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  • Preparativos
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  • Saco el encendedor de mi bolsillo, activo su su sistema de ignición y sale la flama. Siempre me ha llamado la atención aquel pequeño fuego que ahora bailaba graciosamente al son de la brisa que sopla en este momento. Su movimiento casi hipnótico me hizo quedar en blanco durante unos instantes, pero inmediatamente volví en mí y guardé mi encendedor. Debo concentrarme en la tarea que llevaré acabo. ¡Así que basta de distracciones! Así que recuperé la compostura y seguí el resto del camino a pie. El puerco despertó. Empieza el show... Categoría:Mentes trastornadas
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  • Saco el encendedor de mi bolsillo, activo su su sistema de ignición y sale la flama. Siempre me ha llamado la atención aquel pequeño fuego que ahora bailaba graciosamente al son de la brisa que sopla en este momento. Su movimiento casi hipnótico me hizo quedar en blanco durante unos instantes, pero inmediatamente volví en mí y guardé mi encendedor. Debo concentrarme en la tarea que llevaré acabo. ¡Así que basta de distracciones! Repaso el plan por un momento, hago lista mental de los materiales: varios metros de cuerda, un cuchillo de 30 centímetros, aguja e hilo de pescar, gasolina, 2 baldes de metal, velas, un hervidor de agua, unas bolsas de hielo, un par de botiquines de primeros auxilios y, por supuesto, mi siempre fiel encendedor. Todo listo y almacenado en la parte trasera del auto. Mi compañero que conduce se ve bastante intranquilo, su respiración se escucha alterada y las gotas de sudor se agolpan en su amplia frente. “No pasa nada”, pienso, "Él no va a participar directamente de esto. Él solo debe conducir y avisarme si se presenta alguna persona inoportunamente." Me limito a decirle que se concentre en la carretera. Si debo preocuparme por la tranquilidad y serenidad de alguien debe ser la mía, así que tomo un cigarrillo, lo llevo a mi boca y lo enciendo con mi encendedor. Este pequeño desgraciado me acompaña desde que tengo 17… Me doy cuenta que estamos llegando a nuestro destino, un bosque bastante lúgubre y de mala fama debido a las múltiples desapariciones acontecidas entre sus árboles de troncos torcidos, ramas que parecen largos y delgados brazos que pueden tomarte del cuello y estrangularte en cualquier momento, raíces que se asoman en la superficie que parece que te tomaran de los pies y te arrastraran hasta las más recónditas profundidades del subsuelo. De cierta forma me recuerdo al bosque descrito en la Divina Comedia, en el que tienen castigo los suicidas. A esto súmenle que es otoño y las hojas en el suelo de color extrañamente oscuro forman una especie de alfombra, volviéndose el lugar bastante tenebroso. Mejor aún, eso disuadirá a cualquier visitante indeseado. Nos adentramos lo más que podemos en ese maldito bosque y quedamos a unos 100 metros de la casa en que debo llevar a cabo mi venganza. Bajo del auto y tomo las cosas, las echo a una bolsa y le digo a mi compañero que aguarde en el auto con el motor encendido y que este atento a cualquier cosa. Al pronunciar estas palabras, su rostro se volvió blanco y movió su cabeza, de forma casi autómata, afirmativamente, parecía realmente asustado. Debió haber sido la expresión en mi cara, por un momento me dejé llevar por el odio, por el recuerdo de ese día. "Serénate, hombre", pensé, "Recuerda que no debes dejarte llevar por el odio, no todavía, hay muchas cosas que hacer antes y si pierdes el control puedes arruinar el momento." Así que recuperé la compostura y seguí el resto del camino a pie. La casa era la típica hecha de madera que uno encuentra en el bosque, era muy antigua y tenía bastantes tablas sueltas y el fuerte viento que soplaba casi furioso la hacía crujir completamente. La casa no era importante, pero tenía un