PropertyValue
rdfs:label
  • Niebla densa
rdfs:comment
  • Miedo... Qué palabra tan curiosa. Desde que la perdí, el miedo es mi pan de cada día. Me siento culpable... Esa tarde tranquila, insospechada, la tarde en la que arruiné una vida. Tan solo tenía 13, mi amiga Mia y yo decidimos juntarnos a pasar un buen susto... Ojalá solo se hubiera quedado en eso, un "susto". Mi amiga y yo solas en mi habitación leyendo historias, leyendas de terror, etc. Especialmente, nos entregamos al goce de un conjunto de historias escalofriantes en un foro de terror muy curioso, repleto de testimonios y consejos de vida o muerte. Consideramos que constituía un ingrediente de "realismo" para asustar aún más al lector. Mia se sentía con un grave malestar espiritual, pero yo la instigaba a continuar.
dcterms:subject
abstract
  • Miedo... Qué palabra tan curiosa. Desde que la perdí, el miedo es mi pan de cada día. Me siento culpable... Esa tarde tranquila, insospechada, la tarde en la que arruiné una vida. Tan solo tenía 13, mi amiga Mia y yo decidimos juntarnos a pasar un buen susto... Ojalá solo se hubiera quedado en eso, un "susto". Mi amiga y yo solas en mi habitación leyendo historias, leyendas de terror, etc. Especialmente, nos entregamos al goce de un conjunto de historias escalofriantes en un foro de terror muy curioso, repleto de testimonios y consejos de vida o muerte. Consideramos que constituía un ingrediente de "realismo" para asustar aún más al lector. Mia se sentía con un grave malestar espiritual, pero yo la instigaba a continuar. De pronto, ella leyó algo que no debió haber leído en voz alta, porque el relato lo advertía, una historia anecdótica titulada: "Niebla densa". Empezamos a escuchar ruidos tenues, sin ninguna fuente de iluminación más que la de la pantalla del computador. A Mía le dieron ganas de ir al baño; otra cosa aún más típica sucedió entonces: el miedo de ir sola la apremiaba. -¿Me acompañas? -No. -Por favor, ¡tengo mucho miedo! -Ve tu sola, ya no eres una niña. No esperó a más y salió de la habitación pisando fuerte. El tiempo fue transcurriendo, y Mia no volvía. Cuando ya hacían diez minutos que se tardaba, intuí que algo no andaba bien. Veinte minutos, media hora... Definitivamente algo no iba nada bien. Me levanté y apreté el interruptor, pero la luz no se encendió. ¿Cómo explicar que el computador continuaba encendido en tanto que ninguna luz obedecía al interruptor. Tanteé en medio de la oscuridad del pasillo y descendí por las escaleras. Por más que la busqué, no la encontré por ningún lado. En cambio, los inquietantes ruidos menguados taladraban mis oídos. El temor vago se tornó en pánico terrible. La historia narraba los mismos indicios: tinieblas por doquier, las voces de "ellos", sola en casa, ¡la maldición era real! Me lancé contra la puerta de la salida, mis dientes rechinaban de terror. Un golpe formidable en mi habitación me hizo saltar. Sí. La historia se repetía. Tomé una silla y rompí la ventana de la sala, por la cual alcancé un poco de satisfacción. Pero fuera las nieblas cubrían el camino y por mucho que anduve, me perdí. La maldición se había cumplido. Llevo no sé cuánto tiempo errando por los caminos neblinosos, sin conocer más el sol, bajo un cielo siempre nocturno, llena de miedo y desazón. El castigo de "ellos"... Tengo miedo incluso a arrancarme la vida. Pero mis remordimientos están hambrientos, y en cada voluta de humo mi delirio y locura moldea el rostro triste de Mia. Categoría:Mentes trastornadas