo era el vestido rosado y vaporoso que estaba usando. Yo los odiaba pero mi madre siempre insistía en ponérmelos y también en amarrar mis rubios cabellos ondulados en dos colitas a los lados de mi cabeza. Esta foto también tenia ese brillo blanco y extraño que me envolvía, resaltaba entre el fondo blanco de la fotografía. Probablemente había sido tomada en uno de esos estudios.Llamé a Javier y le enseñe las fotografías. El parecía asustado. -En los libros del abuelo hay algo sobre eso. Leí que hay unas cosas que se llaman ahau. Son presagios del destino. -¿Qué significa eso? -Bueno…- dijo Javier sentándose en el piso, a mi lado. Empezó a frotarse las manos nerviosamente y a hablar con rapidez- La base de la religión india del occidente es el destino. Se cree que todo lo que ha pasado y pasará hasta el final de los tiempos ya ha sido planeado. No hay accidentes, ni coincidencias. Todo lo que se puede hacer es llevar la vida que los dioses quieren que lleves. Pero los dioses no son perfectos. A veces cometen errores, a veces algo pasa, algo que no ha sido planeado. Algunas veces alguien logra desafiar al destino. Esto no pasa mucho, pero si pasa. Cuando pasa hay una serie de eventos y de personas que deben intervenir para que la vida tome su curso normal otra vez. Las personas que deben intervenir son rodeadas por ahau, los ahau indican que esta persona es significante para corregir el error. Levanté la fotografía de nosotros con el pastel- Los tres somos significantes. ¿Pero, cual es el error?- dije. Ahora se estaba poniendo interesante. -No sé, pero tal vez el hombre que vamos a ver hoy si lo sepa. Deberíamos ir ahora- dijo Javier levantándose de repente y jalándome con él. Nos fuimos en su auto. Yo me lleve la fotografía de nosotros. -¿Javier? -¿Aja?- dijo él mientras intentaba conducir a pesar de su agitación. -¿Si todo está planeado, entonces vos, Ester y yo nos hicimos amigos por este tal error del universo? -Supongo, pero no importa porque, me alegra haberte conocido y a Ester- me sonroje, no sé por qué. ¡Yo nunca me sonrojo! El resto del camino lo hicimos en silencio, lo cual era muy raro en nosotros. Supongo que pesadillas presagiando cosas horribles y cambiar el curso del destino realmente le afectan la cabeza a uno. Llegamos a la dirección escrita en el papel. Estábamos en uno de esos barrios turbios que están por el centro. La casa del sacerdote parecía ser la única que no tenia alguna obscenidad escrita en las paredes de afuera. Era pequeña y tenía los bloques de cemento sin pintar, pero no era desagradable. -No podemos entrar- dijo Javier -¿Por qué no? -¿Ves eso?- dijo mientras señalaba a algo que colgaba cerca de la puerta principal. Parecía una pata de pájaro con algunas plumas negras amarradas a ella. -Se ve asqueroso- dije, haciendo una mueca. -Es una pata de zanate arreglada con plumas. Significa que se dedica a las artes negras. -¿Adora al demonio o algo así?- dije suspirando, esto cada vez se ponía más complicado. -No es eso- dijo mientras volvía a frotar sus manos- Significa que el vende la práctica sacerdotal. El abuelo odiaba a la gente como él. Se supone que un wata puede comunicarse con los espíritus y ejecutar conjuros, puede usarlo para su beneficio o el de otros, pero nunca para la malicia. Y sobre todo, nunca vender los servicios- Se que lo que me decía era grave pero no puede evitar reír para mis adentros. Javier sonaba como un niño de escuela recitando sus lecciones apresuradamente. - Es el único que nos puede decir sobre esto. -¡Nunca le pagaría! Seria corromper las tradiciones ancestrales- parecía realmente indignado. -¿Conoces otro sacerdote indio que viva por aquí?- no lo decía sarcásticamente, solo pensé que su abuelo debía tener contactos. -No, el abuelo debió conocer algunos de otras comunidades pero él se fue de Copán hace mucho tiempo y dudo que haya alguno por aquí, todos deben estar allá. Este probablemente está aquí porque ha sido desterrado o porque prefirió lucrarse que quedarse con su comunidad.- Estaba frotando sus manos tan fuerte que llegué a temer que incendiaran, como cuando enciendes fuego con dos varitas. -Tenemos que entrar. Sé que va en contra de tus principios, pero lo hacemos por Ester- dije mientras tomaba sus manos para que dejara de frotárselas. Trago saliva y asintió. Abrió la puerta de su auto. Me abrió la mía y después cerró con llave. -Hagámoslo rápido no es seguro adentro ni afuera- dijo mientras miraba en todas las direcciones. -Nadie querrá robarse tu carrito- lo dije en broma. Sentía que tenía que suavizar el momento un poco. El auto de Javier era muy viejo y la pintura roja se le estaba descascarando. Lo había comprado el mismo con el dinero que ahorro de su trabajo. Trabaja en un supermercado durante los veranos. -No bromees ahora- dijo mientras me rodeaba con su brazo. Tocamos la puerta. -Está siempre abierto- el tranquilo susurro masculino venía de dentro de la casa. Categoría:Leyendas urbanas