sótano bastante amplio y útil con una apariencia bastante aterradora. Era justo como yo la quería. Bajé por las escaleras que llevaban a ese pestilente sótano, saqué mi encendedor y la flama me dio la luz que necesitaba para poder ver algo en esa densa oscuridad que casi se podría haber cortado con cuchillo. Logro divisar algo que parecía una mesa, así que dejo los materiales en ella. Era extrañamente desproporcionada en su hechura, tenía una pata más grande que las otras tres, no era perfectamente rectangular y la madera estaba pésimamente tallada. Una mesa bastante tosca, pero me serviría. Abro la bolsa y echo los materiales en ella. Inmediatamente tomo las velas y las encendí... Y ahí estaba ese hombre, en una silla en medio de la habitación, totalmente dormido por Dios sabe qué droga. Me acerco, levanto su cabeza y reconozco su rostro. Definitivamente era él, nunca olvidaría esa cara. El infeliz que contraté para secuestrarlo y traerlo aquí hizo un gran trabajo. Comienzo a temblar. Espasmos por todo mi cuerpo, mi mente hierve, mi corazón da un vuelco y hasta la última parte de mi cuerpo, incluido cada cabello, me piden matar. Mi mente y corazón gritan venganza. Todo se vuelve carmesí, siento como me palpita el ojo derecho. -Por fin te tengo, hijo de perra-digo apretando los dientes tan fuerte que mis encías sangran y cuando me abalanzaba sobre el tipo que me arrebato aquello que amaba y me obligó a presenciarlo. Sentí el fuerte sonido de madera resquebrajándose, posiblemente producto del fuerte viento. Perdí el control por un minuto, el sonido me espabiló, creo que Dios me mandó una señal para que me calmara, quiere que haga las cosas como las planee de un principio, así que me alejo del sujeto, respiro hondo y exhalo de mis pulmones todo el dolor y la sed de sangre. Mi mente queda un blanco un segundo, cierro los ojos, siento el asqueroso olor a heces de la habitación, me quedo parado ahí un momento. -No...- me dije.- Dios no tiene nada que ver en esto, Dios no estuvo ese día, mucho menos va a estarlo ahora….- Abro los ojos más calmado y lleno de convicción. Me acerco a la mesa, tomo el exageradamente pesado y oxidado cuchillo. Me hubiera gustado traer uno más en condiciones para la tarea que debo realizar pero salí con mucha prisa de mi casa.Lo que me prometí que no haría, ya que en casos como este las prisas locas son fatales, pero de nada sirve criticarme ahora. El cuchillo servirá. Me acerco, abro su boca y corté su lengua de un tajo, luego tomé la aguja y el hilo de pescar y le cocí los labios. No quería que ese tipo hablara, llegado el momento me desconcentraría. Tomé la cuerda y lo amarré firmemente a la silla de manos y piernas con nudos muy apretados. No quiero ningún inconveniente. Agarré las bolsas de hielo ya derretidas, lo cual no importaba porque lo que yo quería era el agua fría. Las eché en uno de los baldes, luego le puse al desgraciado en la cabeza la bolsa que utilicé para traer los demás materiales hasta aquí. Saqué varios implementos del botiquín y los dejé lo más a la mano posible. Todo parecía perfecto, solo faltaba poner a hervir agua y comenzaría el espectáculo donde aquel hombre sin lengua, de labios cocidos, amarrado en la silla sería el protagonista y yo, su verdugo, pondría fin a su historia, pero no de un solo golpe. No, señor, esto sería sublime. "Él no merecía una muerte rápida...", pensaba, y me aseguraría de eso con los botiquines. Ese cerdo debe sentir mis dedos en su carne y sus intestinos, debe sentir la flama de mi fiel encendedor en sus ojos. Practiqué con los ojos de una vaca muerta antes, y al mantenerlos por un rato en la flama, hierven y prácticamente explotan. "Será magnifico...", pensé, "Pero basta de distracciones." Tomé el hervidor, salí de la habitación y mientras hervía el agua, escucho un gimoteo proveniente del sótano. El puerco despertó. Empieza el show... Categoría:Mentes trastornadas