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  • Dientes afilados
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  • Estoy intentando saber qué ocurre en este lugar al que he considerado mi hogar durante algunos meses. Hace 3 días que todo se ha tornado extraño y hasta… malvado, pero debo compartirlo antes de que sea demasiado tarde. Ellos vienen por mí. Sí, ellos. Cada uno de los que no dejaron de mostrar sus blancos y perfectos dientes el día que fueron al albergue. El día en el que no pude evitar devolverles la sonrisa. Me arrepiento demasiado. -Saaabeeees queeee estáaaaaas vivaaa porque oyes tu coraaazóon latiiir – el mismo tono monocorde, como de una muñeca. -¿Emily? – pregunté. -Emily… – musité.
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  • Estoy intentando saber qué ocurre en este lugar al que he considerado mi hogar durante algunos meses. Hace 3 días que todo se ha tornado extraño y hasta… malvado, pero debo compartirlo antes de que sea demasiado tarde. Ellos vienen por mí. Sí, ellos. Cada uno de los que no dejaron de mostrar sus blancos y perfectos dientes el día que fueron al albergue. El día en el que no pude evitar devolverles la sonrisa. Me arrepiento demasiado. Espera… por favor, no te vayas. Prometo ser más específica. Quédate unos minutos más, prometo decirte qué pasa. Es solo… que es más difícil de lo que parece. Me cuesta escribir y tengo miedo. Ellos están ahí. Siguen ahí. ¿Escuchas sus pasos a lo lejos? ¡Ya vienen! No puedo calmarme, lo siento. Sí, todo comenzó hace 3 días, como te estaba diciendo. Emily… ¿Que quién es? Oh, es mi hermana. Adoptiva, sí. Ella siempre durmió en la habitación del fondo. Sus… mis… nuestros padres decían que de esa manera la cuidaban, al ser ella la menor y en realidad, era eso lo que hacían, aunque yo nunca lo entendí bien, pues la casa me parecía muy segura como para tener que cuidar a alguien dentro de ella, pero ese día lo comprendí todo. Era una madrugada fría, típica de invierno. No podía dormir porque mi habitación parecía un congelador. Me levanté y caminé hacia la habitación de mis padres, para pedir unas frazadas y fue en ese momento cuando oí aquel canto que hubiera deseado jamás conocer. -Saaabeeees queeee estáaaaaas vivaaa porque oyes tu coraaazóon latiiir – el mismo tono monocorde, como de una muñeca. -¿Emily? – pregunté. -Y si no tuvieraaaaaaas corazóooooon, ¿cómo sabrías que vivo estás? El tono monocorde se mantenía. Me dirigí a la habitación de al fondo, donde Emily cantaba a todo pulmón con un tono escalofriante. El pasadizo parecía eterno y en cada paso que daba se tornaba más oscuro. Cuando finalmente llegué, puse una mano en el pomo de la puerta y lo abrí con cuidado. Los ojos se me abrieron como platos y mi respiración se aceleró. -¿Cómo sabes que vivo estás? – susurró Emily, quien se encontraba sentada en el suelo dándole la espalda a la puerta, mientras dibujaba en la pared. -Emily… – musité. -¿Cómo… sabes...? Preguntó, esta vez sin cantar, mientras volteaba lentamente para encararme. Lo que vi en ese momento jamás podré olvidarlo. Los ojos de Emily eran de un blanco intenso, incluso parecía ciega. Su boca poseía una sonrisa maquiavélica y sucia, con unos afilados dientes, propios de un monstruo de ultratumba. Me quedé quieta, sin poder decir ni hacer nada. Emily me sonrió y ladeó un poco la cabeza, sin dejar de mirarme. Comenzó a ponerse de pie, imagino que para acercarse a mí. La puerta se cerró sola y fue en ese momento que reaccioné. El ser delante mío no era una niña, no era mi hermana y mucho menos miembro de mi familia. ¿Quién era? ¿Por qué cantaba? ¿Qué quería? Muchas preguntas sin respuesta que cruzaban mi mente y solo lograban llenarme de miedo. -¿Estás viva? – musitó Emily, mientras se acercaba a mí – ¿Tienes corazón? Me moví rápidamente hacia la puerta, forcejeando con ella para intentar abrirla, pero era inútil. -¡MAMÁAAAAA! – grité, pidiendo auxilio y golpeando la puerta con toda la fuerza que podía. -¿Tienes… – la voz de Emily conseguía hacerme temblar – …miedo? -¡¿Qué eres?! – le pregunté, sin dejar de forcejear con la puerta. -¿No lo sabes? -¡Dime qué eres! -Soy tú. – dicho esto saltó hacia mí y hundió sus dientes en mi brazo derecho. -¡SUÉLTAME! Comencé a gritar como una posesa, intentando empujarla o huir a donde pudiera. Puse mis manos alrededor de su cuello y apreté con fuerza mientras gritaba, pero esto solo conseguía hundir más sus dientes en mi brazo, parecía que su fuerza aumentaba y la mía se debilitaba. -Se acabó el juego – dijo, acto seguido sentí un punzón en el corazón. ¿Qué pasó luego? Por favor, no finjas que me crees. No… sí quiero ayuda. No te vayas, no apagues el equipo, sigue escribiéndome, por favor. Luego de eso, me despertaron unos gritos histéricos, creo que de mi madre. Miré a mi alrededor y Emily estaba en el suelo, completamente pálida y con una expresión de haber muerto luchando y yo… yo tenía las marcas en mi brazo, sí… de esos afilados dientes… dientes… cuchillo… yo… ¡Ella fue!… ¡Es todo culpa suya! Tú sí me crees, ¿verdad? ¡DI QUE ME CREES! ¡DILO, AHORA MISMO! … ¡VOLTEA! ¡DÍMELO A LA CARA! … ¡MÍRAME, AHORA! … No, no… ¡NO! ¡No es posible! ¡¿QUÉ ERES?! … ¡NO SOMOS LA MISMA PERSONA! ¡Cállate! … No, no… no de nuevo… otros dientes afilados…